1980. Nicki es el Capítulo III de la novela “La última voluntad de Su Señoría”
¿Quién coños iba a creer que aquella que empujaba el carro de equipajes, fuera Nicki?
Cientos de pasajeros habían atravesado las puertas de la aduana y venían por los pasillos mecánicos del aeropuerto. Pero... nunca pensó que esa cría, fuera Nicki... Era Nicki?
Nuria se llamaba Nicki desde hacía unos cuantos meses, cuando, durante su estancia en Londres, había decidido cambiar de vida, de nombre y de todo lo que se pudiera cambiar mientras estudiaba el segundo año de filología inglesa.
Era la única hija de Rosa, su actual pareja-novia a escondidas-amante y ella le había pedido que la acercase hasta el Prat para recibir a su nenita que ahora regresaba a casa. La verdad es que no le hacía mucha gracia que le vieran con Rosa fuera del trabajo, pero esta vez, no puso muchos reparos, porque tenía una buena excusa. Debía coger el puente aéreo para asistir en Madrid a una de esas estúpidas y periódicas reuniones de los Magistrados con el recién nombrado Ministro de Justicia.
Los primeros rayos del sol atravesaron los amplios cristales de la sala de espera en la Terminal " B " de la British Airways cuando el display del panel "arrivals", anunció que el vuelo 1235 BHA había aterrizado.
Estaba despatarrado en uno de esos duros e incómodos sillones del aeropuerto y leía los titulares de El País, más cerca del sueño que de la concentración, tal el cansancio que arrastraba de la noche anterior. Mientras, la madre, no veía el momento de abrazar a su pequeña Nuria, y caminaba de un extremo a otro de la sala y encendía cigarrillos que pisoteaba con sus tacones altos tras caladas nerviosas y continuadas. Había olvidado completamente su presencia.
Bostezaba en la página 9 de la sección deportes, cuando el grito de Rosa hizo que sus ojos se apartaran bruscamente del poco encendido relato de la final de tenis en Toronto. -Nuriaaaaaaaaa!!!!!!!!!
Entonces vió aparecer a una jovencita que empujaba con dificultad un pesado carro, desbordante de maletas y paquetes. No era muy alta, el pelo negro, desfilado, corto por aquí, largo por allá… Vestía unos vaqueros desteñidos, viejos, muy viejos, con un par de rajas perfectamente estudiadas a la altura de la rodilla.
Al oír a su madre, soltó el equipaje y corrió mientras gritaba alegremente -Hello Mummy.. ohhh, my luggage was delayed for hours!!!!
Se tiró sobre la mami y ambas se abrazaron durante tanto rato que tuvo tiempo de doblar cuidadosamente el periódico, ir hasta donde esperaba el carro abandonado, y contemplar con cara de idiota aquel abrazo. Estaba completamente fuera de la escena y no se le habría ocurrido interrumpir por nada del mundo tan tierno reencuentro.
Por fin, Nuria soltó a su madre y empezó a gesticular con las manos, mientras Rosa la miraba fascinada.
Y Su Señoría a ambas.
Sin premeditarlo, se encontró en un privilegiado atalaya de observación, camuflado entre la gente que circulaba y el carro de equipajes al que desplazaba con pereza alrededor de las mujeres. Entonces pudo ver a la joven con todo detalle. Llevaba una camiseta color rosa chicle, muy ajustada, con un " I want to fuck you" estampado en las tetas. Podía leerlo claramente a pesar de la distancia y de no llevar las gafas, porque esa hermosa delantera, agrandaba las letras.
Su Señoría no era un Ph. D. en filología inglesa pero cuando reparó en las lolas de la beibi y comprendió la frasecita, sintió que la parte baja del vientre empezaba a arderle. Y ese era un síntoma inequívoco y una premonición absoluta. El desastre se avecinaba.
Así que, antes de que las cosas empeoraran, decidió interrumpir la charla. Después de todo ya era hora que Rosa (y Nuria, qué diablos) reparasen en su presencia. Avanzó por detrás para contar con el factor sorpresa a su favor, pero entonces sintió el segundo impacto: en el pantalón vaquero de la recién llegada, se dibujaban otras dos enormes rajas, que dejaban ver parte de la blanca piel, justo debajo del hermoso culo de la nena.
-¡Uff.... qué fuerte está!- pensó, mientras seguía avanzando a pesar de los golpes recibidos bajo la línea de flotación. Apareció justo al lado de la madre, como si nadie lo hubiera invitado, y Rosa, un poco sorprendida al recordar que no había venido sola, le pidió disculpas y procedió a las presentaciones de rigor.
Pero Nuria le quitó la palabra, se adelantó, se le tiró al cuello y dijo con voz desenfadada: -Nicki, nice to meet you, y le plantó dos sonoros besos en las mejillas (largos, demasiado largos, pensó, y cerca, demasiado cerca de los labios, también pensó) al tiempo que hacía chocar sus tetas juveniles y tensas con el pecho de Su Señoría.
