Comandante del Arroyo de la China
del que algunos dicen
era achinado y retacón
al que le bastaron tres años
para armarnos de coraje hasta el final
y los gurises que aprendieron a leer
en las escuelas fundadas
por el oscuro montonero
cuando fue Supremo de la república de Entre Ríos.
Bravísimo soldado caudillo
peleó allá
donde el amor se llamó Delfina
y murió con el pecho al aire.
Carreras armaba “La gaceta federal”
boletín de sumario formato
capaz de contaminar las explosiones
y quienes lo seguían
peleaban
por nada al mes y dos metros de tierra
sus nombres
quedaron olvidados mal muertos
la chamarrita apenas
para el gran valiente don Anacleto Medina
(Si viera esto hoy, si fuera posible
si nosotros
si supiera acaso del sargento borracho
de los generales con olor
si leyera largo de rufianes
en busca de la gloria con métodos feroces…)
Pero vino Ibicuy y mayo del dieciocho
y octubre de mil novecientos diecinueve
y vino al fin la batalla de un minuto
a ochenta leguas de Buenos Aires
la pirámide de mayo
palenque
para hieráticos pelo duro
símbolo de la molestia de los años.
Fueron a poner la mano ardiendo
sobre las secas ceremonias promulgadas
contra los tristes pobres pueblos su dolor.
La peluca
encontró el método propicio
como hasta hoy
las ratas
se hacen solidarias
cuando el piso se les pudre.
Pero cómo pudo usted
cómo pudo creerles, San Francisco Ramírez?