POR SUSANA GIQUEAUX

“Me llegan tres libros de poemas (“El Cosmos Chané de Luisa Pereyra”, “De los Itinerarios” y “7 Poemas”). Puedo decir que desconocía la poesía de Luis Alberto Salvarezza y estos poemas fueron una revelación. No es un artículo el que puede dar cuenta de la obra de nuestro autor: necesitaría un estudio.

            Nutrida de literatura clásica francesa, inmediatamente hice una asociación con Saint John-Perse no por cierto comparando el estilo del autor francés, que escogió la prosa gobernada por el alejandrino y octosílabo, que traducen la aproximación espontánea a un mundo raramente tratado hasta ahora aunque no obstante perfectamente vigente: “Lo nuestro es lo que hemos perdido/ y extrañamente lo que perdura”.

            Esa súbita aproximación se me dio sobre todo en la similitud de vocablos referidos a dos mundos distintos que dan esplendor al verso tanto como a la prosa.

            La poesía que se da aquí es el reflejo del mundo y la realidad del autor, de una realidad transcurrida en su juventud que resurge objetivada a través de una expresión que la realidad crea y da vida a una versión original y sugerente: “Es el caballo de Luisa el que relincha entre brasas y galopes”.

            La poesía es una manera de vivir, de existir, por eso impresiona esta forma. Sin dudas estamos ante un autor intelectual provisto de una gran cultura, que no le impide la posibilidad de conmoverse con lo más ínfimo, dar valor al menor roce de las cosas. Es que Salvarezza, al igual que el gran intelectual Valery, es también poeta en sus más hondas raíces. Escuchemos estos versos que de hoy sólo tienen la apariencia porque están dando la idea de un porvenir mejor entendido: “Esos corazones no querían poder ni victoria/ sólo su lugar o espacio de latido”

            La sintaxis tiene poco lugar en esta poesía rica en vocabulario. Se da por descargas verbales que revelan un acuerdo profundo, orientado constantemente hacia un mundo interior inefable, sugiriendo lo que no podría formularse de otro modo. Pueden ser más que símbolos, y pueden hacer participar al lector en lo esencial del ser: “Y fui guijarro follaje ápice o cóndor/ rito o brasa, una máscara de piedra filigrana tatuaje cuenta perla”. O bien en el magnífico poema que sin describir deja adivinar el dolor de los pueblos de América: Atahualpa y Pizarro. Después de estos nombres, sartas de vocablos de los que extraemos algunos: penacho, espiga, mazorca y cacharro, amalgama, resignación y canto, no dejan duda sobre el significado que quiere darle el autor. ¿ Quién diría qué esencia volátil, flotante, inasible, no refleja América?.

            Los vocablos que va enhebrando Salvarezza no se fugan de la realidad, pueden para los contemporáneos ser una lección de estilo y a la vez instaurar un gesto nuevo.

            Este poeta, al referirse al espacio y al tiempo, al pasado y al presente, la nada y la muerte, se define en los Itinerarios como lo más humano que posee. El poema se eleva como un canto desnudo, pero sus raíces se hunden en su vida sentimental y afloran en su poesía. Para quien sabe escuchar, no hay duda que quien habla es su propia alma”

 

  Susana Giqueaux, C. del Uruguay, 30.10.1997.