Diario Concordia, 26 de octubre de 1980
Alfonso Sola González: Una poesía hermosa y terrible, como la vida misma y el poder del amor
por David Martínez(*)
Alfonso Sola González nació en Entre Ríos, en 1915, y murió en Mendoza en 1975. Fue uno de los poetas más destacados de la generación del 40 y, como bien dice Juan Carlos Ghiano, "ha repetido las notas elegiacas que recrean mágicos territorios, habitados por fantasmas poéticos, demorados complacidamente en las ruinas y la melancolía".
Su poemario inicial se llamó La casa muerta y de él dijo Daniel Devoto que es "uno de los mejores de ese tiempo (1940), y que su autor se encontraba entre los mejores nombres de la poesía argentina de estos años". No hay exageración en las afirmaciones del lúcido crítico y filólogo. La casa muerta es uno de esos libros donde la esperanza del ser y el destino humano, nos hablan de un imperio altivo, de una zozobra fulgurante y también de una noche única: "Nada sabías de la muerte, nada / Tu libertad luciente no sabías, / tu pura soledad enamorada, / y mientras llorábamos el suelo / donde en rota azucena te ofrecías / tu blanco pie ya iba pisando el cielo".-
Y si por el milagro de la poesía todo lo marchito y perdido puede otra vez adquirir la bella presencia de su hálito, fácil es afirmar que en la voz de este poeta la maravilla del canto no tuvo secretos: Yo nunca veré los crepúsculos que envejecieron sobre Lochem, / ni sus oscuros templos flotando sobre la voz de los muertos. / Cuando se vaya el amigo nadie nombrará a Lochem en la casa / y nuestro corazón se llenará con sus tumbas lejanas". "El nuevo canto dora de estío la arboleda. / La soledad es fiel, lento el destierro".
Su presencia era el eco del espíritu que llevaba recogido y atento siempre al latido humano y a la soledad del universo cambiante. Los cielos de Entre Ríos, Buenos Aires y Tucumán, la espléndida provincia de sus Elegías de San Miguel y, hace ya muchos años, la placidez virgiliana de Mendoza: Yo, Pedro del Castillo, / en el nombre y servicio de tu Hijo, el Llagado, / pueblo y fun
do estas provincias de Cuyo / barridas por el silencio de las piedras eternas / y el canto de los pájaros australes"; todas esas provincias supieron de su canto, y del relámpago y la corona que ceñían su "Imperio calcinado y bello", más allá de la "quemada noche", como él mismo testimonió.
La poesía de Alfonso Sola González se apoyaba en la memoria de una nostalgia solitaria, crepuscular, con mucho de las alucinaciones rilkeanas y de las lejanías ideales que es posible percibir en la poesía de Lubicz Milosz, y como subiendo de "las hundidas piedras de los sueños". La tierra, en su esencia de mundo y naturaleza, a través de su visión lírica recobraba el resplandor de la tristeza originaria y, por instantes, la inocencia feliz de una hora edénica:
"te vi vestida como si llegaras/ con un ramo de agua y sin olvido, como si desnudaras con tu paso/ la fría piel del sol cuando es de noche. / Y la memoria me pregunta siempre. /
Y yo repito a la brillante arena: / La vi vestida de aconteceres pretéritos —"Más allá del desierto que devora/ las lámparas y el rostro de los sueños"—, parece despertar en el sentimiento de su voz. Una voz, por donde la naturaleza fulge y canta desde un atardecer que parece juntar evocaciones perdidas y que nos hablan en un lenguaje de espejos remotos y de lloviznas irreales.
Cinco libros de poemas, es el legado de Alfonso Sola González a la poesía argentina.
Cinco libros que testifican uno de los momentos cumbres de la generación del 40. Celebramos aquí la sabiduría transparente y triste de su voz, en el misterio tranquilo de su canto: ¿Hasta qué otro paisaje he de llegar/ para encontrar la tan querida muerte?/ Las piedras de otros países no te responden/ y el mar alza la lámpara de los pájaros grises/ para decir que no. / No busques el camino más allá/ de la infancia./ En tu casa hay una vieja fotografía/ donde ya está muerto./ Alfonso".Un canto hermoso y terrible, como la vida misma y el .poder del amor, cuyo fuego "creciendo en la raíz inmemorial de las piedras", alumbra y quema "más allá de los muros que levantan/ la cal y la saliva de la muerte".
(*) David Martínez. Nació en Caá Catí, en 1921. Vivió en la Capital Federal desde 1938. Periodista, ensayista, poeta. Fue crítico de poesía del diario La Nación. Tradujo poemas de Ungaretti, Senghor, Rivosecchi, Capasso, Drummond de Andrade, entre otros. Gran parte de su obra fue traducida al inglés, al italiano y al gallego. Fue miembro fundador y primer presidente de la SADE filial Corrientes en 1966. Integró jurados, dio conferencias, publicó libros, seis ensayos antológicos y sus poemas figuran en antologías del país y del extranjero. Algunas de sus obras en verso: Ribera Sola (1945); La tierra apasionada (1955); Órbita del amor (1959), Faja de Honor de la SADE; Dos elegías (1963); Ausente infinita (1965); Resplandor del olvido (Premio Municipal de poesía inédita 1961, publicado en 1966 por el Fondo Nacional de la Artes; Canto a Gral. Paz (Poema 1967); El Exilio en el mundo (Edit. Emecé 1969), Primer Premio Municipal de Poesía y Medalla de Oro del Gobernador de Corrientes Adolfo Navajas Artaza; Vida situada (Antología Poética. Con un estudio de Carlos Mastronardi, 1970); Penúltima estación (Edit. Emece 1974), Pluma de plata del PEN club Internacional y Mención Especial Premio Nacional de Literatura; Enrique Banchs, Poeta del sentimiento humano (Ensayo y antología). Segundo Premio Municipal de Crítica y Ensayo, 1975; Siete Poemas inéditos (Con un estudio de Juan Liscano. Separata de cuadernos Hispanoamericanos, Madrid 1976); Soles y laderas (Premio Dodero de la Fundación argentina para la poesía, 1980); La tierra que fue mía (Antología Temática Esencial. Edic. De la Municipalidad de Corrientes, 1982); Canto a Caá Catí (Con un estudio de Ángel Héctor Azeves y dibujo de adela Tarraf, la edic de 1985; 2ª edición, Buenos Aires 1986, con epílogos de Jorge Calvetti, Horacio Castillo y León Benarós); El Conterrado (Edit. Losada, 1986). Es Premio "Guaraní" 1985, instituido por el Gobierno de la Provincia de Corrientes. Gente de Letras, " en mérito a la encuesta Nacional realizada por decisión del jurado interviniente" le concedió el Premio Esteban Echeverría del año 1986, en el género de poesía. Poesía de Corrientes (Edit. Plus Ultra 1986). Fallece en Buenos Aires en el Policlínico del Docente, un sábado 03 de Abril de 1993