No articuló palabra, y con las mejillas todavía mojadas por los besos, se dedicó a mirar el eye liner negro todo corrido en los enormes ojos verdes, que se destacaban aún más en la tez blanca de una piel finísima.
Al principio ni se dio cuenta porque el saludo fue casi un cuerpo a cuerpo. Pero cuando aquella cría se alejó medio metro e inició una nueva frase, descubrió algo que brillaba dentro de su boca.
Ahora fue la madre la que tomó las riendas disculpándole y explicando que era Juez, pero que no hablaba ni entendía una palabra del idioma de los lores y los comunes.
-No importa... seguro que nos vamos a entender, dijo Nicki mientras le miraba la polla con tal descaro que él sintió que empezaba a enrojecer. La beibi caminó hacia el parking de la mano de su madre, moviendo el culo a través de aquellas rajas. Y Su Señoría se quedó un poco más atrás, pareciéndose más que nunca a un boxeador que había recibido un fuerte gancho en el último segundo del décimo round. No sabía cuál era su rincón.
El lunes siguiente fue un día de mucho trabajo. Su Señoría aprovechó los privilegios de su rango, se escapó un par de horas antes con una excusa cualquiera y llegó a casa de Rosa calculadamente temprano. Sabía que su amiga tardaría todavía algún tiempo en terminar de analizar aquellos expedientes que él mismo se había encargado de transferir a su Secretaría, a una hora adecuadamente inadecuada, y con orden de resolución en fecha.
Intentando disimular su ansiedad por ver a Nicki, subió por el ascensor sin avisar en el portero automático, y un poco nervioso tocó el timbre del Ático Primera. -Tal vez haya salido a pasear. Sería lo mejor, porque esto es una locura-, pensó delante de la puerta. Pero no fue así. Nicki abrió sin preguntar quién, y dijo con voz dulce -Is so great to see yo again…Come in, please!
Y Su Señoría volvió a sentir que le subían los calores.
Llevaba apenas un vestido de gasa blanca, tan transparente que la totalidad de su cuerpo podía verse al través, desde los pezones sonrojados de sus tetas, sobresalientes y casi amenazadores, hasta el provocador triángulo de su coñito negro. No pudo disimular el calentón, la fiebre, su locura y se quedó como un idiota mirando al suelo. Entonces advirtió que Nicki tampoco llevaba zapatos, andaba descalza, con las uñas pintadas de un rosa brillante y algo que parecía un aro de plata en el índice del pie izquierdo.
Aquello era demasiado, no estaba acostumbrado a tanta sofisticación, y a pesar de su experiencia, se sintió en clara desventaja ante esa cría que apenas llegaría a los 22.
Intentaba recomponer su ejército cuando Nicki se aproximó, y como en el aeropuerto, le plantó otros dos besos. Dos. Igual de mojados. Igual de largos. Pero aún más cercanos a la zona de peligro. La infantería quedó diezmada en tres segundos.
Come in -volvió a susurrar-mi madre debe estar a punto de llegar. Quieres algo para beber? preguntó mientras caminaba hasta el living, arrastrando de la mano a Su Señoría, que se dejó caer en un sillón. El esperó uno de los dos vasos de whisky que Nicki preparaba, y finalmente emitió un gracias que no llegó ni a un centímetro de distancia de su boca.
-No tienes calor? le preguntó -Estaba preparando un baño hindú. Jeff dice que es lo mejor en estos días de bochorno... Has oído hablar de ello alguna vez?¿Por qué no lo pruebas? sugirió, con su cabeza apenas inclinada y terminando la invitación con la boca entreabierta.
Entonces sí, ahora logró ver la pequeña piedra roja que brillaba en su lengua. Un diamante incrustado justo ahí. Y ella se divertía con la cara de susto de Su Señoría.
-Come on, no voy a comerte!
Dios sabe de donde sacó fuerzas. El caso es que siguió a Nicki hasta el baño. Sabía de sobra el camino, que ahora estaba iluminado con velas rojas a ambos lados y había un penetrante olor a marihuana y a sándalo. Nicki comenzó a llenar la enorme bañera redonda con agua muy caliente, mientras vertía, cuidadosamente dosificados, una combinación de aceites, hojas, pétalos y esencias encerradas en diminutos frascos color ámbar. Bailaba muy lentamente alrededor de la bañera. A veces quedaba oculta por los vapores, como si fuera un indio rondando su hoguera, una bahiana alrededor de los fuegos templadores.
Su Señoría miraba entre los humos los sugerentes movimientos del cuerpo, y ahora iba a dejarse llevar, había perdido todo el control, embriagado por una música que no había escuchado en su vida, seducido por el olor a marihuana y el vapor del agua que hacía brotar los eflujos de aquellas pócimas y que ya habían empañado todo el baño.
Allí adentro ya no se veía nada entre tanto humo, pero advirtió que Nicki se arrodilló y empezó a remover la mezcla con sus manos, dibujando espirales en aquel fluido aceitoso.
