Pasa a la eternidad Marta Zamarripa (1933-2020)

 

Falleció este miércoles 23 de diciembre la reconocida escritora entrerriana Marta Zamarripa. Aquí un texto de Mario Villagra haciendo un recorrido sobre su obra y dedicación plena a su oficio, incluso comparte un texto inédito.

Por MARIO DANIEL VILLAGRA (Especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL).

Hace tiempo que ya lo había hecho, en un país tan golpeado por las dictaduras, con el atrevimiento y coraje que la caracterizó, al crear la primera Cátedra Abierta de Derechos Humanos para que éstos se integraran a los planes de estudio de todos sus Institutos terciarios. Esa es una de sus herencias, otra es su obra: “Tapial con luna” (1976); Ayer y Todavía (1982); “Sólo de mate para días de poca yerba” (1993); “Sólo de garzas y otras levitaciones” (1998) y “Salmos del desamparo”, todos poemarios incluidos en “Azul de frío” (2006), una especie de obra poética completa. Pero no solamente fue militante por los derechos humanos y poeta, también docente en todos los niveles, y una investigadora de otros escritores. Con esa impronta condujo la Editorial Provincial, donde dirigió una de las mejores colecciones de dicha institución: Homenajes.

Marta Dora Zamarripa nació el 5 de agosto en Gualeguay, provincia de Entre Ríos, Argentina. Fue hija de Juan Zamarripa y de Olivia Barozzi. Desde pequeña vivió en Victoria, ciudad ribereña, y a la cual volvió una vez que el ostracismo partidario la descartó. Hasta allí la seguimos quienes la quisimos, quienes, cada uno a su manera, la cuidamos hasta hoy, martes 23 de diciembre, se fue en Paz. Ya ningún árbol la rescata. Ahora nos quedará encontrarla en la letra de algún tango o en poemas memorables como este dedicado a sus alumnos desaparecidos:

Álbum insomne

“Tienen, por eso no lloran, de plomo las claveras”, Garcia Lorca.

Desde un país del Sur.

Escribo nombres junto al rio más ancho del mundo.

Escribo Jorge y recuerdo un pupitre marrón ya vacío.

Escribo cacho o escribo Tito y los días del colegio me devuelven la penúltima sonrisa de un claro adolecer de frio.

Al alba los arrancaron de sus cuartos de estudiantes.

Al alba los sacaron de sus celdas hacia los duros patios ateridos.

Al alba les sellaron los pies con cemento.

Al alba los amortajaron los peces en el rio más ancho del mundo.

Pólvora insomne son.

Páginas de un gran álbum de agonías que predican la luz de un serio grito,

Desde el país al Sur, donde dejó su huella Federico.

A Jorge Kofman, Roberto Adoricia, Tito Maschio, Ileana Gomez, Alberto Noalles, Toto Mendez, Pacificio Diaz, Cachito Ayala. Tambien a Jorge Papetti y Julio Alberto Zolaga.

En mi caso, tuve la suerte de compartir su maestría, su amistad y hacerle un homenaje en vida. En ese contexto, me dejó enseñanzas, algunos papeles y la esperanza de hacer una biblioteca con sus libros; hasta le escogió nombre “Los libros no muerden”. Entre esos tesoros, este inédito premonitorio:

 

Pozo de Toma

Antes de que te amarren las patas de cemento

dame tu luz de lámpara marina.

Vos que fuiste en mi vida ese velero

que yo miraba hirsuta orilla.

Y aunque fuera tiempo de neblina

yo seguía viajando en un tintero.

Después me fui a estudiar

pero siempre volvía

a tu pequeña luz de alcantarilla.

Hoy que te necesito para el viaje

yo te pido

que me arranques del todo este equipaje

que me aparta de vos y me enajena.

 

Se nos fue Marta, y, como dijo uno de sus amigos, Gustavo Lambruschini, que también falleció este año, “las Letras argentinas le deben a Marta Zamarripa uno de sus capítulos”. Aquí seguiremos, adelante, para escribirlo.

París, invierno de 2020