SI HUBIERA MUERTO ANOCHE

Hoy camino temprano

por las grises veredas de la plaza.

Hay un verde esmeralda en los canteros 

cribados de lunares florecidos, 

palomas cenicientas que aletean

bajando desde el bronce

para buscar migajas

de las manos amigas

y árboles, y pájaros, y cielo.

Un pensamiento extraño, sin sentido,

me asalta hecho pregunta.

¿Qué sería distinto esta mañana

si hubiera muerto anoche?

Muy poco cambiaría, lo presiento, 

todo el trajín de la ciudad despierta,

es un río impetuoso 

de corrientes humanas

que fluye indiferente.

Nada sabrían de una nueva ausencia 

los que se marchan de prisa a su trabajo,

los niños y los jóvenes

camino de la escuela,

los que descansan sueños

en la oquedad de un banco.

Como todos los días,

correrá un canillita

pregonando su diario,

con el agudo grito

de dos o tres vocales estiradas,

y no sabrá que lleva

mi muerte bajo el brazo.

Acaso en una esquina 

se junten dos amigos

a darse la noticia,

con sincera congoja, y sin saberlo, 

felices de estar vivos todavía.

Y pienso finalmente,

que han de ser muchas más, estoy seguro:

las gotas de rocío 

que cuelgan todavía

de las flores abiertas,

que las fugaces lágrimas vertidas

por lo que fue mi muerte.

Si hubiera muerto anoche

faltaría tan sólo esta mañana

el rumor de mis pasos y mi sombra

por las grises veredas de la plaza.

 

(De: "Concordia en el recuerdo")