De:
Itinerario
del payador. Editorial de Entre Ríos. 1997
LA SUGESTIÓN DE LOS TAMBORES
Desde épocas muy remotas los tambores -en todos los continentes,
en todos los pueblos- pusieron su vibración en la corriente de
la vida, su floración sonora entre las ondulaciones del tiempo,
su espuma de música sobre el oleaje de la historia.
Las más variadas peripecias, los más profundos dramas, las mas
recónditas señales, lo perdido y remaneciente, lo que vueltea en
el movimiento de los días, lo que se hunde en el abismo del
misterio y cruza la inmensidad como un astro rumbeando la
querencia, los ensueños fluctuantes en el combate de la vida,
las ilusiones fugitivas y las esperanzas volvedoras, están en el
simple, poderoso y sugestivo lenguaje de tambores.
En ellos vienen resonando todas las ansias humanas, los
antiguos clamores de las sufrientes criaturas de todas las
razas.
En su cósmico idioma, en su lengua telúrica y celeste, en su
apretada cifra donde alienta la respiración de los siglos, crece
un rumor nocturno de fuerzas en desasosiego, se ahonda la noche
madura de constelaciones retumban vientos de los altos páramos y
de la selva sombría, cruzan sonoros ríos y se siente el
desperezo germinal de la aurora.
En su corazón inmensurable, donde en rescoldo de música está la
memoria del tiempo sin memoria y se condensa el eterno drama
humano, apuntan anunciaciones y convocatorias, se abren flores
de misterio y de magia, se enlazan las tensiones de los viejos
ritos y los júbilos de las fiestas populares, las glorias y las
penas del amor, las celebraciones de la paz y los mensajes de la
guerra, las palpitaciones de la vida y los decretos de la
muerte.
Un día los tambores anunciarán la victoria del hombre,
acompañarán el canto de la felicidad, celebrarán la gloria del
pueblo liberado.
Entre los numerosos tipos de tambor que han usado y usan los
pueblos americanos -desde el famoso tambor de guerra de los
caverres del Orinoco hasta el extraordinario cambarissú
de los catuquinas del Amazonas, que más que un tambor es un
verdadero telégrafo- figuran varios, pequeños y grandes,
portátiles y no portátiles, con parche de resonancia o sin él,
tocados con mazos o palillos o simplemente con las manos, que se
emplean para acompañar la danza y el canto. Así el huehuetl
y el teponaztli o teponaxtle de Méjico y Centro
América; la tinya y la huancara, o wankara,
o huancar, del área incaica, de una y de dos membranas,
que las actuales poblaciones del Norte y del Noroeste de la
Argentina conocen con el nombre de caja;
*
el cultrún o
kultrun del Arauco; el pim-pim del Chaco, etc.
El teponaztli es una especie de gran tambor cilíndrico, hecho de
un tronco de madera dura, ahuecado, con incisiones y de dos a
cuatro lengüetas vibrantes, que se golpean con pequeños mazos de
madera revestidos de caucho en la extremidad. Su potente sonido
se difunde a considerable distancia. Su uso es también
tradicional entre los pueblos maya-quichés de la América
Central, con el nombre de tunkul.
El huehuetl es otra especie de tambor, más aproximado a
los tambores comunes, también de forma cilíndrica, recubierto en
la parte superior con una piel preparada especialmente y que se
puede estirar por medio de cuerdas. Se toca únicamente con las
manos, los dedos o los puños. El huehuetl y el
teponaztli eran los instrumentos típicamente usados en las
danzas y cantares de los mitotes.
Parecidos instrumentos de percusión usaban en sus areitos los
taínos de las Antillas.
La tinya o wankara, tamboril de los indígenas del Perú y
Bolivia, está difundida por todo el Noroeste argentino con el
nombre de caja, o caja chayera, por ser infaltable
en las fiestas de carnaval o haya. Cantores y cantoras acompañan
con su son el canto de las coplas. Coplas para cantar con
caja1,
se titula una recopilación de coplas populares de Salta. Y
Fausto Burgos tituló un libro de poemas del terruño tucumano con
el nombre del tamborcito indio: Wankaras.2
En uno de ellos se refirió a un poeta y cantor ciego que
entonaba sus versos al compás de su tamboril inseparable:
Conocí yo un ciego
de cabeza cana,
de labios marchitos
y turbia mirada...
Componía versos,
y al son de su caja
tamborcillo keshua
que llaman wankara
con voz melodiosa,
sus versos cantaba.
