DEL OTRO LADO...


                                               DEL OTRO LADO…

 

Del otro lado...  mas de cuál de tu silencio, todavía
amarillamente me miras...
y allende el espectro,  aún, tal como solías
hacerlo   aquí
atravesando, además, merced a ése tu invisible
de  topacios   que   trasminarían,
hasta los aparecidos
de la pena en el afuera, consecuentemente, del frío…
atravesando la neblina
que habría concluido por cernir
el nunca mismo...:
me miras y me dices con ese soplo tuyo que no llegaba a oírse
ni   cuando,   continuándome,   lo   tejías:
me dices:
seca, amigo, tu vigilia...
sécala...
y desciéndele esas hojillas
que a veces le aíslan
la caída
al más abajo del río,
aunque para emerger el alma, es cierto, nuevamente, al celeste
extraviado en el vidrio
por el azoramiento y la humedad de unas pupilas
al asomarse al minuto
Seca, amiguito, entonces, tu vigilia
pues nosotros pasamos no sé cómo, y en seguida
del horror que viste
bajo eso de la vecina, más si cabe, prohibido
a las mancillas
de los tachadores de límites
ya que sacramentaba no tan sólo la purificación de la familia
toda,  del "hilo"
sino de la "infamia" aún de lo visible
y hasta de lo invisible
que "tocaría", en tal caso, a los bramines
con sólo una, ramita
que, sobre la tapia, les rindiera unas púrpuras de Tirio,
o con un tallo que,  colindando, les humillase unos racimos
de oro  de  Ophir,
o con la celebración, todavía,
que al atardecer,  episcopalmente,  les ungiera en amatistas
sus alardes de gasolina...
puespasamos —repito— en seguida
del horror que moriste
más que viste
bajo eso que no, no lo "lavara", no, ni desfondando su lejía
sobre las tinieblas del ángel...:
pasamos a una existencia que, de aquí, naturalmente extrañase
a lo que se llama vida,
pero en la cual, hojas y hojas en la orilla.
acaso,
del plenilunio del Nilo,
dan en fosforecer un rastreo de sombrillas
o de quita-serenos, diría,
en una memoria de las que acá nos acogían 
bajo el maleficio
que lloraba el propio  "Ojo de Ra" hacia los fines
del estío...:
me  acogían con el "Negrito",
éste que, de debajo de unas ruedas y sin concluir
su lacrado el "sino"
que dicen,
justo, ayer, me fuera restituido
con el hipo,
todavía,  de la resina...:
ése  que,   ¿lo  recordarías?
jugaba a dispararme enlazamientos de sombras  en cariños
de manguitos
cuando el jardincillo
a  que  con ustedes salíamos,
iba dejando sin sostén y en un modo de ánimas, tras sí,
unas estelas de jazmín...
ése, cuyo afelpado, al momento
peinaba lampos que no habían aún aparecido
y azulaba  en  chispas
la  ultra-noche,  si me  permites,  que  debía
a los dos requerirnos
con una soledad de efluvios
viniendo, quizás, de los desprendimientos que a los cielos del principio,
al deshojarlos,  les  impusieran
unos  cataclismos...
Y ni qué decir: aquellas hojas de Isis,
tal vez, que tapizan
y pierden, lunarmente,  las riberas de la divinidad que miraría
por nuestras niñas:
no podrían extinguir
de éstas que "entristecen"  para siempre,  sí,
bien que por un humor de la pila,
la "gracia" de una heroína
de Lamartine...:
de éstas, las del círculo del Cesto y su final de remolinos
con el despido
contra   las  puntas   del   día
de unas risas cuyo "espíritu"
no podría extinguir
ni el apocalipsis
de los seiscientos caballos desatando, simultáneamente, la huida
y por su parte en el "giro" 
también del "juicio" 
bajo el otro de los clarines 
que, desde las perchas de por ahí 
desgarran, ya, la palidez y dan un anticipo 
del "último" por venir,
para los "primeros" en galones por la hazaña de escanciar, y hasta el crujido, 
las venas, más que las viñas 
de los Josafat de esta orilla..:. 
y en una medida 
aun de galón por cada sed,
tras los cuarteles que, ahora, más estrelladamente, la signan
sobre sable, está dicho. ..:
de estas "heroínas",  sigo, bebedoras pues de whisky
y no de la leche del cielo...:
de éstas que, habiendo contraído sobre su apelativo
 unas jinetas, todavía,
resultan "obligadas", así,
no sólo a "dégainer" sino, además, a iniciar a sus chiquillos
en la valentía
de aplastar a unos recién nacidos...
y a la vista
de otra madre, al fin,
aunque, por nacimiento,  ésta,  en una piel que no debe, de consiguiente, al frío
ni al exterminio de nadie
en el linaje en que los siglos,  atigrándolos,  terminaran por tupirle
 estambres en nubecillas...
de otra madre, pues, decidida,
oh, desde el "asco" de su condición y de su trance, a no huir
sobre sus seis agonías...
Y eso que hubiera podido hacerlo, tirándome
en rayos, hasta inscribirles
en  cera
un entrelazamiento de líneas en despidos y corridas y vahídos
de estrellas y redecillas...
y la fluorescencia, un mas, de una suerte de Erimnia
con azufres a la mira,
y desenvainándoles, aún, lunitas,
para jugarles, a un tiempo, la iluminación del "caído"
en la inminencia, por añadidura,
del "virus":
ése que, entre otros beneficios,
permite, ahora, apagar con una bala, y contra el sueño, todavía,
de una puerta de por ahí
al fondo de un patiecillo,
los ojos que confían a los ojos del bípedo, a partir
del cubil,
su segundo de eternidad...
y que nunca le han cerrado la velada
a lo largo de lo desconocido...
ni la tierra, aún, sobre lo desconocido
al llegar a latir, póstumamente, casi, aunque en lo audible
la apelación a la sima,
mientras aflora ésta, desde unos restos en disputa
con  la  ceniza,
esas llamas en que deben de seguir
el "aura" todavía...
Hubiera podido, yo, entonces, huir
a favor de ese pánico de cera que se resolvería,
albinamente, en lo íntimo
y esforzaría, luego, el mecanismo de ése  (perdón, ése, otra vez)  que me viniese
en quimera de nieve
a deshelar en el  "jamás"  la sombra que yo había
tan luego elegido
para mis dádivas a la luz,
sin sospechar, claro, que el secreto, ése, aparentemente, de los grillos
era la proyección sobre el baldosín,
de nada menos que la inviolabilidad dada a un ministro 
de la "purísima"...
