EL SUEÑO DE LA FE

 

No sabemos

-no lo sabremos nunca-

quién voló tanto por el cielo de sus sueños

que lo vio convertirse en maravilla

plena de luz y música,

y adquirió la certeza

(para que otros, despiertos,

la soñasen como verdadera)

de que la muerte le abriría sus puertas.

La seducción del polen, del color, del aroma,

que a las abejas y a las mariposas

destina la hechicería de las flores,

no tiene el poder de esa certeza

nacida de la niebla del sueño,

cobijada tan solo en las palabras.

Extraña y misteriosa ,

 la fuerza de la fe,

que no tiene cimientos,

que el aire la sustenta,

 es creadora en el aire

de tantos universos

como los que contemplan

los siempre alucinados

ojos de los creyentes,

que saben que no existen esos mundos

 pero afirman que en ellos

 tendrán en el futuro su morada.