Por Fabián Reato

 

Juan Meneguín es poeta y constructor de telescopios. Vive en Concordia pero el fin de semana estuvo en Paraná. Supo que Arnaldo Calveyra iba a estar por estas tierras y no dudó en montar su moto y atravesar la provincia para hablar con el maestro.
 

-Me gusta empezar las entrevistas con escritores preguntándoles qué están leyendo…
-De poesía estoy leyendo muy pocas cosas últimamente, releyendo poesía antigua, a los griegos del helenismo, de Alejandría. Autores, no te podría decir porque en la relectura a veces se mezclan como fantasmas.
 

-¿Es una lectura sistemática o guiada por las ganas?
-Más que nada guiada por el momento, por las resonancias, los recuerdos, por imágenes que uno tiene y cuyo origen se va perdiendo entre poetas y poetas, sensaciones. La terrible presencia de determinadas resonancias, por ejemplo algunos versos de Yannis Ritsos o Elitis. Es decir, aquellos impactos, aquellas murmuraciones que uno ha recibido como relámpagos y han cambiado para siempre el curso de la percepción poética.
 

-¿Lo de escribir es permanente o transitorio?
-Hay veces que es permanente, otras es transitorio. Hay veces que uno pasa mucho tiempo sin escribir, como si estuviera incubando alguna idea, alguna imagen, algún verso. Hasta que el lenguaje empieza a adquirir su dimensión y uno empieza a trabajar buscando otra manera de decir las cosas. Cada texto debe ser superador del anterior, sino no habría evolución y sería una mera repetición de slogans y de ticts y de trampas.
 

-¿Escribís sobre recuerdos, sensaciones, cosas que te pasan o a veces le prestás la voz a otros?
-No necesariamente. Creo que lo más objetivo que uno pueda escribir es la resonancia de una cuerda cuyo sonido está en otra parte, como la mariposa de Pekín. No existe la subjetividad absoluta, como tampoco existe la objetividad absoluta. Son cuestiones que se funden, que se mezclan de una manera muy impredecible
 

-¿Qué relación hay entre escribir poesía y fabricar telescopios?
-Creo que son actividades bastante parecidas porque cuando uno pule un espejo, el que está siendo pulido es uno. Además, un telescopio es un instrumento para mirarse hacia adentro. Quien mira afuera está mirando su propia interioridad. La diferencia entre los verbos mirar y ver es, como nunca, más rotunda en ese caso. El descubrimiento del universo exterior es el descubrimiento del interior. Todo lo demás se puede reducir a términos de mecánica clásica, por lo menos partiendo de la física óptica. Pero es tan fuerte el grado de sorpresa, el estado de ensoñación que no puede menos que cambiarte profundamente como espectador de ese universo.


-Al mirar ese infinito se mira el pasado…
-Siempre. Cuando decimos que un objeto está a tal distancia recurrimos a la metáfora de los años luz, porque no se puede explicar la distancia sino es a través del tiempo. Omega Centauri es un cúmulo globular cuya luz que vemos salió cuando el hombre todavía estaba en las cuevas de Altamira. Sospechar lo que significa eso es un flash, como dicen los gurises. Nos hace comprender la real dimensión del concierto del universo. La poesía tiene también esa función. Anoche, unos chicos citaban a un autor que se llama Kenneth Rexroth y ellos, seguramente, no habían leído un poema de él -porque de otro modo la conversación hubiese sido distinta- que se llama El corazón de Hércules. En la continuación de Hércules hay dos cúmulos, bastante cercanos entre sí, que se los llama el Corazón doble de Hércules. Kenneth Rexroth dice eso, mirando con el telescopio, que en un momento aparta el telescopio y siente que las estrellas cantan un canto que es un canto a sí misma, y todo gira en torno a un estado que los orientales llamarían satori, cuando comprendés que el arriba y el abajo es exactamente lo mismo, que el adentro y el afuera, lo crudo y lo cocido, lo blando y lo duro, lo que permanece y cambia, es todo lo mismo.
 

-Es el infinito del que hablábamos antes…
-Es como dice William Blake, que en un grano de arena se puede mirar el mundo. La poesía tiene la virtud de convertir lo infinitamente pequeño en inmensamente grande.
 

-De Calveyra qué puede decir.
-Creo que Arnaldo, a quienes lo hemos conocido en su regreso al país, nos ha enseñado muchísimas cosas. Es un poeta que enseña. Hay poetas que no enseñan. Él es un poeta de poetas, como a su manera lo fue Juan L. Ortiz. Con su obra se aprende muchísimas cosas y con su persona, más todavía. Hay poetas que tienen una obra encerrada en sí misma sin capacidad de que uno pueda, no digo apropiarse, pero sí trabajar en determinadas cuestiones. Otros, enseñan a escribir. Todos empezamos de alguna manera leyendo a Rilke, de Carta para un joven poeta en adelante. Todos pasamos en algún momento por determinados poetas universales cuya obra no fue una lectura en vano sino que sirvió muchísimo. Creo que Calveyra se enmarca dentro de esa categoría, con una percepción del mundo que se recupera a sí mismo en cada obra, nos deja una palabra reveladora. La imagen de cómo resuelve tal cuestión, si yo lo hubiese hecho de otra manera.
 

-¿Qué te sugiere la palabra compromiso?
-Por el momento no me sugiere nada. Si te referís a un tipo de estética, o de escritura de una época, la poesía social, creo que son tópicos extra poéticos. Toda la poesía profunda es comprometida. Toda gran poesía es social, como la poesía social que hacía Ezra Pound en los Cantos Pisanos. Nadie lo dice, porque Ezra Pound era un poeta fascista. Pero, la pucha, la mirada crítica que hace del renacimiento italiano, la Iglesia, la usura, el manejo del poder y del dinero. Si eso no era poesía social… Me parece que son tópicos bastante gastados.
 

-¿Se puede escribir poesía de cualquier cosa? ¿Cualquier objeto puede inspirar a un poeta?
-Sí, pero la poesía surge de otra cosa. Eso es una excusa, es la anécdota menos interesante. El tema es lo menos importante. Cuando el tema pasa a ser lo más importante, tenemos un poema menor.
 

-De no ser en Concordia, ¿dónde podrías escribir?
-En una localidad que queda cerca de Concordia que se llama Puerto Yeruá.
 

-¿Qué es lo que tiene Puerto Yeruá?
-El río. Para todos los entrerrianos, el río es importante. Transplantás a un entrerriano al desierto de Atacama y lo matás, aunque tenga todos los recursos para sobrevivir.