Además
de las provincias aludidas (Salta y Tucumán), también en La
Rioja, Catamarca y Jujuy, la caja tiene profundo arraigo,
acompaña el canto y
abre cancha a la emoción de las fiestas populares. Otro tanto
sucede en zonas de Santiago del Estero, donde la caja pone su
conversado ritmo en las fiestas carnavaleras, acompaña vidalas,
anima "telesitas" y "pandorgueadas". O integra pequeñas
orquestas populares, junto al violín y la guitarra:
Ya oigo sonar en los montes
caja, guitarra y violín…
Ay vidalita de los amores,
santas memorias me traen así…3
El
kultrun de los araucanos -pequeño tambor de forma
semiesférica o de cono truncado- suele acompañar, junto con la
trutruka, las canciones de aquellos aborígenes. Asimismo,
en distintas ceremonias, los machis entonan cantos religiosos y
mágicos el son del kultru.4
En ciertas danzas de los indígenas del Chaco (tobas y otros),
con silbidos y cantos en coro, el ritmo está regido por el son
del pim-pim o pin-pin, tambor fijo que conserva su
actitud de árbol, mutilado pero en pie, acompañando las pobres
alegrías del indio.5
Es el tronco de un yuchán o palo borracho, cortado a
cierta altura y dejado en pie, ahuecado luego a manera de
mortero y cubierto en la parte superior con cuero de vizcacha o
de chivo para formar la membrana de resonancia. Otras veces se
lo corta por completo, pero dejándole siempre una sola abertura,
y sirve también de noque.6
Con referencia a los mocovíes, Lázaro Flury dice que "en sus
danzas giran en torno al tamboril y cantan todos juntos. Luego
unos y otros, como si fuera una payada o contrapunto".7
Entre los yakamamarures del Guaviare, en territorio colombiano,
el paiawa –trovador, improvisador, relator, cantor,
portavoz- acompaña sus recitados cantos con la percusión de un
pequeño tambor, quizá del tipo del tamboril tradicional del área
incaica.
Tambores de todos los tipos, tamaños y formas- tambores de agua,
tambores rituales, tambores de señales, timbales y tamboriles-
han sido encontrados en toda América entre los bienes culturales
del indio. Un estudio completo de tales instrumentos demandaría
un grueso volumen. Aquí solo se trata de mencionar algunos de
ellos, los que más directamente se relacionan con el tema
capital de este libro.
* Según el musicólogo Nicolás Sloninsky, el
huancar es un tambor chato de Bolivia y Perú, cubierto por un
parche en ambos extremos, y la tinya un pequeño tambor chato
peruano con una membrana. (La música de América Latina, pp. 354
y 372). Por su parte el musicólogo argentino Carlos Vega indica
que las cajas que se encuentran en nuestro país tienen dos
parches o membranas. “Huancar o Hatun-tinya o simplemente tinya
-dice- llaman en quichua a estos membranofónos. En aymara,
uancara. (Los instrumentos musicales aborígenes y criollos de la
Argentina, p. 133). Por su parte, Julio Viggiano Esain, dice que
a este tamborcito, llamado caja en la Argentina, "en Bolivia se
lo llama con lengua quichua, wankar, y a los de menor tamaño y
de un solo parche se los llama wankara-tinya o simplemente tinya".
Agrega que " según Antonio González Bravo, los tambores, entre
los indios del Perú, se llamaban y se llaman wankaras y
wankaratinyas o tinyas, si se trata de los tambores de forma
aplanada, el verdadero tambor indígena; y wankara si es de forma
alargada". (Instrumentología musical popular argentina, p. 132).
Cf. Félix Molina-Téllez: Tierra madura, pp. 87-91; Ana S.
Cabrera: Rutas de América, p. 98; Rafael Cano: Construcción y
bautizo de cajas chayeras, en Allpamisqui, pp., 131 y ss.
1-
Edición de librería "El Estudiante", Salta, 1951.
2-
Fausto Burgos: Wankaras, poemas tucumanos, Buenos
Aires, 1928.
3-
Félix Molina Téllez: Tierra madura, p. 91, Rosario, 1939.
4-
Cf. R.E. House: Epopeya india, p. 291, Zig-Zag, Santiago de
Chile, 1940
5-
Pastor López Aranda: Excelencias de la flora argentina. El "palo
borracho”, “yuchán” o “samohú”, en la “La Prensa”, Buenos Aires,
18 de diciembre de 1938.
6-
Cf. Dr. Esteban L. Maradona: a través de la selva, pp. 72-73,
Buenos Aires, 1937
7-
Lázaro Flury: tradiciones, leyendas y vida de los indios del
Norte p. 59, Buenos Aires, 1945
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