¿Qué le pasa a la lengua que se contrae espasmódica en la trama fónica del poema? “Col”, “de setecientos pés”, “por supués”, “al aire lí”, “en esos docs”, “u tube”, “pa”. Sucede que rumbea hacia el límite orillero de carroñas donde pescan los cuervos, para quien tiene el oído atento: “Sonido a antena/ Sonido a tren que pasa/ y vibra/ en todo mi cerebro”. Y lo que se escucha es un argot, un slang amoroso e imposible, pura invención fraterna: “Toy re piltrafa, amigo/ moqueando, nada raro”. Entonces acento y sílaba coinciden en la descomposición de unidades más complejas (palabras, frases) que poseen significado: “este fermento de larga duración/ me hace rico/ y en el pico/ de abstinencia/ de venlafaxina/ estoy erguido en la ruina/ como los músicos”. La cuantificación métrica, la cualidad de los sonidos, las rimas y aliteraciones, los paralelismos sintácticos, los encabalgamientos corroen el sentido, urden una poética de la imperfección: “Te reuniste con el corte del verso/ hiciste de cada palabra una canción/ y con ella un corazón”. El acento no solo marca una diferencia entre las sílabas, también regula la entonación de la frase, una música más allá del ritmo y el metro. La música de Callero se urde entre chispazos, donde se frota la configuración tonal del verso (a partir del relieve particular de la penúltima sílaba) con la curva melódica que responde al sentido de la frase: “Hoy estuve bien, fui político, estoy/ contento con eso, pero los celos/ me destruyen, no me puedo/ rescatar, hago todas malas/ jugadas, me pierdo, quiero estar/ cerca pero me pongo lejos/ odio/ y quiero destruir/ lo que más quiero/ te quiero”. Como un animal que come con las orejas paradas, el sujeto poético sabe que es “El monstruo de la oscuridad”. Frágil, despojado (“arte y naturaleza, la clave afip/ para afirmar la propiedad/ Dice Rousseau, el puto más bueno/ y quejoso de la historia/ de las ideas/ «El primero que habiendo cercado/ un terreno y se ocupó de decir/ esto es mío, y encontró gentes/ lo bastante simples como para creerlo/ fue el verdadero fundador/ de la sociedad civil»)”, se aparta en sus recorridos de “todos los tontos que cotizan/ sus acres por ley”, de “Todos propietarios de terrenos en regla/ con casas amuralladas de espalda a la calle”, porque lo que se tiene es el territorio (el dominio del tener) y no la propiedad. Con esa única certeza, el poeta escribe para los lectores y también para los no lectores, en su lugar, no porque se vuelva vocero del pueblo, sino porque escribe en lugar de los que nunca lo harán: “Los chicos hacen los mandados/ aparecen lejos/ remontando de entre unos vapores/ otros al pedo tomando sol/ Narcos jóvenes del terraplén/ gente buena/ de familia y trabajo/ de 7 a 16 en el plomo/ de la construcción/ después un recreo con los gallos/ y los perros y los hijos/ la señora”. Callero lleva el lenguaje y la sintaxis a las lindes que separan las palabras de la animalidad, del grito, del canto: “Dejá que todo se desmadre (…) hasta que en el invierno/ se abra camino el cardo azul”.
Poemas de Soledad col
Raine
	Kevin, amigo, estoy emocionado
	¿Sabés por qué amibito?
	Porque tus ojos son tan distintos
	a todos los ojos que vi, inclusive de animal
	que me pierdo, al punto de no querer ser
	más yo, ni mundo, sólo vos, y esa armonía
	donde la realidad se pierde en otra con olor
	a plasticola –Narnia sintética, cuello de pelo
	de león locura, de corazón así de tierno–
	La otra vez, dormido
	metí la nariz en un pliegue de tu brazo
	y aparecí en un jardín oscuro
	donde un zorro merodeaba unas calas
	monogramadas con hilo de plata
	una caligrafía muy fina, con letra de zurdo
	que apenas empecé a leer se deshizo
	con ese mismo hervor siniestro
	que nos recuerda del sueño
	para abandonarnos
	en la almohada
Sólo para decirte
	Toy re piltrafa, amigo
	moqueando, nada raro,
	solo un vacío en mi corazón
	Hoy estuve bien, fui político, estoy
	contento con eso, pero los celos
	me destruyen, no me puedo
	rescatar, hago todas malas
	jugadas, me pierdo, quiero estar
	cerca pero me pongo lejos
	odio
	y quiero destruir
	lo que más quiero
	te quiero
Perrito
	Éste es el poema del perrito
	de los niños que salen al sol
	cuando golpeamos para buscar
	fasito en los ranchos
	que están sobre las cloacas
	Papá, un Señor!
	Serán la una
	el sol recién alcanza a abrir algunas larvas
	sobre los panchos bañados
	que el regimiento
	acapara sobre el Coronda
	y todos los tontos que cotizan
	sus acres por ley
	estiman con un ojo que los pobres no
	pero con el que sí podrían
	por ejemplo
	dispararles, mjm
	Los chicos hacen los mandados
	aparecen lejos
	remontando de entre unos vapores
	otros al pedo tomando sol
	Narcos jóvenes del terraplén
	gente buena
	de familia y trabajo
	de 7 a 16 en el plomo
	de la construcción
	después un recreo con los gallos
	y los perros y los hijos
	la señora. Nada que el que paga
	un analista
	sepa que existe
	Una pared diagonal de ropa tendida
	viene del rancho hasta la punta de la acequia
	y huméa
Pa
	La dimensión es importante, pa, en eso tenés razón
	como lo que decía Sarmiento sobre la Argentina
	“el problema es la extensión”, sólo que a la inversa
	Dos chocándose en la cocina no llegan más que a los gnoquis
	y la mesa puede trepidar como un puente de hierro abajo del cochemotor
	Pero en la costa, pa, en lo extenso, vos brillabas como un metal
	con la arrogancia de los niños, como el basalto del fondo
	del río Uruguay ni bien se saca la piedra
	de la luz ciega del agua a la extática del aire
	con nuestras voces de fondo
	¿Será que te estábamos muy encima?
	En el bote, con tu sombra revoleando la línea
	que me digas todo lo que sabés, de a poco
Tomado de: http://www.opcitpoesia.com
                    Autores de Concordia