REGRESO A CASA

 

                                                              Sit tibi terra levis

 

Fragmentos de existencia, pulverizadas imágenes convergen,

conviven confundidas en el momento de la música,

allí suena la cítara

enredándose en sánscrito o en ceniza,

veo los ojos de la niña débil

juntando caracoles en la playa

o veo el corazón de un buey bajo el cuchillo,

el corazón del viejo donde acecha el infarto;

veo al viejo en el auto, lo detienen, le piden

Documentos, los busca, los ha olvidado,

debe dejar el auto, tienen que comprender,

ya no está ella para recordármelo,

pero ellos no lo comprenderán

y este viejo son ellos dentro de veinte años:

 

desperdicios de vidas, la mirada sin rumbo

de ese que sale solo de una iglesia vacía,

la voz azul de la muchacha débil

cantando sola entre los muertos,

la paz de la alta noche cuando todos se han ido

y ella no canta ya, la verdad de la nada.

 

Frases, restos de frases, imágenes caídas,

desperdicios de idiomas y de existencias

viviendo confundidos en el momento de la música,

enredándose en él como un murmullo desatinado,

queriendo decir algo o queriendo

explicar la razón de ese llanto estúpido

(no hay gracia alguna en el llanto de un viejo,

es como un chico a quien le quitan la gracia:

Dios le ha quitado la gracia, es el desgraciado

que vuelve a pie llorando hasta su casa

donde nadie lo espera,

sólo ese corazón en la heladera

y la sartén sobre la hornalla sucia

y la gran casa).

 

La tierra sabe más ahora de ella

(allí se pulveriza la existencia

sin imágenes ya donde la música conviva con el mundo).

No está baja la música, es que el mundo está alto:

no escucho el llanto del que queda,

sólo el silencio de la ausente.

 

Tierra, sé leve para ella.

Pesó tan poco sobre ti.