TANQUE QUE NO ES DE GUERRA

Publicado en la edición del 22-11-08 del diario "El Litoral", de Santa Fe

“Tanque australiano”, de Marcelo Leites. Ediciones Gog y Magog, Buenos Aires, 2007.

 

Este último poemario de Marcelo Leites comprende tres textos. El primer largo poema que da título al conjunto nos habla de uno de esos momentos míticos en los que Pavese sienta el origen y el aliento de la poesía: una noche en la infancia de luna llena “pegamos la cara en el espejo/ entramos descalzos a la noche/ y sin saber qué esperar/ bajamos al tanque australiano”. Y nos sumergimos en él como en un agujero blanco en el que se concentra toda la realidad y toda la metafísica. Un cosmos, si no revelado por lo menos proyectado: sirenas, la ciudad con sus luces, los poetas admirados, una sinfonía de Mahler y mil discos de vinilo, y los cuarenta años cumplidos en el futuro, una gota cayendo sobre la hierba sedienta, bajando por el tallo del tulipán, una gota como sonido insistente y casi invisible “y cuando empezó a llover/ un elemento indivisible de la música”, lo seco y lo mojado, lo árido y lo fértil, todo en un tanque australiano argentino que no es de guerra pero que hasta podría serlo (“o -al menos- una trinchera”), que no es de guerra sino de agua, un tanque como el globo del planeta y de la existencia. Frente a la loma donde se entroniza el tanque australiano hay un campus militar, con disparos que interrumpen la quietud (“—Son sólo tiros al blanco./ —Pero suficientes como signo de época”); de manera que hasta la realidad más datada y localizada tiene su contingencia en este aleph: “un círculo de agua cristalina/ contenida por paredes de chapa circular y oxidada”, el tanque australiano en la loma.

En el segundo y el tercer poema, Leites manifiesta una suerte de ars poetica. En el primero, el viento, nadador, habla y declara, como el extranjero de Baudelaire, amar las nubes (“que pasan, pasan...”), reconoce que la entropía del conocimiento no nos salva y que “habrá que seguir cantando/ y las voces unidas en el canto/ deberían, al fin, bastarnos”.

El último poema, aún más explícito como programa poético, nos habla de “el jilguero de Leopardi”, que canta sin saber por qué o para qué, que persiste en el canto aunque nadie lo escuche, que canta gozando de su soledad. A partir de Leopardi y de Rilke ése parece ser el sino de la poesía de nuestro tiempo; el canto solitario que debe sobreponerse a todo el pesar por el mundo soñado que no es, por el mundo que podría ser y no es, y que se despliega en un vacío y en ese vacío proyecta y fulgura el Paraíso.

Marcelo Leites es una de las grandes voces de ese Parnaso de la poesía argentina actual instalado en Concordia, Entre Ríos. Nació en 1963 y publicó los libros de poesía : “El margen de la aldea” y “Ruido de fondo”.