“ROJO DE VAPOR” Y LA POESÍA DE VANGUARDIA EN EL PARAGUAY, POR MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ

Cuando en 1990, en ocasión del concurso de poesía “V Centenario”, convocado por el Centro Cultural “Juan de Salazar” y el Instituto de Cooperación Iberoamericana, leí, en mi condición de miembro del jurado, los poemarios presentados al mismo, me quedé impresionado por el nivel bastante alto de la mayoría de los trabajos. Eran diversas expresiones que iban desde los poemas intimistas y testimoniales, pasando por alguna manifestación enraizada en la cosmovisión mítica guaraní, hasta algunas experiencias afines a las vanguardias poéticas de este siglo. No fue fácil otorgar los premios. Finalmente optamos para el primer lugar por Rojo de vapor y otros poemas, que resultó ser de un joven poeta nacido en Argentina y residente en el Paraguay: Jorge Montesino. El segundo premio se le dio a un libro de Gladys Carmagnola, autora ya conocida en nuestro medio, y creímos necesario no dejar de mencionar otra expresión valiosa, Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales.

El primero y el tercero eran coincidentemente, intentos de “poesía experimental”, por decirlo así para simplificar.

En realidad, este tipo de poesía no había sido realizado ni con frecuencia ni con intensidad entre nosotros, salvo raras excepciones. ¿Significa esto que los movimientos de vanguardia, esos “movimientos de ruptura” con el orden poético tradicional, no fueron conocidos en el Paraguay, sino muchos años después de su aparición (me refiero especialmente al futurismo, el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo, etc.) cuando, en un momento de asimilación de los valores tradicionales y modernos, los creadores del ’30 y del ’40, para limitarnos a nuestro ámbito lingüístico, imponían unos estilos poéticos de rigurosa y profunda expresividad, como García Lorca, Guillén, Salinas, Dámaso Alonso, Cernuda, Aleixandre, Miguel Hernández y otros? Así lo creía hasta hace no mucho tiempo, cuando inicié una investigación en los archivos y bibliotecas del polígrafo hispano-paraguayo Viriato Díaz Pérez y el poeta José Concepción Ortiz para verificar la recepción que habían tenido las literaturas modernas en el Paraguay. El primer resultado sorprendente fue que movimientos como el futurismo —ya comentado por primera vez por Rafael Barret en 1909—, el cubismo, el creacionismo, el ultraísmo español e hispanoamericano estaban perfectamente documentados a través de recortes periodísticos, libros y revistas de las tres primeras décadas de este siglo, como Creation, Grecia, Ultra, Cervantes y Nosotros, con los diversos textos poéticos y manifiestos de Marinetti, Vicente Huidobro, Guillermo de Torre, Gerardo Diego, Jorge Luis Borges, Juan Larrea y otros que con el correr del tiempo adquirirían vasta notoriedad. Algunas de estas publicaciones las recibían Díaz Pérez y Ortiz a través del Archivo y de la Biblioteca nacionales, de las que ambos fueron directores, respectivamente.

Pero la creación poética misma no accedería a la modernidad en el Paraguay sino en la década del ’30, en la producción de Josefina Plá y Hérib Campos Cervera y, un poco después, en la de los integrantes más jóvenes del grupo del ’40. Entre éstos, se caracterizaba por su propensión surrealista Óscar Ferreiro, que no reuniría en volumen sus Poemoides, sino ya en la década del ’80. La poética de la generación del ’50 estaba más cerca de la de Miguel Hernández, el Pablo Neruda de Canto General, Nicolás Guillén y Rafael Alberti, que de la poética de las primeras vanguardias europeas y americanas. Excepciones fueron algunos libros de Rubén Bareiro Saguier (Biografía de ausente, 1964) y Elsa Wiezell (Eco tridimensional, 1968, y Poema ultrasónico, 1969) publicados en la década del ’60. La poética de la generación siguiente, la del ’60, si bien se propuso romper con esta tradición estética mediante una expresión concisa y desgarrada, sintonizando las tendencias afines de la poesía hispanoamericana coetánea, no se inclinó tampoco hacia la experimentación. Sólo a fines de esta década o a principios del ’70 apareció una voz que podría incluirse entre las de tendencia experimental: me refiero a Carlos Hempel, ganador de la segunda edición del Premio “René Dávalos” de Poesía, con un libro de afinidades surrealistas que ha permanecido sin publicar hasta ahora. Posteriormente, ya en la década del ’80, Jorge Canese ha intentado cierto tipo de poesía experimental.

Ese es, a grandes rasgos, el panorama poético en que viene a insertarse el libro Rojo de vapor, de Jorge Montesino, así como Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales.

Pero el contexto artístico de la obra de Montesino no es sólo el del Paraguay. Ella se inscribe más bien en la gran tradición de vanguardia cuyos hitos fueron el cubismo, el creacionismo de Huidobro, el ultraísmo y el surrealismo europeos y argentinos.

Estos son, en sentido estricto, apenas puntos de referencia para situar estéticamente el libro Rojo de vapor. En su unidad dicho poemario se caracteriza por la expresión “multilateral” —como la llama el propio autor en una especie de epílogo del volumen—, es decir, una totalidad compleja en que concurren la lengua coloquial, imágenes, recuerdos, referencias intertextuales, en una especie de contra-discurso que recupera las propuestas vanguardistas en una clave estética muy actual.

“Poesía multilateral —dice Montesino—: descontextualizadota, enriquecedora por método, lenguaje y contenido, competidora leal de productos, ciencias e ideologías, experimental, conocedora, caótica, mirando y mirador a la vida como proteico devenir (Borges). Cada palabra de este método-teoría-experiencia-invento posee valor por sí misma, por concepto, sonoridad, significado, emoción y relación con las demás. Esto permite acentuar en la forma sin descalificar contenidos que a veces resultan esenciales, aunque el tema de la poesía multilateral linda con el tema exclusivamente literario y con la musicalidad-ritmo-asonancia”.

Señalo, por último, en Rojo de vapor, la concepción global del poema-texto-habla en que se reúnen elementos múltiples, unificados por una poética dinámica y generadora —en cuanto base de la producción artística individual— de un universo pleno de significaciones no ajenas a los referentes vitales. Creo, entonces, que Jorge Montesino ha hecho una valiosa contribución al proceso de nuestra poesía actual.

 

Asunción, enero de 1992.

 

Texto publicado en el Suplemento Cultural del diario ABC Color

el domingo 26 de enero de 1992.