ENTRE RÍOS CANTADA

 

 

DRAMA
 
I
 
Por el agua iba un navío. 
Iba por el agua del río.
 
Fuérame yo en ese barco; 
fuérame por el agua del río, 
si no estuviera aquí preso 
muerto de amor en la orilla
 
besando labios perdidos,
¿De quién? ¿En qué falsa orilla?
 
Fuérame por el  agua del río. 
 
 
II
 
No subas en esa nave 
porque está muerta esa nave,
 
Velas no tiene ni tiene 
marinero que la mande.
 
No subas amor a esa nave.
 
Nave de madera amarga
con un  rey  muerto,  amarillo.
No subas en esa nave.
 
Río de peces que gimen,
¿adonde irá ese barco sin marino?
 
No va hacia donde van
los navíos.
 
(El viento apaga el crepúsculo). 
No subas en esa nave 
que va muerta por el rio.
 
 
(de “La casa muerta”)
 
 
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SI VUELVO A PARANÁ
 
Si vuelvo a Paraná me estarás esperando
y veré la glicina querida que conoces.
En el ocaso inmenso estarás conversando
con mis sombras de entonces, con mis lejanas voces.
 
El zaguán con hortensias volverá repetido. 
Entraré lentamente y alguien cerrará el piano 
y seré como un sueño en el patio perdido 
donde un día reímos tomados de la mano.
 
Si vuelvo a Paraná te contaré mí vida 
mirando aquel antiguo Jacarandá que es mío. 
Me mostrarás la tarde lentamente abolida 
y una estatua con rosas, desnuda, junto al río.
 
Me dirás que los años han pasado, que, a veces 
alguien regresa y abre unos libros, llorando. 
Detrás de las hortensias la amada que me ofreces 
interminablemente me seguirá esperando.
 
Si vuelvo a Paraná veré la primavera
que nace entre los hombres justos que he conocido
y una botella rota confirmará la espera
del relámpago quieto de un cuchillo caído.
 
Recordaré sus nombres, sus rostros memorables; 
gravemente estarán sentados en la plaza 
y vendrán en los largos ocasos entrañables 
hasta la esquina oscura donde estaba mi casa.
 
Así será si vuelvo a Paraná algún día.
La vehemente glicina repetirá los graves
crepúsculos ornados.   Y tu melancolía
me tenderá las manos de olvido.   Con las llaves.
 
 
(Inédito)
 
 
 
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(Tomados del libro “Entre Ríos cantada. Primera Antología iconográfica de poetas entrerrianos”. Selección, prefacio y notas de Luis Alberto Ruiz, Ed. Antonio Zamora, Bs.As., 1955)
 
De esta manera presenta Ruiz a Sola, en la Antología:
 
Poeta del amor, sus criaturas parecen detenidas en un perpetuo éxtasis, y en un tiempo y espacio que no son ciertamente los cotidianos. Toda una mitología vegetal y una aristocrática nomenclatura de lugares y objetos sirven a Sola González para alejar de este mundo el secreto de los amantes, que se citan misteriosamente en moradas inverosímiles, profundas, donde parece respirarse la atmósfera misma de la poesía.