La calle es una prosa dura
sin ningún esmero estético
siga derecho y se llega a la felicidad
con una bolsa de supermercado;
pierda cuidado,
la policía custodia el patio recién barrido
y las caderas de los automóviles,
si el huésped no pierde la calma
en los semáforos.
La libertad es una ama de casa
con derecho a la palabra
y al resentimiento del sábado a la noche.
La clase dirigente digiere gente
con el entusiasmo de un empleado municipal,
con el amor de las fauces de las urnas.
La mañana toca bocina en los corazones
mientras la tarde prueba su traje de muerte,
ajustando el dobladillo de las costureras
para hacer las paces a la luz de las velas.
Los hombres tropiezan
con sus callos y sus sombras
limpiándose la esperanza de la cara
para ensuciarse religiosamente
al día siguiente,
en la eucaristía de las esquinas.
De “Contrapunto pat-AGÓNico”