DAME TU SAL MI SEÑOR

 

Voy a orillas de lo inmenso 
De la llanura del mar,
Y como soñando, pienso 
Que no la puedo olvidar.

De saberla altiva y sola
Crece airada mi ternura
Y estalla como la ola
El canto de la amargura.

Tengo una pena, una pena
que no puedo remediar;
Desborda del alma llena,
Voy a confiársela al mar.

Ella es también la salada
Potestad que alza y abruma…
La veo en la marejada
Con su cimera de espuma.

Ella ondula en la serena 
Curvatura de su ser;
Luego se tiende en la arena 
Como haciéndose querer…

¡Dame tu sal, mi señor, 
Para que duela mi herida!
¡Qué tarde llegó su amor,
Al declinar de la vida!

¡Ayúdame a bien morir
De dicha que pesa tanto,
Pues son alas de mi canto
La muerte y el provenir…
(Redondillas de emoción
Plasmadas de tal manera
Cual si la mano les diera
La forma del corazón.)