¿De qué habla esta mujer? Por Fernando Belottini

 

Visitas a la superficie (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2022), de María Rosa Vía.

 

¿De qué habla esta mujer?


 

Fue la pregunta que me hice  al ingresar en Visitas a la superficie y, luego de andar por el libro e hilvanar razones, me di cuenta que solo estaba viendo justamente la superficie: una escritura críptica, con la sutileza y levedad propia de la lírica, que no descarta el ritmo ni las imágenes ¿marinas? en ese diálogo con otra. Pero si pensamos en esa otra (Sofía) como el apareamiento de poesía y sabiduría, quizá podamos disfrutar el libro de otra manera.

            En el ambiente (una playa) y las situaciones fugaces que aparecen cuando empecé a leerlas encontré abundantes metáforas del acto de escribir y las dificultades y los goces que se vivencian en el camino de la poesía. 

            Una poesía que por momentos parece remitirse a sí misma, al acto de escribir, sin tratarse de ars poética o la pretensión de enseñarnos algo: mi destino me trajo a esta playa/ y una huella en la sangre/ espera ser dicha (pag. 12) o vos hermana te reías/ y nunca era suficiente/ sobre mis primeros cuadernos (pag. 48) o un destino desparejo/ de algún dios definitivo/ en la sombra de su desliz sobre una lápida (pag. 78).

            El texto también invoca voces de los antiguos porque Sofía habla con los textos/ de los antiguos poetas  (pag. 11) y también de los contemporáneos (Neruda, Pizarnik, Zelarayán) como algo que, mediante el intertexto —ahora el misterio es/ una palabra que no dice nada/ hay que aplastarla dicen (pag. 90)—, nos recuerda que también la poesía es un hecho social, palabras firmadas por una voz donde resuenan las de otras, precedentes.

            Entonces, esta Visita a la superficie, quizás no sea lo único que podamos hacer si aceptamos el desafío de sumergirnos en el abanico de sentidos que María Rosa nos propone. 

            Y mi lectura, por supuesto, se vale de esa polisemia que los versos provocan: memoria y ficción aparecen/ jamás se mira y se ve lo mismo/ somos casi únicos (pag. 105).

 

Fernando Belottini