A mis amigas, por Belén Zavallo

 

A mis amigas

 

I

 

El rastro de la helada permanece sobre la chapa de la galería.

Un hilo de agua dura quiere correr pero se estanca como la carne de la uva

 

agua silenciosa lagrimal de perro llanto seco olvidado

 

de gurises rompíamos la escarcha

sentíamos el crujido en las zapatillas de lona blanca

dejábamos la huella marcábamos un rastro entre terrones de hormigueros

 

tierra amasada por bichos diminutos eran las montañas

que escalábamos hasta llegar a la escuela

 

los cordones se ponían negros y se soltaban del suelo

como brazos amputados de una hortaliza.

 

A mi abuela le cortan la pierna

el talón se fue abriendo como la llaga que muestra

el sagrado corazón de Jesús en su pared

la carne dentro de la carne tiene los colores de la tierra

vetas coloradas de montañas tajeadas al medio

 

tengo diecisiete años

 

sé que su dolor queda afuera de la piel

las gasas no envuelven lo que arrancaron antes

 

mi tío José murió de golpe

como nos moriremos todos.

 

 

II

 

Todas las partes que nos faltan

se estancan en la lengua

 

mamá quedó sin estómago en una operación

cuando volvió a casa empezó a comer como un pájaro

 

separaba los granos de arroz para no llenarse

comía inclinando la cabeza

 

como cuando el zorzal arranca

una lombriz de la tierra

 

Todas las partes que nos faltan

nos juntan los músculos del cuello

 

Estefanía me cuenta que perdió un embarazo

y se le ajusta la garganta

como cuando nos subíamos la corbata del uniforme

 

desde el jardín de infantes nos sentamos juntas

y ahora no nos vemos pero hablamos

 

Mara aguantó seis meses una beba

hasta que nació muerta

 

después murió la Lili, su mamá, y nos paramos todas juntas

alrededor del cajón

Anabel deslizó la mano por la madera lisa

y dijo qué lindo

 

dejamos de llorar para reírnos

 

éramos jóvenes aunque ya no estábamos en la secundaria

fue la primera vez que una de nosotras

sostuvo la mano helada de una madre

 

después se desprenderían bebés tetas ganglios

quistes apéndices anillos casas matrimonios

divorcios de los padres

 

después se nos caerían llaves proyectos deseos

papeles créditos testamentos.

 

Las cosas se nos cuelgan de la boca

como racimos oscuros de una parra.

 

 

III

 

Envolvemos dientes de leche

trenzas castañas

cordones umbilicales secos como escarcha

tarjetas de comunión

fotos de cumpleaños

cintas de raso blanco

candados de diarios íntimos

primeras letras deformes

historias de hímenes

 

impresiones del paso de la vida.

 

Papá tiene los tobillos oscuros como batatas

sus pies se ahorcan mientras camina despacio

 

a veces quiero que llegue rápido

al jardín de las flores plásticas.

 

 

IV

 

Mi hija deja hebras de sus pelos por donde pasa

un rastro

migas para pájaros ciegos

 

-mamá, me voy a quedar pelada- llora y no duerme

 

Mi hija camina las noches y calienta sobras en el microondas

 

me deja escrito su insomnio

mensajes que tiemblan en mis dientes.

 

Masticamos un tiempo que no podemos tragar

bruxa hasta partirse las muelas

pero permanece callada.

 

Es 1990 y me agacho a juntar lo que cayó de una piñata

todos se inclinan al piso con devoción

y arrancan premios golosinas juguetes.

 

Quedo sola en el suelo arrasado.

 

Los restos que nadie quiere

son como un mantel después del domingo en mi casa.

 

 

V

 

Cuento las gotas del suero

tres cuatro cinco seis

acomodo el rosario entre los huesos rectos

que llegan hasta los hombros

 

cinco misterios gozosos

diez ave maría, un padre nuestro, un gloria.

 

Peregrinamos en la misma habitación quietos los tres.

 

Siete de dilatación

-va bien pero lenta

 

Dos dedos rompen la bolsa o son más o es una tijera

para podar los jazmines que hurga entre nosotras.

 

El mundo es líquido

nuestra vida setenta por ciento agua.

 

Ahora sí

-fuerza

Una dos tres arranca el llanto nuevo.

 

La cara de Francisca abierta

como el brazo de un río me mira

 

tengo treinta y ocho años

 

sé que lo que duele queda afuera

de todo lo que me cosen.

 

 

María Belén Zavallo (Paraná, 1982)

Poeta y narradora. Se desempeña como docente, editora y gestora cultural. Dirige Entre Versos en la Revista Análisis. Su libro Lengua montaraz obtuvo el tercer Premio Storni en poesía, edición 2021.

 

Poesía

Dos poemas, Arroyo Leyes, Arroyo Ediciones, 2020

Todos tenemos un jardín, Proyecto Camalote, 2019

 

Antologías

Flotar, Paraná, Proyecto Camalote, 2021

El beso que te dí, Arroyo Leyes, Arroyo Ediciones, 2021

Tras nosotras mismas, Buenos Aires, Aguaviva, 2020

 

Narrativa

Las armas (novela), Buenos Aires, Aguaviva, 2021

 

Tomado de: op.cit.poesía.