Hubiera podido huir, sí, hubiera podido…
y más cuando el terror les hubiese a una desprendido
los palos y el rifle...
Huir
y ganar en un vuelo la paz de la cocina y la alegría
de los reencuentros y de los mimos
seguidos de la sorpresa, es cierto, por el otro "vacío"
que me demorase tras la comida
aunque sin asimilarlo, desde luego, al "olvido"
de la "coronelilla"
desembragando hacia los céspedes o en dirección a las "mesitas"
según las devociones del "chic",
ante el llanto de los chicos consignado, maternalmente, al "servicio"
de los paños que no "servirían"
bajo los derrames, al grito, de la radio en paroxismo
como para desleir
el barrio, y no dejar en su integridad, a la vez, ni un tímpano en el mismo
con los descuellos en filo...
Hubiera podido, insisto, huir...
huir...   aunque hubiese  sido únicamente" para  corresponder  a  la   aflicción   que
[intercedía
Ya solo por mí
ante por consiguiente, la  "des-graciailla"
que el camino
le cerraba en dueña...
aflicción que me allegaba, calando aún la algarabía,
la voz aquélla de la salida
del baldío...
la que, primero, en ese diciembre de las diez,
descencendiera sobre mis gritos
entre un enredijo
de guías en penumbra, al que ocelaba, intermitentemente, el oro de una brisa    
de paraísos,
pero que mojaba todavía...   todavía...
mi azoramiento de desvalida...:
la voz que hube,  ahora,  de adivinar como cortándose a la orilla
de un precipicio:
adivinarla a través del zumbido
— ¿en qué laberinto?—
con que la deflagración,   supersónicamente,   me  reverberaba no sabía
qué tañir
pero que resultase a pasaje...
y el que dije…
  Más yo que te rogaba, y hace rato, enjugar el desvelo
yo, por lo visto
no hago, ay,  sino abrirle
un Estige
que, contrariamente al otro, y a lo largo de la luz, sola ha de permitirle
mirar por las heridas...
Y es que, mi amiguito, ese estupor que nos aplican,
ese estupor de vivir,
es el abismamiento, otra vez, del iris
en unas pupilas
que no pueden fijar ni nictálopemente, ni al segregar las estrellitas
que vio tu mujer, casi
en simultaneidad con las suyas o por en medio de los hilos
que extremarían,
goteándolo, su equilibrio...
que no pueden fijar
el sentido
de esa heráldica que, al parecer, finca 
en ilustrar el "azur" de la especie
y el armiño
de un habido de bienes en mal, por otra parte, de raíces,
en abonos de peonerías
y en limos
patrióticamente, luego, de quintos...:
en ilustrarlos con el suero, sin un respingo,
del "ínfimo",
y en las piezas, en piezas
de la "villanía",
y ello en "cruzadas", si en villa, hasta el país...
de las segregaciones... o del fondito...
Y es que, mi amiguito, las pupilas se me vierten, oscuramente, aquí,
al ver, como lo hice,
luego, de allá, y ay, por encima
de la rueca con que ya daba en reducir,
guturalmente,  el olvido
de los cabellos del éter, y hecha toda un ovillo
con mis cachorritos...:
al ver, te decía, una figura de humo que sin duda pretendía
regresar a sus papelillos
        pero flotaba,  curvándose,  curvándose, muy arriba de las cifras
de los follajes de nieve...
o desgarrando  algo  como  filamentos  de cirros,
en desespero de lluvia...
Y es que, mi amiguito, me toca, seguidamente, reasistir a una cena de sombras
[en un tris
de ingerir,  en verdad, su mutismo, 
el que, de adentro, y por instantes, los conmina 
con hundirlos 
en un torbellino 
de silencio de sal que les secara los ojos, y por más de unos minutos
si retornasen de su desvío
Y es que, mi amiguito se me vuelca, aún más, la vista
al rever, después, la asfixia
o poco menos, de ella, ya en el lecho, y con dificultad para emitirla,...
de ella mirando por arriba
del pecho en hipos...
mirando y anegándose al asomarse, otra vez, a las dos  simas
que antípodamente,  o casi, le escurrían
la inminencia, sin revocación, de una manera de sub-escalofrío
desde debajo de unos cirios
de aljibe...
Y es que,  consiguientemente, mi amigo,  es aún mi recaída
en la inquietud por la madrecita
a merced del remolino de otras lágrimas  que,  al parecer,  no terminan
de mojarle lo inaprensible
de unas preguntas con nubes de las turbaciones  del principio,
tal vez,
de la ramificación de eso que nominan
"el  espíritu"...
(Las madres, mi amiguito, son una, una sola, sin abajo y sin arriba
de Kalíes y de Marías
y sin visible ni invisible, y a los pies,
todas, de los patíbulos...
Yo, por mi parte, en una circunstancia, yo me vi
—por cierto que ni a los tomillos
de  Werfel—                                                                            .   -
ya me vi en los ojillos
de una ratonzuela, y te aseguro que apenas si llegué a castañetear y todavía
como para mí,
los siglos y siglos y siglos
de las respuestas de centellas arrolladas en mis muelles...)
Y es que se de remirar, mi amiguito, y en seguida,
a él,
en una desesperación que le dobla la de sólo ver y sólo oír,
contra sus costillas,
a la congoja ahogándose en el flujo, ahora, de las sílabas que aspira
el vórtice de lo  imposible
del cariño... 
Y es que: es él que reincide,  mi amiguito,
ante mí
pero pidiendo a una píldora 
el trocito de nada que le quedaría aún por morir
antes  de los píos, 
en su miedo de la pesadilla 
en acecho de unas ágatas que apelan y que apelan pasando por las fibras  del
[llanto, las cuentas
de un rosario, por otro lado, sin cuento, 
entre los Niobes sin cuento...
y de la pesadilla, también, de eso que le maniatara hasta lo íntimo
de la participación, y así
le sellara la fuente que, por las pestañas, la habrían
siquiera dicho
en suspensiones de cernidillo...
