MEDIA TARDE


La gata blanca espera en vano
el gorrión que corresponda a su boca.
Escucha los sutiles ruidos
de la siesta.
Mira.
Leo una carta vieja de mi padre.
Las raíces no tienen ya fuerza
para abrir nuevos canales
en la tierra.
Y encogen sus tentáculos
en el otoño que se inicia.
Un sol débil entra por la ventana
hasta mi brazo
y agazapado para el salto
me abandona
como los gorriones y vuela brevemente
por el cielo.