-El truco está en remover, sabías? dijo acercándole a la bañera, y metiéndole mano, casi al descuido, acariciándole la polla.
El Juez estaba al borde del ataque. Las palpitaciones le arrancarían el corazón de su lugar si no lograba detener rápidamente esta locura. Además sudaba profusamente y su aspecto era ya el de un enfermo terminal contagiado de fiebre amarilla.
-Desvístete, y date un baño. A mamá no le va a gustar verte tan desarreglado, dijo Nicki antes de abandonar la zona, levitando hasta el camino trenzado por las velas. El se tranquilizó al ver que aquella cría se iba de una vez por todas, y se desvistió rápidamente. Se entregó al baño hindú, y ensayó algunas respiraciones aliviadas. Supuso que debajo del agua, entre pétalos y vapores, Nicki no advertiría que estaba completamente empalmado.
-Madre de Dios-pensó... y Rosa a punto de llegar!!
Justo después del tiempo necesario para que se relajase, pero no lo suficiente como para que se le pasara el calentón, reapareció Nicki, la piel completamente blanca del año londinense y un velo rojo cubriéndole la cabeza, en medio de vapores y fumatas. Dió vueltas hasta situarse a sus espaldas, y casi sin mover el agua, penetró en la bañera, las piernas abiertas a ambos lados, colocando las caderas y su coñito a la altura de la lengua de Su Señoría. Se inclinó y en esa posición comenzó a masajearse suavemente, buscando el punto abrasador y el hueco donde se le escurrían los dedos dentro del cuerpo. Una vez que se excitó lo suficiente, una vez que estuvo húmeda, lubricada y erizada, ofreció sus dedos al gusto de Su Señoría, indicándole con un leve movimiento que ahora, ya no podría escapar, y que además había empezado su turno.
Él bebió el cáliz que Nicki le ofrecía besándola y hurgando suavemente con su lengua, se esmeró en buscar como nunca antes había buscado en los ángulos de ninguna mujer. Ella se movía arriba y abajo, y le ayudaba a encontrar el lugar, el punto exacto, jadeando y arqueándose. A esta altura, Su Señoría estaba tan enhiesto como un cohete a punto de despegar, ahí debajo de los pétalos de rosa, de las hojas, del aceite y del agua color Ganges.
Cuando Nicki estuvo a punto de correrse, paró la faena y cambió de posición. Lo controló justo a tiempo. Entonces se metió en el agua, y se sentó detrás de Su Señoría, que ahora sólo sentía los vellos rozándole el culo. Pensó o no pensó, quién sabe, el hecho es que ya no aguantaba más. Explotaría en cualquier momento. Pero el destino aún le tenía preparadas algunas trampas. La pequeña se untó las manos con aceite de sándalo, y empezó a acariciarle la polla debajo del agua, mientras lamía con besos húmedos su espalda. Su Señoría sintió por primera vez aquella piedra roja rozar la piel mientras las manos suaves de Nicki se deslizaban arriba y abajo. Estaba completamente empalmado y no podía dejar de pensar en esa boca, en esa lengua, y en ese diamante, que en todas las imágenes, estaban comiéndole la verga.
Ella debió haberle leído el pensamiento, porque le pidió que se sentara en el borde de la bañera, apoyando su espalda en la pared. Se arrodilló dentro, abrió sus piernas que colgaban y empezó a recorrerlo con su lengua mientras masajeaba con el fluido aceitoso la parte interna de sus muslos.
La piedra roja daba pequeños golpecitos en la hirviente cabeza, le rozaba el glande, le hería, lo alargaba, lo recorría de nuevo, le hacia doler, le irritaba terriblemente y le daba un placer no experimentado nunca antes. A duras penas podía abrir los ojos, y adivinaba la espalda cóncava de Nicki. Un tatuaje en el culo fue lo último que vio. Después, ya no pudo saber nada más, sólo se preparó para correrse de una vez por todas, jadeando y gritando como un loco mientras Nicki acariciaba ahora su propio cuerpo, se untaba con el esperma mezclado en el baño hindú, un ingrediente infaltable en la fórmula, y se corría con él, en un único y apagado grito, en el mismo momento en que se contraía en estertores y sus manos lo soltaban porque esas manos ya habían dejado de pertenecerle y se habían transformado en alas.
Cuando ambos volvieron a la tierra, Nicki le indicó con sutiles mensajes, que el rito requería al menos dos minutos más dentro de la bañera. Esta vez se sentó frente a él con sus piernas rodeándole la espalda. Le miró tiernamente a los ojos durante unos segundos, le besó delicadamente, introduciendo su lengua y rozando cada recoveco de su boca con el diamante rojo.
Luego salió de la bañera y una vez más, levitó iluminada por las velas. El todavía estaba empalmado, flotando en el Ganges, pensando que un toque de sofisticación londinense y misticismo hindú, no le vendría nada mal a su lista.
Poco después de haber tomado la decisión de incorporarla al listado, se oyó un portazo y una llamada.
Nuuuuriaaa, estás en casa?