Y es que asimismo me penetran, aún, los llamados aquéllos al bajar, él, al sitio,
no tan ligero que no pudiera yo, en repliegue
de liebrecilla,
acogerme al mimetismo
del cañaveral en barcino,
a cuyo crepúsculo fuera, momentos antes despedida,
apretándome el espanto, todavía,
las tenazas, ésas, que cortaran, y por más de un ratito
la amanecida
de ronroneos, recién, de familia...
y alzándome, puesta del revés, a su vista,
para leer mi destino...:
los llamados... y al punto, la inquietud por lo que hacía
a mis víveres,
al azar de unos envoltorcillos...
y el empeño, luego, por regularizarlos, una vez
que simpáticamente, o algo así,
se conviniera una especie de citas en que ellos, entonces, investían
el  sigilo
de la solicitud que velaba y que llegaba, aún, a variar los contenidos
y hasta nevarme en latitas
el sueño, justamente, de mi bulimia,
ése,  que el seno en aridez de mi escondite,
aunque en "maternidad" de briznas
no  hubiera podido, desde luego, escurrirme...:
y  las maniobras por ir acercándose a través de la corrida
del  "almuerzo" a la siesta,
y al amor, casi, de un perezoso con ojos por arriba
de la lectura, en mentira
hacia las primicias de jade, con ruborizaciones, del granado, al henchir éste la niña
de dulzuras,  aún,  en celdillas...
en mentira, pues, yo, en verdad, sentía
los rabillos
sobre mi avance en línea 
bajo el hipnotismo
de algo que, ni con la embotadura de la "solapa" no habría 
dispensándome de hacer crujir
lo que era, hialinamente, su misma túnica...:
maniobras,  entonces, que no sólo me iban
atrayendo al clima
de esa "inmovilidad" y de esa vela, aún, que amanecía
y anochecía en una esquina
del fondo de la casa en unos copos que, así,
me mataban, también, los dos suspiros
de la entre-luz:
no sólo éso, sino
que en complicidad con el escalofrío
que empezaba a titilar, vespertinamente, y despojaba de improviso,
hasta mi abrigo,
(y tiznaba, ya, desnudeces de bracillos
sobre unos espectros de madréporas, tal como su calentura, consecuentemente,
                              [los fija 
        en la subida 
a su frente de Abril...) 
hizo
que accediera, muy pronto, a dormir 
en uno de los nidos
de las   "legos",  a pesar del  sobresalto   de una  nieve  de  huríes  entre  las   estrellas,
[desde allí
aunque sobre el rameado,  por otra parte,  casi en lo invisible 
del "acá de su "paraíso"...
Ah, y me eriza, todavía
la sorpresa, luego,  de un ánima inclinándose en la madrugada sobre otro cajoncito
con una brazada de lanillas,
toda hipos:
tres cachorros en depósito, expedidos
a la piedad que sabían...
y eran, claro está, unas perritas
o tres rollos de alba mas con la maldición que fuera mía
y trascendiendo aún a mamilas…
Ah, y me signe extrañando, en verdad, que a los tres días 
de intuir que ellas
monopolizaban,   explicablemente,  los mimos, 
y que jugaban a reducir
a poco menos que calcetas a los regulares del "asilo", 
sobre las uñas y los bufidos,...:
me sigue extrañando que fuera yo como arrollada, muy encima 
de los intervalos del principio 
por ese alud de patitas y dientecillos,
hasta resultar, sobre las estribaciones, de su hervor, aún a su caída 
al valle, ya, si lo había...
hasta resultar un estaqueo de pelaje, sólo, a cargo de tres líneas 
de furor que por su parte no cedían 
ni una pizca de sí...
(Y de este modo fue cómo,  ¿lo recuerdas?,  después de la partida 
en seguridad de las "junglistas"
que no la dieran, precisamente, a nada de lo que apareciese al ras de sus colmillos 
en pruebas de "desgarrismo"...: 
cómo perdí del todo los remanentes de hurañez, 
y cómo me sentí
en el centro, si cabe, de una providencia, con aquellos que venían y venían 
a ella, y los establecidos, 
dijérase, ya, en ella, pero todos, todos, en seguida
 o libremente, a un calorcillo
de amor que no llegaba nunca a cerrarles la salida
a su intemperie de esfinges
o a sus deslizamientos, por entre las mallas de la duración, a la "celestia"
y aun tras las escamas de Mana, en crecida,
hacia la melodía
en éxtasis, más lejos, si me permites, de las Miras,
o mejor, de unas "Miras"...:
de ese amor que pareciese haber venido de Lumbini
antes que de Asís
con sus extremos de oídos
para las ulceraciones a que, como con alas, o poco menos, ocurría
cuando, justo, otra vida
ensortijábase en ellas, y les sanguinoleaba, pálidamente, es cierto, unos plañidos
que tocarían, sólo, a las sílfides...:
amor que, entonces, se dividía
por el destino
de tales rizos de voracidad que, aunque con dedos, consiguientemente, en barbillas,
él debía,
él, el amor,...  decidir)
Y, ah, mi amiguito, últimamente, si se admite este corte en la unidad del siempre
            [que asumí 
gracias a la respuesta que, de chiripa
halló en tu sentimiento el azar, por otra parte, de mi aparición en el allí 
entonces, de un sonambulismo
         que se te abriría
consecuentemente, en brevedades de amaranto, más que de piedritas,
y uno con su desconocido
al buscarte, todas las veces, en los ojos, el minuto
de ser en tí...:
últimamente, pues,
entrecierro de nuevo, de nuevo, las siestillas
en esta casa, ya, de los junios
y de los Julios...
o esos duermevelas, antes bien, que ronroneaba en un hueco del cobijo
de tus pies, y así,
daba en ahondar la manta, doblemente, una dicha
que en verdad ni medio - dormía
bajo el presentimiento de que en nuestro alrededor y en aquéllo que excedía
las dimensiones que destinan
al "sur", a ese "sur", tanto peor, con espinas
a coronar lo invisible
y a horadar, a la vez, el tiempo, cuando éste, imposiblemente, aún mira...
bajo ese presentimiento, prosigo,
de que por ahí
el "sur" amorataba, ya, no sabía
que hálitos,
y qué llamados, ya, de ramas antes de quebrar, del otro lado, su quejido
contra el vacío...
mas dicha que, con todo, por momentos, te inquiría asimismo
reasumiendo sus ámbares en un par de lagunas en trance de morir...
te inquiría
por la estrella para la raíz
aunque la adivinara a merced de la marea que nos iba
acaso dirigir
detrás del espejo...: recaído
tu, quizás, en la presión de las profundidades cuya alma te habría
mirado por mis pupilas
en ese santiamén que precediese a sus preguntas madurando el "espacillo"
                                                                                    [ay, de una chispa.
