Con un poco de ilusión
y de lirismo, señora,
calmo la desolación
de mi pobre corazón
que silencia su dolora.
No hallan mis pies otra alfombra
que la del yermo maldito,
y ya el dolor ni me asombra…
En este abismo de sombra
ser águila es un delito.
Pero yo elevo mi frente
contra mi propio pesar,
y en el mal que me resiente
mis manos de combatiente
no saben acariciar.
Bajo el azote imprevisto
del destino siempre fiero,
lleno de entereza insisto
con humildades de Cristo
y orgullos de mosquetero.
No me doy nunca mohíno
a llorar bajo este azote,
que aunque sea adverso el destino
no es más que un triste molino
para mí que soy Quijote.
Me ungió en su gracia celeste
la beatitud estelar,
y no hay dolor que más cueste
ni que más me duela que este
dolor sin fin de soñar.
Mis hermanos nada ven,
triunfa el eterno redil,
y hasta el más lánguido amén
nos deja sin somatén
en la Torre de Marfil.
En un olímpico estruendo
naufraga nuestro arrebol,
y en su naufragio tremendo
con él nos vamos hundiendo
los Nazarenos del Sol…
Y si ya mi corazón
ni se estremece ni llora,
es porque en su inmolación
hay un poco de ilusión
y de lirismo, señora.
1917.