LEJOS DE TODO MEDIODÍA

Ya sabés, amiga,

que los sueños tienen algo de lo que no vemos

de lo que quisiéramos entender

como un material transparente pero esmerilado

que cuando una se le quiere acercar para tocarlo

para sentir su contextura

su tibieza

la profundidad con que está hecho

abre sus colores en un tornasol que ciega y te deja

como agotada

confundida y sedienta,

y querés saberlo mejor

querés volver a tocar la superficie del sueño

rearmar los pedazos de imágenes que van quedando como sedimento

como partes rotas de una foto vieja

rearmar lo que de a poco

con las horas de la mañana

se transforma en polvo colorido y un cascabel sonando cada vez más lejos.

Por eso quiero contarte, amiga,

antes de que el mediodía lo sople definitivamente,

que te soñé en el barrio de nuestra infancia,

en una vereda que ya no me pertenece,

frente a la casa de Sole,

que ha muerto hace tanto,

eterna y bella y joven como una diosa pequeña y solitaria,

ahí estábamos las dos por ir a no sé dónde.

Yo te mostraba un jardín de flores altas

más altas que vos,

y una hilera de vestidos que yo guardaba para nosotras

vestidos de bailar

para ser bellas y eternas como Sole

antes de que nos lleve la muerte a otro tornasol que tampoco sabremos tocar.

En un jardín de flores

en el barrio de nuestra infancia

fuera de nuestras casas

un jardincito nos proponía una danza que ansiábamos bailar

y sonreíamos como dos chiquilinas que van a jugar el juego de ser otras

de colgarse vestidos largos para ir a no sabemos dónde

antes de que venga el tiempo.

En el fondo de todo hay un jardín

ahí está tu jardín,

talita cumi.

Ahí está nuestro jardín

lejos de todo mediodía.