A mi padre
Ahora me parece que no pasa
el tiempo del dolor, y detenida,
incrédula, retorna y se acompasa
la escena de la eterna despedida.
Los dos en la estación, las grandes ruedas
que se mueven, el gesto de la mano...
Un año se ha cumplido sin que puedas
irte de allí donde te busco en vano.
¿Cuándo vas a volver? Ya sé que nunca.
No hay milagros así. Y el tiempo miden
las agujas, y el duelo ahí está siempre
regresando: tu voz, tu vida trunca.
Cuando los que se quieren se despiden
es mejor no saber que es para siempre