HABÍA MAS

 

Había una vez una espalda que no tenía cicatriz, 

ojos de cielo azules con escamas,

un mar salado que salía por la nariz

de un gigante sentado a la espera del porvenir.

Fuerte impaciencia de esperar mirando relojes de arena.

Había un árbol que da abrazos,

había un circo con enanos dando vueltas en aros,

había manos, había sueños

y niños con bolsillos rellenos de caramelos.

Y la espera que espera paciente a la sombra de un gomero

y una nave extraterrestre que se marcha por el cielo,

una cárcel desgastada con barrotes oxidados

y bicicletas que vuelan a lugares ya olvidados.

Había luces de colores que brillan

en pasadizos secretos de algodones.

Había estrellas luminosas en las noches 

donde una luna traicionera se hace la dormida (para no dar la cara).

Había miradas de engaño en espejos empañados

y palabras con tono amargo de voces de antaño.

Había poca sabiduría de tontos que recitan

y bolsas pesadas cargadas de mentiras piadosas.

Sin embargo hay un Dios en quien creer,

y esperanzas guardadas en cofres azules de fantasía,

una melancolía escondía en desencuentros,

y confianza envuelta en delantales de cocineros, 

¿o acaso eran panaderos?

Había un Dios y un sol y amor y perdón

y lágrimas y palabras y sueños y miradas no encontradas 

y voces de princesas sin esperanzas

y castillos de hielo que destruir con espadas de paja. 

Había más, mucho más,

había que esperar e implorar

y escribir en palabras  cargadas de sentimientos

para perpetuarse en el tiempo.

Perdonarse o reinventarse.