DOMINGO

Te hubiera dicho entonces.

Desde la entraña misma
de una tierra propicia,
vasija milagrosa de fermentos agrestes,
parece haber surgido,
en verde y en azul, este domingo.

Entremos en su seno 
de hierba humedecida
y de follajes nuevos.
No he de nombrarte repetidamente
como en los largos sueños
que agrietaron mis noches.
Se quedará tu nombre 
enredado en la copa de los pinos,
transformado en susurros.
Tú serás simplemente, la muchacha,
te sentiré mujer
o acaso estrella
con vaguedad de forma y de sentido.

Dejemos las palabras
dormidas en los labios,
que hable el viento pulsando infatigable
las cuerdas forestales,
que salpiquen los trinos,
que zumben las abejas,
que canten las chicharras,
y que se quede atrás como un suspiro,
el rumor de los pasos en la arena.

Y cuando desandemos el ocaso,
contenida en mí brazo tu cintura,
se quedará flotando,
dulzón, indefinido,
el aroma frutal de tus cabellos.

( texto de Poema de los siete días, 
de "La soñada armonía")