Sr. Rector da
No he podido dejar de pensar en estos últimos tres días, que he nacido 25 años antes de que se popularizara la televisión color. Y algo más, que fue un problema a mi llegada a Barajas: durante más de la mitad de mi vida, las maletas no tenían ruedas.
Lo que quiero decir, es que en todos hemos recorrido un largo camino antes de llegar aquí, simplemente porque hace mucho que estamos caminando.
Es obvio, que muchos de quienes cursamos este master deberíamos estar más preocupados por la jubilación que por títulos académicos. Entonces, ¿porque aún a nuestra edad, hoy estamos aquí? La respuesta es sencilla: porque aun nos interesan los desafíos. Por saber. Por sorprenderse a cada día. Por aprender. Y claro, por encontrar gente que sabe más que uno.
Hay encadenamientos de hechos, que nos han traído hasta aquí. Sólo conozco parcialmente los míos, que son muy poco importantes. Pero imprescindibles para mí. Conocer esa cadena, podría ser la única forma de explicar(me) porque he llegado aquí.
Creo que he llegado y hoy estoy aquí, porque mis padres, hace 41 años, me llevaron a una oscura estación de trenes, y mirando hacia el punto del oeste, me dijeron: hijo, para aquel lado queda tu futuro y tu destino. Mis padres -ellos- que siendo simples trabajadores y gente enamorada del teatro en un pueblo, me enseñaron sin decirlo, que se podía vivir una buena vida sin demasiadas posesiones. Recuerdo perfectamente la escena en la estación de trenes, recuerdo la valija negra que llevaba en mi mano derecha, y recuerdo la oscuridad de la noche en el tren.
Creo que hoy estoy aquí, porque durante mi carrera universitaria, tuve la increíble suerte de conocer a quienes serían por años y aun los son, mis amigos de las luchas setentistas. Y estoy aquí por haber tenido la gran suerte de lograr esquivar tanta metralla en esas épocas. Estoy más que seguro, nadie de nosotros cree en lo que dice la canción de Ismael Serrano, acerca de “que la derrota fue muy dura y que al final todo da igual”. Para nosotros no ha habido derrota, sino solo un rumbo zigzagueante, en el camino hacia un futuro luminoso. Con ese grupo que viene de la Facultad de Medicina de Rosario tuve la suerte de compartir una buena parte de mi formación, y de ellos aprendí que la honestidad en función pública era una obligación de los dirigentes, y que soñar y pensar en un mundo mejor, lejos de ser un estilo diletante, era una forma imprescindible de transcurrir la vida.
Creo que hoy estoy aquí porque como mis hijos –hoy mismo– he querido ser estudiante y no sentirme mas que responsable de estudiar , de aprender, de tener sed, de desvestirme de toda conciencia, y entregarme al saber de los demás .
Creo que hoy estoy aquí porque hace apenas unos 14 años, conocí a una chica española que trastocó mis ideas sobre el amor, que doblegó mis defensas, y que impactó misiles bajo mi línea de flotación.
Ella fue la que hizo temblar la tarde
Ella, fue la amiga de Miguel Hernández
Que me hizo recordar la fiesta antigua
Y ella fue quien me obligó a pedirle a Machado
que lo celebre en el hoy del aire.
Fue a ella , a quien le pedí que no me pida
que mi piel
no sienta el agua
salada de su piel
cuando amenazaba
con quedarse conmigo
en la piel de la raza fundida
de la negra mistura de Cortés
de la terraza perfecta
pirámide
quetzal
Ella,
la que tuvo la ocurrencia
de vestirse de viña, de vino,
justo ese día por la tarde
y por ella también estoy aquí
Por ella también estoy aquí, pero en esta emergencia, también estoy aquí, porque en la marcha de un autobús me designaron sin demasiada asamblea, representante de mis compañeros, para decir alguna cosa. Y creo que debo decir una sola cosa más:
Todos estamos aquí, por una sola razon : EL PRIVILEGIO.
Hemos tenido el privilegio (puro y duro privilegio, en el mas claro sentido) de poder estudiar, compartir, discutir, viajar, escuchar, aprender, sobre cuestiones de la gestión de la salud.
Y como siempre sucede, este privilegio se acompaña ahora de una obligación: la de volcar este conocimiento a favor de nuestras castigadas poblaciones. No ha de ser un discurso, una mera palabra: ha de ser una tarea diaria, cotidiana, continua. Apenas una pobre compensación al privilegio que nos ha otorgado la vida y nuestro pueblo.
Volvamos ahora a nuestras ciudades, y demos la batalla por lograr hacer, las cosas que hay que hacer. No debe haber barreras ni excusas que nos impidan trabajar en esto. Ninguna razón es buena para no tratar de mejorar la salud de nuestra gente. Tal vez será menos romántico que en los setenta. Quizás no cambiemos el mundo. Pero tal vez podamos mejorar el pequeño entorno que nos rodea.
Entonces, no habrá sido inútil.
Muchas Gracias
Dr Enrique De Michele