Ha sido reconocida la importancia de la poesía popular. Pero a menudo se la quiere utilizar -y se la utiliza- para fines ajenos o contrarios a los intereses del pueblo. Se lo sabe sensible a esas manifestaciones y se busca, así, halagarlo y atraerlo. Interesados en esa fuerza atractiva, los partidos políticos tradicionales apelaron, muchas veces, a las formas poéticas populares: procuraban dar mayor eco simpático a su proselitismo. Hasta la propaganda comercial utiliza ese vehículo expresivo. Se reconoce el poder sugestivo de la poesía, la eficacia de la canción. Ella adquiere toda su potencia, su lozanía y su decoro, cuando frente a las injusticias y los privilegios levanta la bandera del pueblo, esgrime la protesta y utiliza la sátira, toma una decisión positiva y pregona profundos anhelos de liberación social.
Una amplia reunión de materiales, tanto históricos como pertenecientes a la época actual, brindaría constancias llamativas, en toda América, sobre aspectos significativos de la poesía popular -en una corriente cuya riqueza o se desconoce o se oculta- y mostraría que todos los grandes movimientos populares están acompañados por la expresión poética. Un examen completo de esos materiales, con las debidas perspectivas y vinculaciones, sería de extraordinaria importancia en el orden de las construcciones positivas. Evidenciaría que las grandes batallas de los pueblos son en última instancia, en su secreta gestión, en su significado profundo, batallas por la cultura. Sería más bien tarea para un equipo de estudiosos y la copiosa cosecha tendría, necesariamente, que abarcar varios volúmenes. Estarnos por ahora al margen de esa posibilidad. No hemos podido examinar con la amplitud deseada la poesía folklórica de las distintas regiones americanas. Pero una incursión rápida a través de algunos documentos literarios de este carácter es suficiente para convencernos de que el sentimiento poético del pueblo no es, de ningún modo, extraño a la emoción social, a las contingencias de la lucha y a las conmociones de la época. No es cierto que la poesía popular se manifieste, con exclusividad, en lo lírico y lo pintoresco. Podemos observar que las formas líricas llegan, en períodos de agitación, de lucha, de grandes esfuerzos colectivos, a transformarse en expresión épica, reflejadora del torrentoso afán multitudinario. Cómo el documento poético se convierte en documento social. Así, por ejemplo, los acentos líricos del cielito rioplatense y de la cueca chilena se transforman en épicas voces caldeadas en la lucha por la independencia, de igual manera que el corrido venezolano tras los heroicos galopes de los llaneros; o el corrido mejicano, lo mismo en aquella época que en el esperanzado período revolucionario iniciado en 1910, dedicado a recoger los ecos de la contienda, como lo hicieron los corridos nicaragüenses durante la denodada lucha antiimperialista encabezado por Sandino, y las letras de los merengues dominicanos en los actos mas intensos del drama popular. Del mismo modo que los cantos populares reflejaron, en la argentina, la pugna de unitarios y federales, y más tarde el movimiento de López Jordán en Entre Ríos. Y mucho antes que todo eso, las coplas que en el Paraguay de la primera mitad del siglo XVIII expresaban el fervor comunero, o en la otra mitad de la misma centuria, en la Nueva Granada de los encomenderos y los recaudadores, los romances y las sátiras que salían a correr mundo sobre el lomo de los grandes vientos de la protesta revolucionaria.
He aquí, finalmente, algunas de las muchas coplas que circulan por nuestros países y que reflejan las desigualdades sociales, el desamparo de los pobres y la lucha de clases:
AI pobre nadie le fía,
al pobre nadie le presta;
si el pobre llega a tener
gotas de sangre le cuesta.
Siempre andan aconsejando
que me aguante la pobreza:
al que no carga la carga
le parece que no pesa.
Si a un rico le entra una espina
se está de enfermo muriendo,
si a un pobre le dentran veinte:
-delicao te estás poniendo.
Cuando al rico le duele algo,
se le oyen dos mil clamores;
y cuando el pobre se enferma:
"que sufra el pobre, que es pobre".
Si el rico va con el pobre,
y los dos de compañeros,
pa'l rico hay cama tendida,
que el pobre duerma en el suelo.
Al rico le ponen cama
en un cuarto preparado,
al pobre le ponen una
allá en un cuero estaquiado.
Al que es rico le dan mates
y mates hasta llenarlo,
y al que es pobre solo uno
con los palitos nadando.
Cuando un pobre se emborracha
de un rico en la compañía,
la del pobre es borrachera,
la del rico es alegría.
El rico le dice al pobre,
calavera y chupador,
y el rico chupa en su mesa
y el pobre en el mostrador.
Con frecuencia el hombre rico
a la esponja es comparado,
porque si no se le aprieta,
no larga lo que ha chupado.
El avariento rico
es como el cerdo,
que a ninguno aprovecha
hasta que ha muerto.
Del patrón son las ovejas,
yo las cuido noche y día.
Por ahí se allega a mi rancho
y me grita: ¡Porquería!
Al que se muere lo alaban,
lo lloran y qué sé yo,
y antes nadie le calmaba
la miseria que pasó.
El amor y el interés
se pusieron a pelear;
como el amor era pobre,
el interés pudo más.
Al pan que tiran al pobre,
cuando le hacen caridá,
le ponen hiél y vinagre
con la mala voluntá.
Pobre, no pidas al rico.
Pedí más bien a otro pobre,
que él sabe lo que es el hambre
y no te dirá: ¡Perdone!
Todo el que guarda dinero
tiene la sangre liviana,
aunque su padre sea un tigre
y su madre una caimana.
Esa banda de tipitos
que andan de galera y guante
y viven sin trabajar,
son langostas atorrantes.
El pobre se halla en el mundo
tan solo como el cardón,
de noche no tiene luna,
de día le pega el sol
El pobre quiere y no puede
gozar de su libertad,
que lo entierren no precisa,
ya enterrado en vida está.
El cielo es para los pobres,
los que siempre comen mal,
no sé si cuando me muera,
tendré fuerzas pa llegar.
En las novenas que corren
los padres de San Francisco,
el pobre paga las velas
y el milagro es para el rico.
El cura anda cabizbajo
porque cree que habrá refriega,
parece que los de abajo
matarán si se los friega.