Apurados como a quien
le aguardan asuntos importantes.
Luego de la soledad
nada
sino quizá la extrañeza
de sentirnos vivos.
Nada que oponer
al mercado de prestigios
sino la amargura sin esperanza.
Las sendas que inducen
al susurrar del aire
esa inquieta dulzura
esos silencios
en que las cosas se violentan
ceden, se transfiguran
y traicionan su último secreto.
Ya el suelo está cansado
la puerta bien cerrada
de la vida
en un terreno comunal.
Vaya si la entrada
fue abierta o la forzamos
aún en el perfume del amor
la tejida verde sustancia
el repecho de la crónica
la palabra que acepta morir
como la flor de un solo día.
Alguien prometiendo recuerdos
me invita a su juego
donde otro tiempo
distrae la distancia
y las esencias eternas
parecen recién hechas
de nuevo organizadas, lúcidas
cuando todo parecía sin sustancia.
Juguemos, entonces
a la sangre que te nutre
pero quiero las blancas
estoy dispuesto a pelear por las blancas
ahora en que la memoria
recobró su dádiva
su interrogación compleja.
Ni me sorprende
que en esta hora del asentimiento
hayamos decidido el silencio
el repliegue turbulento.
Recuerdo por ejemplo
con las negras
ahora quiero las negras
el día en que juntos
estallábamos una vidriera
del servicio del norte
y éramos uno para la policía
estábamos juntos
irrumpidos por miedo
la bronca de la piedra precisa
juntos habíamos concertado
hay que matar al rico
y al pobre para que nazca el hombre.
Es lo mismo
la noticia
es que no hay noticias
ya ni solicitan nada mejor
la inmensidad imprevista
la remisión del paisaje conocido
aspirado en el vacío
donde Ella habla de los restos
de las ligaduras invisibles.
Reducidas a un bollo de papel
prefieren el sueño
del que las ha poseído
munido de las ciencias
luminosas u ocultas
marcado el sentido de la diferencia
nadie casi se interesa
por el muerto
desconocido y lejano.