Pero, pero...  lo que en medio de todo, nuevamente, acá, me duele es el sonido
a lágrimas de la vocecita
de tu costilla...
Era el seno de la noche el que no pudo, quizás, sino irrumpir
articulando así
lo  que hubiera  estelado,  líquidamente,   la vigilia...
y entonces  fuera un medio-decir
de llanto por los puros derramados bajo el ara de la misa
para la "pureza" al día. . . ?
(Aunque por otra parte, las mayorías
de la "misericordia", tú lo sabes, se deciden a abatir la pared de los gemidos
por la que treparan siglos
de un canibalismo, en realidad, más que de un fraticidio,
que a ellas les volvía
las apelaciones como del vacío,
mas con, salpicaduras de complicidad, todas, al fin...
y se deciden, aún, a prevenir
el flujo de esas inmolaciones que aguzan las crestillas
prontas a explayar para sus Baals o su transformación, por el confín, a la cadena,
                       [de las vidas, 
        mares y mares de vidas...
y se deciden, por consiguiente, a alzar,  ellas, la actitud 
que abatían desde el principio
las actitudes que se alzan sobre millones y millones de muertes por minuto, 
y son, todavía, ungidas...)
Pero estaba ella llagada por lo que viera en aquella oscuridad 
mojándome,  ¿cómo?  en un rocío
que le fijaba, acaso, un adiós de cerillas 
a lo que ella me había también tendido 
y de lo que de ella, asimismo 
yo requerile...
Y con todo esto, es la inmersión en lo que adviene y no en lo que es, en el anhelo
                                                                                                                        [de una alquimia
de donde emergerían, entonces, las figurillas
de lo único
y el estremecimiento en los vínculos
que nos ligan a aquello que tiembla más allá de lo que nos aísla 
aún por las desgarraduras del sueño:
éso es lo que quisiera recordarte antes de irme.
a lo que no es la piel, no, sólo, en unos haces de rayos, sino, además, el reasumir
la mariposa del ámbar, que aquí
nadie, nadie, ni siquiera, me parece, adivina
ni menos, por Dios! podrían adivinar las "graciocillas" de herejías,
así horizontalicen
más, si es concebible, más todavía,
la molicie
que corresponde al "valor" de "cordoncillos".
en contante y en prerrogativas,
aunque de "papel" por la faz, diz,
con el dorado al revés en el revés de los fondillos
bajo el "azul" del peligro...
Y aquéllo, aparte de que llegando aún las úlceras a ver, tras de los límites,
en el desvanecimiento de jalde, sobre los rejos
que lo negarían,
la melancolía, en continuidad, del "Ying",
no podrán hacerse cargo del dolor que hoy tiende su agonía
despidiéndola de sus giros
hacia lo que presiente en planeamientos sobre los contrapuntos por fundirse
en las tensiones y distensiones que van de la misma
ausencia hasta el ángel...
y en unidad
con la sangre que linda
y extralinda
por las heridas aún del éter o de éso que no es, solamente, del aquí
que han establecido.
Pero la verdad, después de todo, es que he tentado mirarme en lo que habrías
esperado de mí
y desde ese sufrimiento que te abre noche a noche el olvido,
en una sangría
que no promete cortarse oyendo, a tu lado, el siempre de unos ojos deshaciéndose
                                                                                                                          [sobre la orilla
de su impotencia frente al infinito 
en crecida
sobre otros que palidecen...
Mas es verdad, también, que los dos estamos, al final, en un lío 
de serpentinillas
que no han podido menos de torcerse con lo que nos torcía 
en el juego por cubrirnos 
o cubrirte
del  "miércoles"   de  "botas" por calzar, ahora,  la ceniza 
para no dar "cuartel", dicen,
a los que ya comienzan a rehusar, también, por otro lado, la cuaresma que de arriba
se les inflige.
y la enajenación, por ende, de la corambre, a aquéllas, y aún del mismo
"polvo" que pisan...
Y así los papelitos con que hemos pretendido
encortinar la velada
aparecerían,  a pesar de nosotros, enredándonos, sarcásticamente, unas sonrisas
por   entre   los   picos
de la del fin,
que se lastiman contra algo que tendría
más que del vidrio,
del cinc,
en el amanecer,  advierte,  del "embotamiento"  a cernir
lo "inane" del gris...

  Sin embargo, sin embargo, ya en la madeja de las "simbologías"
pero tirando de unos hilos
en espiral o en círculos, si se quiere,  sobre sí,
he de, a la vez, decirte
que no han de demorar tampoco, en el aquí de aquí
los ramos del Domingo
en las Pascuas, también, del "ínfimo",
ya que no puede sino tenerlas tanto dejar de ser,  igualmente,   de semillas,
para el ser "justo" de la vendimia...
Por lo demás, ya sabes, no hay separación que se defina
entre muertos y vivos
en una como corrida
de temperaturas en dilatación o superposición, diría,  de climas,
en pasajes que aún no se perciben...
y todo en un continuo de conciencia en que el amor va retirando hilas,
o trasparentándola, más bien,
porque nunca, quizás, han de dejar de herirse
los tejidos
en la punta de las olitas
del espacio-tiempo en huida...
