¡BANG! ¡BANG! ESTÁS LIQUIDADO

 

Hablemos de monstruos una vez más. Según se lee en los diarios, el Monstruo de la Isla Maciel se está comiendo una familia aquí, otra allá (ojalá no tenga nada en tu contra). Esta vedette no es de las bestias que aparecen en las grandes películas. Tampoco pertenece a la jauría plástica de Taiwan. Es feo, feo y muy distinto. Es un monstruo que ha ganado con los años.

Hoy me siento un buen chico y por eso me arriesgo a prevenirte. ¿Cuánto falta para que tu calle se haga salvaje? Me esfuerzo en hacerte ver a nuestro devorador masticando sus dietas exóticas o ajustando el velcro de sus zapatillas que fueron de un bocón del pabellón octavo (juraría que es un trozo de publicidad). Deberá preocuparte ese bicho pseudo mona que no cree en la justicia. Ese al que se le hace imposible creer en tipos a los que se les paga para que sean honestos.

El monstruo de la isla, repito, es muy distinto. Tiene la piel llena de mordeduras negras y frecuenta las librerías del "Pastor Maravilloso" confirmando leyendas fuera de moda. Le han visto pasar a todo gramo, perdiendo su pelo quebradizo mientras su boca, helada por la locura, lanzaba un ¡chau queridosss! a una rica familia que pretendía huir con la pobre velocidad de un pollo. Esa familia, dicen, fue alcanzada y destripada con un electrodoméstico. Todo un lunes negro para nuestro monstruo de pobreza rabiosa, para ese depredador que te va a llenar la boca de moscas porque es de la barra sucia. Un monstruo así sólo es capaz de acechar en la ciudad cuando esta ya es un moribundo. Su voracidad no es la de un Rock Valentino Standard a sueldo de salchichas. No le alcanza con perder los estribos en un hotel. Si no anda sin freno no está a gusto. Dale un buen par de bolas y te mostrará el truco (una familia aquí, otra allá... ¡chuip!). Una vez uno de esos trucos tensó mi arco al máximo y me mandé a la calle armado con una motosierra. Una vez bastó. Ver con los ojos del monstruo, te hace la risa más breve pero también más convincente. Te dibuja a boca de un tipo inocente. Inocente como un huevo de Monstruo de la Isla Maciel recién puesto.

¡Ojo!, la bestia nos ve en blanco y negro. Para ella la sangre es nada más que esas manchas grises que son su esencialidad. Le han herido con balas olvidadas en los ríos del Delta. Le dieron justito cuando se aprestaba a comer de esos brutos peliblancos que no son más que unas bestias (y las bestias, después de todo, son comestibles). Horrore humanum est. Fue una cena deliciosa y luego ¡bang! ¡bang! ¡estás liquidado!