A PROPÓSITO DE OBRA POÉTICA

Para Autores de Concordia, por María Charo Sola

El 16/11/15 se presentó en la Bilbioteca Nacional Mariano Moreno la edición de Obra Poética de Alfonso Solá Gonzalez, en esa ocación la editora informaba: "Con esta excepcional obra reunida se rinde homenaje al destacado poeta Sola González, de larga residencia en Mendoza, lugar donde falleciera en 1975. Textos editados e inéditos, semblanzas, cartas, traducciones, fotos y dibujos conforman esta nueva publicación que supera la 500 páginas y posibilita la revisita, el análisis y la difusión del gran autor argentino."

Su hija, María Charo Sola, tuvo la deferencia de enviarnos un texto por la ocasión.

Hace 40 años. En el 75, una noche de octubre, uno de nuestros poetas, mi padre, se quitó la vida. Lo hizo por amor o por miedo o por valor o por destino o por hacer una broma a sus alumnos mientras dictaba un seminario sobre el Humor en los Velorios en la Literatura Argentina en la Universidad Nacional de Cuyo En aquel tiempo la muerte sobrevolaba el país, las 3A aterraban y mataban también en Mendoza y no hacía mucho que el poeta Víctor Hugo Cúneo se había prendido fuego en la Plaza Independencia al final de una siesta o que Antonio Di Benedetto había publicado Los Suicidas y pronto lo molerían a palos en el subsuelo de una cárcel. Mi padre se despidió en poemas y claves, quiso rescatar su violín y no pudo y nos dejó. Los militares allanaron luego en el 76 nuestra casa, se llevaron cajones con sus papeles y parte de su obra se perdió para siempre. Se lo clasificó como un poeta cuarentista y lo fue, en parte. En 1940 era un muchacho entrerriano de 23 años, rubio, algo frágil al que sus amigos llamaban el Príncipe y que deambulaba por el caserón de los Girondo. Escribió y escribió en lengua pulida y despatarrada, escribió “a perla cerrada” y “con la bomb in man”, escribió enamorado, desterrado e iluminado, escribió en tango, en romancero español, con una pluma del siglo de oro y con los codos, fue neorromántico, cuarentista , surrealista y clásico. Publicó poco y casi siempre lo editaron sus amigos. Escribió y escribió en las márgenes de los libros, en las servilletas de los bares , en los apuntes de la facultad y en los cuadernos de las muchas mujeres que amó y que lo amaron, mientras se dedicaba a desentrañar la historia, a unir opuestos, a releer el mundo y entender. Había sido comunista, nacionalista, peronista y un cristiano de los de la opción por los pobres. No quiso utilizar la poesía como barricada aunque a veces lo hizo, quería usarla para comprender. Habitaba poéticamente la historia. No sabía ajustar un tornillo ni regar el jardín. En este libro están esos 40 años de poesía. Otros 40 años tardamos sus seis hijos y sus muchos nietos en publicar su obra en gran parte desparramada e inédita. Perdimos y encontramos, fotos y poemas, grabaciones, textos a veces transcriptos y pulidos, a veces escritos en cualquier cosa. Gracias a todos los que ayudaron a recolectar y ordenar, a transcribir y a corregir lo que tenemos de su obra. En especial gracias a sus nietas María Redondo y Rosi Gonzalez. Gracias a Jorge Zunino que inició la recopilación hace ya tantos años y gracias a la que más trabajó para que todos tengan estos poemas que son de todos, nuestra hermana menor Mercedes, Pepita. Gracias a la Biblioteca Nacional que nos escuchó y albergó. Gracias a Horacio González. Este libro es también un make in off de la poesía , un jardín lleno de espinas flores extrañas y recovecos, un mar para pescadores. Felices los que se pierdan en sus páginas.