Mi lugar es a veces
un sobrevuelo que me asigno.
Pero también
un espacio pequeño
un despertador a las seis de la mañana
un jefe que siempre llega a horario
unos profesores del siglo pasado
unos años por escalar
unas dimensiones
definidas por los que llegan corriendo
sin saber para qué.
Mi ser aquí-ahí
sigue aplastado por la montaña
y pese a la imponente, absurda, contingencia
los contactos con los días
continúan inocentes. Claros
como los duelos a cuchillo
que ya me canso de perder.