se quema y se extingue, pero antes el humo
disipa el cuerpo del cigarro
como si esparciera las cenizas de una muerte anticipada
esfumándose lentamente en esa brasa diminuta
que pelea con la noche
así yo también me esfumo, pero antes me quemo
y quemo los restos del día y callo en cada bocanada
para que sean las hojas de tabaco
marcadas por el sol, como mi piel,
enrolladas en su propio destino,
las que hablen al arder y suelten
una delgada señal
de este íntimo incendio a dos voces