PERDIDA

 

     Estaba la infancia, aún vivía en todo y en nosotros
     que desesperadamente queríamos dejarla.
     Ella no era; estaba porque un día una tarde
     retrocedió lenta o bruscamente.
     Y quedamos sin ella, nuestra mano apretó la ausencia,
     ¡qué bello y amargo ese vacío!
     Hoy que deambulo por clínicas y sanatorios asépticos
     recuerdo su estar de madreselva.
     Un aroma a ligustro florecido, quizás a jazmines
     me la devuelven fugazmente.
     “Ella no está”, me digo a cada momento
     para persuadir a mi madurez.
     Pero mi madurez da vueltas en calesita y me ignora
     aunque a veces retorne a mí.
     Regresa y parte la infancia hacia las golondrinas
     que la dejan estar entre ellas porque es como ellas.
     Estar todo un verano juntas es demasiada crueldad
     para quien debe vivir otras tres estaciones.
     Estaba la infancia, era un chico, una chica vecina
     que nos invitaba a jugar a algo.
     Nadie nos llama, nadie nos cita, nadie es alguien
                                    ahora.