AZOGUE LIBROS EDITA UN POCO MÁS DE RESPETO

 

La editorial paranense Azogue Libros que dirige Lucas Mercado anunció el lanzamiento del poemario Un poco más de respeto, del correntino afincado en Paraná Imanol Hammurabi Rodriguez Mac Lean, con contratapa de Franco Rivero, a la que agregamos una reseña de Mariana Bolzán.

Los muertos no reciben visitas, pero decimos visitar a los muertos y antes, más que ahora, les hacíamos casitas, una más linda que la otra. Barremos el panteón familiar como quien barre la habitación. Hay quienes entre los féretros disponen con un velador algo parecido a una mesa de luz entre dos camas cuchetas. Animal deseoso de permanencia, todo humano. Aferrado al nombre y a la casa que son sus dos maneras de durar.
Importa el ritual de la vida; tener la muerte limpia y ordenada para quienes todavía quedan de este lado. Por suerte la música, los yuyitos coloridos, la cera de esa vela caliente como una sangre sobre el dedo y ese alguien acompañando primero incómodo después con más tranquilidad; por suerte el amor anulando el juicio, permitiendo rezar, dejando que cada quien sea con sus muertos lo que puede.
Franco Rivero

El libro me llega el día de todos los muertos. Lo tomo como una casualidad.
Lo dejo en la mesa adentro de su bolsita. Cocino, lo miro. Junto la mesa, lo miro. Estoy por apagar la luz, lo miro, lo miro y lo abro. Me siento y lo leo. Sabía que iba a ser así. A los dos primeros poemas los leo en silencio. Al resto del libro, en voz alta. Así lo pide. Un poco más de respeto, el primer poemario de Imanol Hammurabi Rodriguez Mac Lean y editado por Azogue comienza chiquito, un agua oscura que salpica regular. Pac, pac, pac. Sabemos el escenario: un cementerio. O un paisaje: un cultivo de cruces recortadas sobre algunos horizontes. Panteones, un eco, la hamaca sutil del chamamé en los cortes de los versos.

"De andar cargando
un cajón
un recuerdo nunca se borra"

Ese verso que es a la vez comienzo del poema, siembra el tono de lo que seguirá. Es posible recorrer el camposanto encaramados sobre la mirada del autor. Los poemas, como algunas cruces, son producto de orfebrería. Lo versos ocupan el espacio y dejan chifletes como deja el viento en la ciudad de los muertos. La acción ritualizada de limpiarles el panteón y la tumba a los nuestros, de mantenerlos como en vida con cierto orden parecen ser la manera de ubicar en el más acá todas las partes que quedan desatadas frente a la muerte. El cementerio y sus prácticas organizan, como la ciudad, las formas de comprender eso descomunal que somos en presencia y ausencia.

"El cementerio me cuida
de que nunca los vea
sin eso
que todavía tenían cuando
a cajón abierto
les acariciaba
la cara"

Las palabras se eligen en este poemario como flores perpetuas. Todo lo que está ahí, incluso el silencio, trabaja. Pac, pac, pac. Un poco más de respeto, pide una voz, piden dos voces, a lo largo del libro. Un poco más de respeto porque no sabemos si eso será a cuenta cuando estemos, al ¿fin?, del otro lado del cemento o la tierra.

Mariana Bolzán