Y  de ahí esos ojos que miran,  y miran, miran,
cierto, desde las campanillas...
y bajan, si cabe, hasta lo imposible
del cariño
que los retuvo una vez
y hasta se angustian con la angustia que no puede dormir
ante otros ojos que, todavía,
se les unen en una como ruina de misterios en pendientes de gotitas...
y aunque son los del desafío,
en cierta manera, a la creación, dardearían, dardearían
con los azufres  del  "maldito"
a la "maldición" misma
hasta lograr que ésta devuelva la sangre que pilló,
con "correderas", y todo, de "suris",
y menos íntimamente, con espasmos de timbas "liquidando", ahí no más, sobre el tapiz
bajo una urgencia de tiza…
                                                DEL OTRO LADO…


Del otro lado...  mas de cuál de tu silencio, todavía
amarillamente me miras...
y allende el espectro,  aún, tal como solías
hacerlo   aquí
atravesando, además, merced a ése tu invisible
de  topacios   que   trasminarían,
hasta los aparecidos
de la pena en el afuera, consecuentemente, del frío…
atravesando la neblina
que habría concluido por cernir
el nunca mismo...:
me miras y me dices con ese soplo tuyo que no llegaba a oírse
ni   cuando,   continuándome,   lo   tejías:
me dices:
seca, amigo, tu vigilia...
sécala...
y desciéndele esas hojillas
que a veces le aíslan
la caída
al más abajo del río,
aunque para emerger el alma, es cierto, nuevamente, al celeste
extraviado en el vidrio
por el azoramiento y la humedad de unas pupilas
al asomarse al minuto
Seca, amiguito, entonces, tu vigilia
pues nosotros pasamos no sé cómo, y en seguida
del horror que viste
bajo eso de la vecina, más si cabe, prohibido
a las mancillas
de los tachadores de límites
ya que sacramentaba no tan sólo la purificación de la familia
toda,  del "hilo"
sino de la "infamia" aún de lo visible
y hasta de lo invisible
que "tocaría", en tal caso, a los bramines
con sólo una, ramita
que, sobre la tapia, les rindiera unas púrpuras de Tirio,
o con un tallo que,  colindando, les humillase unos racimos
de oro  de  Ophir,
o con la celebración, todavía,
que al atardecer,  episcopalmente,  les ungiera en amatistas
sus alardes de gasolina...
puespasamos —repito— en seguida
del horror que moriste
más que viste
bajo eso que no, no lo "lavara", no, ni desfondando su lejía
sobre las tinieblas del ángel...:
pasamos a una existencia que, de aquí, naturalmente extrañase
a lo que se llama vida,
pero en la cual, hojas y hojas en la orilla.
acaso,
del plenilunio del Nilo,
dan en fosforecer un rastreo de sombrillas
o de quita-serenos, diría,
en una memoria de las que acá nos acogían 
bajo el maleficio
que lloraba el propio  "Ojo de Ra" hacia los fines
del estío...:
me  acogían con el "Negrito",
éste que, de debajo de unas ruedas y sin concluir
su lacrado el "sino"
que dicen,
justo, ayer, me fuera restituido
con el hipo,
todavía,  de la resina...:
ése  que,   ¿lo  recordarías?
jugaba a dispararme enlazamientos de sombras  en cariños
de manguitos
cuando el jardincillo
a  que  con ustedes salíamos,
iba dejando sin sostén y en un modo de ánimas, tras sí,
unas estelas de jazmín...
ése, cuyo afelpado, al momento
peinaba lampos que no habían aún aparecido
y azulaba  en  chispas
la  ultra-noche,  si me  permites,  que  debía
a los dos requerirnos
con una soledad de efluvios
viniendo, quizás, de los desprendimientos que a los cielos del principio,
al deshojarlos,  les  impusieran
unos  cataclismos...
Y ni qué decir: aquellas hojas de Isis,
tal vez, que tapizan
y pierden, lunarmente,  las riberas de la divinidad que miraría
por nuestras niñas:
no podrían extinguir
de éstas que "entristecen"  para siempre,  sí,
bien que por un humor de la pila,
la "gracia" de una heroína
de Lamartine...:
de éstas, las del círculo del Cesto y su final de remolinos
con el despido
contra   las  puntas   del   día
de unas risas cuyo "espíritu"
no podría extinguir
ni el apocalipsis
de los seiscientos caballos desatando, simultáneamente, la huida
y por su parte en el "giro" 
también del "juicio" 
bajo el otro de los clarines 
que, desde las perchas de por ahí 
desgarran, ya, la palidez y dan un anticipo 
del "último" por venir,
para los "primeros" en galones por la hazaña de escanciar, y hasta el crujido, 
las venas, más que las viñas 
de los Josafat de esta orilla..:. 
y en una medida 
aun de galón por cada sed,
tras los cuarteles que, ahora, más estrelladamente, la signan
sobre sable, está dicho. ..:
de estas "heroínas",  sigo, bebedoras pues de whisky
y no de la leche del cielo...:
de éstas que, habiendo contraído sobre su apelativo
 unas jinetas, todavía,
resultan "obligadas", así,
no sólo a "dégainer" sino, además, a iniciar a sus chiquillos
en la valentía
de aplastar a unos recién nacidos...
y a la vista
de otra madre, al fin,
aunque, por nacimiento,  ésta,  en una piel que no debe, de consiguiente, al frío
ni al exterminio de nadie
en el linaje en que los siglos,  atigrándolos,  terminaran por tupirle
 estambres en nubecillas...
de otra madre, pues, decidida,
oh, desde el "asco" de su condición y de su trance, a no huir
sobre sus seis agonías...
Y eso que hubiera podido hacerlo, tirándome
en rayos, hasta inscribirles
en  cera
un entrelazamiento de líneas en despidos y corridas y vahídos
de estrellas y redecillas...
y la fluorescencia, un mas, de una suerte de Erimnia
con azufres a la mira,
y desenvainándoles, aún, lunitas,
para jugarles, a un tiempo, la iluminación del "caído"
en la inminencia, por añadidura,
del "virus":
ése que, entre otros beneficios,
permite, ahora, apagar con una bala, y contra el sueño, todavía,
de una puerta de por ahí
al fondo de un patiecillo,
los ojos que confían a los ojos del bípedo, a partir
del cubil,
su segundo de eternidad...
y que nunca le han cerrado la velada
a lo largo de lo desconocido...
ni la tierra, aún, sobre lo desconocido
al llegar a latir, póstumamente, casi, aunque en lo audible
la apelación a la sima,
mientras aflora ésta, desde unos restos en disputa
con  la  ceniza,
esas llamas en que deben de seguir
el "aura" todavía...
Hubiera podido, yo, entonces, huir
a favor de ese pánico de cera que se resolvería,
albinamente, en lo íntimo
y esforzaría, luego, el mecanismo de ése  (perdón, ése, otra vez)  que me viniese
en quimera de nieve
a deshelar en el  "jamás"  la sombra que yo había
tan luego elegido
para mis dádivas a la luz,
sin sospechar, claro, que el secreto, ése, aparentemente, de los grillos
era la proyección sobre el baldosín,
de nada menos que la inviolabilidad dada a un ministro 
de la "purísima"...
