TEXTO 3

En el río se nada solo y contra uno mismo, me dijo una vez el nadador Ariel Idez. Es absolutamente cierto. También es cierto que el río lo adopta a uno por un rato y lo deja ser parte de su curso. Lo arrastra, lo ayuda y se lleva un poco de uno pero le deja mucho.

Cada vez que salgo del río estoy en éxtasis. No importa si haya hecho un esfuerzo gigante en la última parte de la carrera. O si a la mitad de la carrera me haya empantanado sin saber ni dónde estaba ni hacia dónde iba. La felicidad de haber comulgado con el río dura unos cuantos días. Después sólo añoro volver.