De Constelación (2007) / Antología incluida en "América en Bandadas".
Este poema fue publicado en el Boletín de SADE "A tiempo", N° IX, Año III, C. del Uruguay, Entre Ríos, 2006, pp. 13 y 14.
In memoriam Margarita Magdalena Paredes.
El Gualeguay hace de lo mío un lila quieto. Distinto.
Es esta sed ajena que de mí se sacia.
Es una cinta de bruma y de celestes manos anudándose al Bergara y la pena.
Es gruñido y fango y pedregales.
Es vocabulario de siriríes, guazunchos, estaqueadas pieles, néctares y mieles.
Es un ágata descuartizada imitando al lapislázuli
(llorándose no sé qué escamada plateada estirpe).
Es río de muchas delgadísimas palabras y de poca poquísima estatura.
Por eso ni siquiera sé si sabe
y disfruta de la frescura del agua.
Y aunque es el alba
quisiera que sea la tarde y sus últimos fuegos.
Al final también quisiera que algo de lo mío si algo queda
vuelva al principio, digo al Bergara
o se ahogue o se deje colgando o soñando
en el límite en que el Gualeguay se olvida para siempre del Gualeguay
porque allí, justo allí, algo de él y de lo mío
anhela elevarse y aunque sea canto, no puede, no puede…
De él sabe un óleo de Carmelo Romero, el conde del Gená,
la reducción de Cayastá y la húmeda desnudez de Josefina.
Y nadie lo ha visto como Emilio lo mira desde el fondo. Sin palabras.
Fue el límite o la alambrada de “La Genovesa”
y más allá, se amontonó la infancia como un cardumen de sueños,
como una nochecita estrellada.
De él, insisto, dice el nacimiento de Emilio,
que fue un hombre distinto. También dice su muerte.
Nada duele tanto
como un río escondido en la memoria,
como un río de poca poquísima agua
que comienza a desbordarse.