Hubiera podido huir, sí, hubiera podido…
y más cuando el terror les hubiese a una desprendido
los palos y el rifle...
Huir
y ganar en un vuelo la paz de la cocina y la alegría
de los reencuentros y de los mimos
seguidos de la sorpresa, es cierto, por el otro "vacío"
que me demorase tras la comida
aunque sin asimilarlo, desde luego, al "olvido"
de la "coronelilla"
desembragando hacia los céspedes o en dirección a las "mesitas"
según las devociones del "chic",
ante el llanto de los chicos consignado, maternalmente, al "servicio"
de los paños que no "servirían"
bajo los derrames, al grito, de la radio en paroxismo
como para desleir
el barrio, y no dejar en su integridad, a la vez, ni un tímpano en el mismo
con los descuellos en filo...
Hubiera podido, insisto, huir...
huir...   aunque hubiese  sido únicamente" para  corresponder  a  la   aflicción   que
[intercedía
Ya solo por mí
ante por consiguiente, la  "des-graciailla"
que el camino
le cerraba en dueña...
aflicción que me allegaba, calando aún la algarabía,
la voz aquélla de la salida
del baldío...
la que, primero, en ese diciembre de las diez,
descencendiera sobre mis gritos
entre un enredijo
de guías en penumbra, al que ocelaba, intermitentemente, el oro de una brisa    
de paraísos,
pero que mojaba todavía...   todavía...
mi azoramiento de desvalida...:
la voz que hube,  ahora,  de adivinar como cortándose a la orilla
de un precipicio:
adivinarla a través del zumbido
— ¿en qué laberinto?—
con que la deflagración,   supersónicamente,   me  reverberaba no sabía
qué tañir
pero que resultase a pasaje...
y el que dije…
  Más yo que te rogaba, y hace rato, enjugar el desvelo
yo, por lo visto
no hago, ay,  sino abrirle
un Estige
que, contrariamente al otro, y a lo largo de la luz, sola ha de permitirle
mirar por las heridas...
Y es que, mi amiguito, ese estupor que nos aplican,
ese estupor de vivir,
es el abismamiento, otra vez, del iris
en unas pupilas
que no pueden fijar ni nictálopemente, ni al segregar las estrellitas
que vio tu mujer, casi
en simultaneidad con las suyas o por en medio de los hilos
que extremarían,
goteándolo, su equilibrio...
que no pueden fijar
el sentido
de esa heráldica que, al parecer, finca 
en ilustrar el "azur" de la especie
y el armiño
de un habido de bienes en mal, por otra parte, de raíces,
en abonos de peonerías
y en limos
patrióticamente, luego, de quintos...:
en ilustrarlos con el suero, sin un respingo,
del "ínfimo",
y en las piezas, en piezas
de la "villanía",
y ello en "cruzadas", si en villa, hasta el país...
de las segregaciones... o del fondito...
Y es que, mi amiguito, las pupilas se me vierten, oscuramente, aquí,
al ver, como lo hice,
luego, de allá, y ay, por encima
de la rueca con que ya daba en reducir,
guturalmente,  el olvido
de los cabellos del éter, y hecha toda un ovillo
con mis cachorritos...:
al ver, te decía, una figura de humo que sin duda pretendía
regresar a sus papelillos
        pero flotaba,  curvándose,  curvándose, muy arriba de las cifras
de los follajes de nieve...
o desgarrando  algo  como  filamentos  de cirros,
en desespero de lluvia...
Y es que, mi amiguito, me toca, seguidamente, reasistir a una cena de sombras
[en un tris
de ingerir,  en verdad, su mutismo, 
el que, de adentro, y por instantes, los conmina 
con hundirlos 
en un torbellino 
de silencio de sal que les secara los ojos, y por más de unos minutos
si retornasen de su desvío
Y es que, mi amiguito se me vuelca, aún más, la vista
al rever, después, la asfixia
o poco menos, de ella, ya en el lecho, y con dificultad para emitirla,...
de ella mirando por arriba
del pecho en hipos...
mirando y anegándose al asomarse, otra vez, a las dos  simas
que antípodamente,  o casi, le escurrían
la inminencia, sin revocación, de una manera de sub-escalofrío
desde debajo de unos cirios
de aljibe...
Y es que,  consiguientemente, mi amigo,  es aún mi recaída
en la inquietud por la madrecita
a merced del remolino de otras lágrimas  que,  al parecer,  no terminan
de mojarle lo inaprensible
de unas preguntas con nubes de las turbaciones  del principio,
tal vez,
de la ramificación de eso que nominan
"el  espíritu"...
(Las madres, mi amiguito, son una, una sola, sin abajo y sin arriba
de Kalíes y de Marías
y sin visible ni invisible, y a los pies,
todas, de los patíbulos...
Yo, por mi parte, en una circunstancia, yo me vi
—por cierto que ni a los tomillos
de  Werfel—                                                                            .   -
ya me vi en los ojillos
de una ratonzuela, y te aseguro que apenas si llegué a castañetear y todavía
como para mí,
los siglos y siglos y siglos
de las respuestas de centellas arrolladas en mis muelles...)
Y es que se de remirar, mi amiguito, y en seguida,
a él,
en una desesperación que le dobla la de sólo ver y sólo oír,
contra sus costillas,
a la congoja ahogándose en el flujo, ahora, de las sílabas que aspira
el vórtice de lo  imposible
del cariño... 
Y es que: es él que reincide,  mi amiguito,
ante mí
pero pidiendo a una píldora 
el trocito de nada que le quedaría aún por morir
antes  de los píos, 
en su miedo de la pesadilla 
en acecho de unas ágatas que apelan y que apelan pasando por las fibras  del
[llanto, las cuentas
de un rosario, por otro lado, sin cuento, 
entre los Niobes sin cuento...
y de la pesadilla, también, de eso que le maniatara hasta lo íntimo
de la participación, y así
le sellara la fuente que, por las pestañas, la habrían
siquiera dicho
en suspensiones de cernidillo...
