POSTAL

 

Los rieles que llegaban a la tienda de Etala

y los Judas quemados en noches de cohetes

cuando los buscapiés estallaban en medio

frente a lo de Caliani, tentación de juguetes.

 

Una esquina con palma que noviaba en el viento

y que está siempre igual a través de los años.

Desde que un tango puso rebeldía en su letra

y una radio lo trajo con sus pasos extraños.

 

Había los domingos orquesta en lo de Burgo

y después de la plaza, con una naranjada,

estrenaban las chicas sus galas y sus sueños

cambiando ruborosas suspiros por miradas.

Traían de las chacras los tarros con frutillas

y cada patio daba naranjas siempre dulces;

anunciaban los cines sus series engañosas

junto al fiel cucurucho repleto de manises.

 

No fue mejor aquello ni lo fue para todos

pero el corso era gratis y el carlón más barato

y asomaban festivas aunque pecaminosas

mujeres en victoria camino al dispensario.

 

Era el año 28 y subía el peludo

boina blanca en el pelo, zapucai en la noche,

apellidos ilustres que se quedan en calles

y olor a tortas fritas en el rancho del pobre.

 

Aquí no es un desierto, querido Mastronardi,

los jóvenes desgranan su música en el parque

junto a los mismos juegos de aquel año lejano

y a un río que discurre por idéntico cauce.