¿Qué has hecho, Sándor, de tu vida?
La voz nocturna, orillas de la muerte,
me llama así por el antiguo nombre
con que vine de Hungría. Entonces era
mañanera la desesperación.
¿Qué ha de hacer con su vida un artesano,
un carpintero que viene a América a probar fortuna?
No me senté a llorar ni a acordarme de Sión.
Tenía el taller al lado de la casa.
Ganarse la vida no era fácil.
Los chicos enderezaban los clavos viejos.
Ahora estoy en un hueco de la piedra:
no hay bastante tierra en el gran país
para que puedan descansar mis huesos.
No se levantará para mí el sol
como aquella mañana en el puerto,
o como en aquel otoño ventoso
con mi nieto en los brazos.
Pronto no habrá quien sepa
que una vez alguien fui sobre la tierra.
Este aire de la noche
haría bien en callarse y no ultrajar mi tumba
con sus grandes preguntas sin sentido.