Y es que asimismo me penetran, aún, los llamados aquéllos al bajar, él, al sitio,
no tan ligero que no pudiera yo, en repliegue
de liebrecilla,
acogerme al mimetismo
del cañaveral en barcino,
a cuyo crepúsculo fuera, momentos antes despedida,
apretándome el espanto, todavía,
las tenazas, ésas, que cortaran, y por más de un ratito
la amanecida
de ronroneos, recién, de familia...
y alzándome, puesta del revés, a su vista,
para leer mi destino...:
los llamados... y al punto, la inquietud por lo que hacía
a mis víveres,
al azar de unos envoltorcillos...
y el empeño, luego, por regularizarlos, una vez
que simpáticamente, o algo así,
se conviniera una especie de citas en que ellos, entonces, investían
el  sigilo
de la solicitud que velaba y que llegaba, aún, a variar los contenidos
y hasta nevarme en latitas
el sueño, justamente, de mi bulimia,
ése,  que el seno en aridez de mi escondite,
aunque en "maternidad" de briznas
no  hubiera podido, desde luego, escurrirme...:
y  las maniobras por ir acercándose a través de la corrida
del  "almuerzo" a la siesta,
y al amor, casi, de un perezoso con ojos por arriba
de la lectura, en mentira
hacia las primicias de jade, con ruborizaciones, del granado, al henchir éste la niña
de dulzuras,  aún,  en celdillas...
en mentira, pues, yo, en verdad, sentía
los rabillos
sobre mi avance en línea 
bajo el hipnotismo
de algo que, ni con la embotadura de la "solapa" no habría 
dispensándome de hacer crujir
lo que era, hialinamente, su misma túnica...:
maniobras,  entonces, que no sólo me iban
atrayendo al clima
de esa "inmovilidad" y de esa vela, aún, que amanecía
y anochecía en una esquina
del fondo de la casa en unos copos que, así,
me mataban, también, los dos suspiros
de la entre-luz:
no sólo éso, sino
que en complicidad con el escalofrío
que empezaba a titilar, vespertinamente, y despojaba de improviso,
hasta mi abrigo,
(y tiznaba, ya, desnudeces de bracillos
sobre unos espectros de madréporas, tal como su calentura, consecuentemente,
                              [los fija 
        en la subida 
a su frente de Abril...) 
hizo
que accediera, muy pronto, a dormir 
en uno de los nidos
de las   "legos",  a pesar del  sobresalto   de una  nieve  de  huríes  entre  las   estrellas,
[desde allí
aunque sobre el rameado,  por otra parte,  casi en lo invisible 
del "acá de su "paraíso"...
Ah, y me eriza, todavía
la sorpresa, luego,  de un ánima inclinándose en la madrugada sobre otro cajoncito
con una brazada de lanillas,
toda hipos:
tres cachorros en depósito, expedidos
a la piedad que sabían...
y eran, claro está, unas perritas
o tres rollos de alba mas con la maldición que fuera mía
y trascendiendo aún a mamilas…
Ah, y me signe extrañando, en verdad, que a los tres días 
de intuir que ellas
monopolizaban,   explicablemente,  los mimos, 
y que jugaban a reducir
a poco menos que calcetas a los regulares del "asilo", 
sobre las uñas y los bufidos,...:
me sigue extrañando que fuera yo como arrollada, muy encima 
de los intervalos del principio 
por ese alud de patitas y dientecillos,
hasta resultar, sobre las estribaciones, de su hervor, aún a su caída 
al valle, ya, si lo había...
hasta resultar un estaqueo de pelaje, sólo, a cargo de tres líneas 
de furor que por su parte no cedían 
ni una pizca de sí...
(Y de este modo fue cómo,  ¿lo recuerdas?,  después de la partida 
en seguridad de las "junglistas"
que no la dieran, precisamente, a nada de lo que apareciese al ras de sus colmillos 
en pruebas de "desgarrismo"...: 
cómo perdí del todo los remanentes de hurañez, 
y cómo me sentí
en el centro, si cabe, de una providencia, con aquellos que venían y venían 
a ella, y los establecidos, 
dijérase, ya, en ella, pero todos, todos, en seguida
 o libremente, a un calorcillo
de amor que no llegaba nunca a cerrarles la salida
a su intemperie de esfinges
o a sus deslizamientos, por entre las mallas de la duración, a la "celestia"
y aun tras las escamas de Mana, en crecida,
hacia la melodía
en éxtasis, más lejos, si me permites, de las Miras,
o mejor, de unas "Miras"...:
de ese amor que pareciese haber venido de Lumbini
antes que de Asís
con sus extremos de oídos
para las ulceraciones a que, como con alas, o poco menos, ocurría
cuando, justo, otra vida
ensortijábase en ellas, y les sanguinoleaba, pálidamente, es cierto, unos plañidos
que tocarían, sólo, a las sílfides...:
amor que, entonces, se dividía
por el destino
de tales rizos de voracidad que, aunque con dedos, consiguientemente, en barbillas,
él debía,
él, el amor,...  decidir)
Y, ah, mi amiguito, últimamente, si se admite este corte en la unidad del siempre
            [que asumí 
gracias a la respuesta que, de chiripa
halló en tu sentimiento el azar, por otra parte, de mi aparición en el allí 
entonces, de un sonambulismo
         que se te abriría
consecuentemente, en brevedades de amaranto, más que de piedritas,
y uno con su desconocido
al buscarte, todas las veces, en los ojos, el minuto
de ser en tí...:
últimamente, pues,
entrecierro de nuevo, de nuevo, las siestillas
en esta casa, ya, de los junios
y de los Julios...
o esos duermevelas, antes bien, que ronroneaba en un hueco del cobijo
de tus pies, y así,
daba en ahondar la manta, doblemente, una dicha
que en verdad ni medio - dormía
bajo el presentimiento de que en nuestro alrededor y en aquéllo que excedía
las dimensiones que destinan
al "sur", a ese "sur", tanto peor, con espinas
a coronar lo invisible
y a horadar, a la vez, el tiempo, cuando éste, imposiblemente, aún mira...
bajo ese presentimiento, prosigo,
de que por ahí
el "sur" amorataba, ya, no sabía
que hálitos,
y qué llamados, ya, de ramas antes de quebrar, del otro lado, su quejido
contra el vacío...
mas dicha que, con todo, por momentos, te inquiría asimismo
reasumiendo sus ámbares en un par de lagunas en trance de morir...
te inquiría
por la estrella para la raíz
aunque la adivinara a merced de la marea que nos iba
acaso dirigir
detrás del espejo...: recaído
tu, quizás, en la presión de las profundidades cuya alma te habría
mirado por mis pupilas
en ese santiamén que precediese a sus preguntas madurando el "espacillo"
                                                                                    [ay, de una chispa.
