PISO LA NOCHE Y PARTO. NO ES OLVIDO

 

I
Piso la noche y parto. No es olvido

este silencio que en la sien, partido,

queda detrás de mí, ni es alborada

que apenas toca el borde de la almohada.

No es tampoco la estrella que ha caído

ni es el pájaro alegre que, dormido,

deja en el aire un ángulo vacío.

Este silencio que quedó, tan mío,

es mi paso y mi voz. Y una serena

garza del río cruza leve, apenas,

la noche en donde parto y mi mirada.



Piso la noche y parto. Pero alada.

Y esto quizá ni es sueño ni sea nada. 



II

Piso la tierra y parto. Me parece 

que todo este camino fue antes tumba 

y al pisarlo mi pie se desvanece.

Si en el aire me quedo se derrumba 

desde el aire mi cuerpo, y es que acaso

haya una voz llamado al oír mi paso. 

Acaso haya una mano, que, olvidada, 

ha tirado del aire, y yo enredada 

con el aire, en el aire me he caído.



Vuelvo a pisar la tierra. Ya ha nacido

una luz que me piensa, y se ha apagado

casi al nacer. Es eso inanimado

que, atrás de la razón, me desconcierta.

Piso la tierra. Ya la huella abierta

me persigue y me cansa, y sin embargo

debo seguir el pie que se hizo largo.