A VECES LLEGAN HASTA SAN CARLOS VISITANTES INFORMADOS...

SAN CARLOS, Concordia, en Argentina, julio de 1888

 

Querida hermana:

  A veces llegan hasta San Carlos visitantes informados que pasan por Concordia en viaje hacia el norte o que, por negocios, deben cruzar a la vecina ciudad del Salto Uruguayo y lo hacen por aquí. Me gusta escuchar sus comentarios y, a veces, me demoro en las salas de arriba pretextando tareas mientras ellos conversan con el señor y la señora Demachy.

  ¿Qué quieres? Siempre he sido curiosa y en este nuevo mundo todo despierta mi interés. Sabes que no lo haría de indiscreta ¿verdad?

  Ayer estuvo de visita e hizo noche aquí el Dr. Roberto Lloveras, un sabio galeno muy vinculado con los señores Demachy a quienes conoció en París, cuando fue a perfeccionarse en clínica médica. El Dr. Lloveras es el médico de cabecera de Don Domingo Faustino Sarmiento, un gran hombre, ahora viejo y enfermo, que fue maestro, general y presidente de la República Argentina.

  De él hablaban anoche, admirativamente, los señores Demachy y su huésped.  Cuando oí que lo calificaban de “personaje de epopeya”, quise saber más. Fingí más ocupaciones: serví un vaso de limonada a mi señora, ofrecí más vino de Jerez a los señores, demorando un poco cada gesto. Pero ¡qué pena!, A LAS PONDERACIONES DE LOS DUEÑOS DE CASA EL Dr. Lloveras replicó con una triste noticia: -El señor Sarmiento está muy enfermo. Una afección bronquial crónica, un corazón cansado. El frío, la humedad de Buenos Aires en inverno, es malo, muy malo para los viejos-. Comentó entonces el doctor que él había aconsejado a su ilustre paciente un viaje al Paraguay, país más cálido y más seco.

  ¿Te gustas –como a mí- estos nombres tan musicales? Uruguay… Paraguay… ¡Cómo me divertiría oírtelos repetir! Pero, me distraigo. Antes de volver a mi cocina oí que el doctor decía: -¡Pobre don Domingo! Él no sabe, como yo, que es la última vez que remonta el río Paraná tan lleno de recuerdos para él: San Fernando, con el ferrocarril que él defendió, el Delta del Tigre, cuya salvaje belleza amó; Zárate, con el arsenal de Marina que él fundó; Rosario, la próspera, que conoció camino a Caseros; Diamante y la capital Paraná, en donde estuvo cuando la guerra contra López Jordán..

  La señora Demachy se dio cuenta de que yo estaba pendiente de la conversación y, con disimulada dulzura, me preguntó: -Dauphine ¿qué ha preparado usted de rico esta noche para agasajar al doctor?

  Querida hermana: ¡me dio tanta vergüenza que, tartamudeando algo, bajé a todo correr! Pero mi pensamiento no estaba en las ollas. Preparé, seguramente, algo sabroso y del gusto de todos porque al partir esta mañana el doctor me felicitó y ¡me hizo un regalo! No me animé a pedirle más noticias del ilustre enfermo, pero cuando vuelva el Dr. Lloveras por aquí lo voy a hacer y te voy a tener al tanto. Será como presentarte a un Maestro, a un General, a un Presidente de la República.

  Te extraño mucho, pero cuando te escribo te siento muy cerca. Te abraza.

 

Madame Bec, tu hermana Dauphine.