Pero, pero...  lo que en medio de todo, nuevamente, acá, me duele es el sonido
a lágrimas de la vocecita
de tu costilla...
Era el seno de la noche el que no pudo, quizás, sino irrumpir
articulando así
lo  que hubiera  estelado,  líquidamente,   la vigilia...
y entonces  fuera un medio-decir
de llanto por los puros derramados bajo el ara de la misa
para la "pureza" al día. . . ?
(Aunque por otra parte, las mayorías
de la "misericordia", tú lo sabes, se deciden a abatir la pared de los gemidos
por la que treparan siglos
de un canibalismo, en realidad, más que de un fraticidio,
que a ellas les volvía
las apelaciones como del vacío,
mas con, salpicaduras de complicidad, todas, al fin...
y se deciden, aún, a prevenir
el flujo de esas inmolaciones que aguzan las crestillas
prontas a explayar para sus Baals o su transformación, por el confín, a la cadena,
                       [de las vidas, 
        mares y mares de vidas...
y se deciden, por consiguiente, a alzar,  ellas, la actitud 
que abatían desde el principio
las actitudes que se alzan sobre millones y millones de muertes por minuto, 
y son, todavía, ungidas...)
Pero estaba ella llagada por lo que viera en aquella oscuridad 
mojándome,  ¿cómo?  en un rocío
que le fijaba, acaso, un adiós de cerillas 
a lo que ella me había también tendido 
y de lo que de ella, asimismo 
yo requerile...
Y con todo esto, es la inmersión en lo que adviene y no en lo que es, en el anhelo
                                                                                                                        [de una alquimia
de donde emergerían, entonces, las figurillas
de lo único
y el estremecimiento en los vínculos
que nos ligan a aquello que tiembla más allá de lo que nos aísla 
aún por las desgarraduras del sueño:
éso es lo que quisiera recordarte antes de irme.
a lo que no es la piel, no, sólo, en unos haces de rayos, sino, además, el reasumir
la mariposa del ámbar, que aquí
nadie, nadie, ni siquiera, me parece, adivina
ni menos, por Dios! podrían adivinar las "graciocillas" de herejías,
así horizontalicen
más, si es concebible, más todavía,
la molicie
que corresponde al "valor" de "cordoncillos".
en contante y en prerrogativas,
aunque de "papel" por la faz, diz,
con el dorado al revés en el revés de los fondillos
bajo el "azul" del peligro...
Y aquéllo, aparte de que llegando aún las úlceras a ver, tras de los límites,
en el desvanecimiento de jalde, sobre los rejos
que lo negarían,
la melancolía, en continuidad, del "Ying",
no podrán hacerse cargo del dolor que hoy tiende su agonía
despidiéndola de sus giros
hacia lo que presiente en planeamientos sobre los contrapuntos por fundirse
en las tensiones y distensiones que van de la misma
ausencia hasta el ángel...
y en unidad
con la sangre que linda
y extralinda
por las heridas aún del éter o de éso que no es, solamente, del aquí
que han establecido.
Pero la verdad, después de todo, es que he tentado mirarme en lo que habrías
esperado de mí
y desde ese sufrimiento que te abre noche a noche el olvido,
en una sangría
que no promete cortarse oyendo, a tu lado, el siempre de unos ojos deshaciéndose
                                                                                                                          [sobre la orilla
de su impotencia frente al infinito 
en crecida
sobre otros que palidecen...
Mas es verdad, también, que los dos estamos, al final, en un lío 
de serpentinillas
que no han podido menos de torcerse con lo que nos torcía 
en el juego por cubrirnos 
o cubrirte
del  "miércoles"   de  "botas" por calzar, ahora,  la ceniza 
para no dar "cuartel", dicen,
a los que ya comienzan a rehusar, también, por otro lado, la cuaresma que de arriba
se les inflige.
y la enajenación, por ende, de la corambre, a aquéllas, y aún del mismo
"polvo" que pisan...
Y así los papelitos con que hemos pretendido
encortinar la velada
aparecerían,  a pesar de nosotros, enredándonos, sarcásticamente, unas sonrisas
por   entre   los   picos
de la del fin,
que se lastiman contra algo que tendría
más que del vidrio,
del cinc,
en el amanecer,  advierte,  del "embotamiento"  a cernir
lo "inane" del gris...

  Sin embargo, sin embargo, ya en la madeja de las "simbologías"
pero tirando de unos hilos
en espiral o en círculos, si se quiere,  sobre sí,
he de, a la vez, decirte
que no han de demorar tampoco, en el aquí de aquí
los ramos del Domingo
en las Pascuas, también, del "ínfimo",
ya que no puede sino tenerlas tanto dejar de ser,  igualmente,   de semillas,
para el ser "justo" de la vendimia...
Por lo demás, ya sabes, no hay separación que se defina
entre muertos y vivos
en una como corrida
de temperaturas en dilatación o superposición, diría,  de climas,
en pasajes que aún no se perciben...
y todo en un continuo de conciencia en que el amor va retirando hilas,
o trasparentándola, más bien,
porque nunca, quizás, han de dejar de herirse
los tejidos
en la punta de las olitas
del espacio-tiempo en huida...
Y  de ahí esos ojos que miran,  y miran, miran,
cierto, desde las campanillas...
y bajan, si cabe, hasta lo imposible
del cariño
que los retuvo una vez
y hasta se angustian con la angustia que no puede dormir
ante otros ojos que, todavía,
se les unen en una como ruina de misterios en pendientes de gotitas...
y aunque son los del desafío,
en cierta manera, a la creación, dardearían, dardearían
con los azufres  del  "maldito"
a la "maldición" misma
hasta lograr que ésta devuelva la sangre que pilló,
con "correderas", y todo, de "suris",
y menos íntimamente, con espasmos de timbas "liquidando", ahí no más, sobre el tapiz
bajo una urgencia de tiza…