Querida:
Anoche te he visto por la calle con una joven que te pasaba el brazo por el hombro. Mientras afronto mi sorpresa y mi disgusto, no puedo menos que pensar en el ridículo que haces al lado de una muchacha que puede ser holgadamente tu hija. Ya en el comienzo de nuestra relación -que tantos buenos momentos me ha dado y en la que a mi vez tanto creí darte-, me disgustaba que no te separaras de tu marido y que mantuvieras relaciones con gente que parecía interesarte tanto o más que yo. Veo que no te comprendo ni te he comprendido nunca; que hemos estado separadas por un abismo imposible de franquear. No me busques más, respetá mi pena que no logro amenguar con el desprecio que me inspirás, ni intentes disculpas que no hallarán eco en mí. He sido afrentada, humillada, disminuida. Creo no merecérmelo, pero uno siempre se equivoca. Finalicemos algo que fue una farsa de tu parte y para mí el mayor y más doloroso engaño de mi vida. Que seas feliz.