AGENCIA PACO URONDO ENTREVISTA A MARA RODRÍGUEZ
Mara Rodríguez: "No tengo una mirada romántica sobre la naturaleza sino una en tensión"
Una de las tantas cosas maravillosas que tiene la FED (Feria de Editores, recientemente realizada en CABA) es su carácter federal, que da la posibilidad a los porteños y habitantes de la Ciudad de Buenos Aires de explorar la literatura de otras zonas geográficas y descubrir escritores como Mara Rodríguez, escritora nacida en Formosa, en 1972, que desde los dieciocho años vive en Paraná.
Rodríguez es licenciada y profesora en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), fue periodista en los diarios El Litoral (Santa Fe), Uno (Paraná) y La Mañana (Formosa). Además, publicó la novela La insolencia del vinal (2010, La Hendija) y el libro de cuentos Lo que comen los erizos (2019, La Ventana).
Los que vuelven del arroyo (Azogue Libros, 2023) presenta una narrativa rítmica que entrelaza con igual intensidad la vida detenida, la espera desgarradora de una madre cuyo hijo ha desaparecido misteriosamente y la descripción de un entorno natural que alterna entre refugio y amenaza, que se entrecruza en las vidas de los personajes con protagonismo e interdependencia absoluta.
FRACTURA, suplemento literario de Agencia Paco Urondo, dialogó con la escritura formoseña sobre lo que rodea a esta novela.
Agencia Paco Urondo: Vos naciste en Formosa, ¿Por qué elegiste Entre Ríos para vivir?
Mara Rodríguez: Durante toda mi infancia tuve dos casas, dos provincias, dos familias. Mis padres nacieron en Paraná, pero después de casarse se radicaron en Formosa. Al inicio, fue papá a estudiar Arquitectura al Chaco. Cuando se recibió, consiguió un puesto en Vialidad Provincial. En esa época, Formosa alentaba una migración interna importante de jóvenes profesionales. Muchos médicos, docentes y abogados comenzaron sus carreras en el norte. Como esas familias, vivíamos en una dualidad. Por un lado, la vida calurosa y entierrada formoseña. Por otro, la ciudad en la que había quedado la familia grande. Así que nos pasamos gran parte de nuestras vidas yendo y viniendo a Paraná, durante las fiestas y todas las vacaciones.
APU: ¿Cuándo y qué te decidió a escribir ficción?
M.R.: Tengo como identificado dos momentos. El primero fue después de conocer a Enrique Butti, el escritor santafesino. Con él compartí la redacción de El Litoral. En esa época, me mandaban a escribir notas que se llamaban “de color” y que ahora se leen como “periodismo narrativo”. Así que hice varias crónicas desde yerras hasta perfiles como el de un odontólogo que atendía una comunidad de mocovíes. Enrique leía los textos, hacia sugerencias, me alentaba, me trataba como una escritora. La redacción de El Litoral era muy divertida, una especie de The Office.
Enrique había hecho de su computadora un altar de velas, estaba rodeado de santos, estampitas de Vírgenes entre fotos de escritores y artistas. Nos divertíamos mucho. Él era muy generoso, hablaba de su escritura y hasta me regaló todos sus libros publicados, entre ellos, Indí, una novela que me marcó profundamente por la búsqueda de un lenguaje. Ahí creo que supe que quería ser escritora, que había algo de la ficción que me atrapaba.
El otro momento que identificó fue cuando descubrí a Carlos Busqued. Después de leer Bajo ese sol tremendo y ser ferviente seguidora de su blog, supe que quería escribir historias. Hay algo que tienen los buenos escritores que es convencer a sus lectores de la facilidad de la escritura. Cuando se lee un buen texto, uno cautivante, parece que es sencillo, que cualquiera podría hacerlo.
Pero debajo de esa simplicidad hay enormes mecanismos, economías estudiadas de la palabra, mucha corrección que los lectores desconocemos. Está esa magia que se produce, una especie de transferencia con determinados autores o literatura. Sentimos que hablan de nosotros, que los escritores son como nosotros y que si ellos lo hicieron también podemos lograrlo.
APU: ¿Seguís actualmente relacionada al periodismo?
M.R.: Hace mucho que no escribo crónicas, pero me encantaría. Es como esos lugares que uno fue de vacaciones y que volvería a ir porque sabe cómo y dónde pasarla bien.
APU: Conocimos tus textos y la Editorial Azogue en la FED, notamos una inclinación en los autores a ser referenciales de la topografía provincial: el río, la vegetación, ¿es así?
M.R.: Hace un tiempo tengo cierta búsqueda por espacios y personajes que llamo liminales, fronterizos. Me gusta lo que ocurre ahí, en el medio de esos espacios que no son rurales, pero que tampoco son urbanos. Entre personajes que pueden devenir cualquier cosa en esos entornos silvestres. No tengo una mirada romántica sobre la naturaleza sino una mirada en tensión.
En ese sentido, sí hay una búsqueda por mostrar un paisaje que interpela lo humano, pero también una naturaleza que es corrompida constantemente por la intervención del hombre. Hoy en día, muchas familias eligen vivir en entornos más amigables, alejados de la urbe y eso produce nuevos conflictos, nuevas tensiones. Ahí hay un nicho para narrar.
APU: La historia de tu libro Los que vuelven del arroyo ocurre en un lugar llamado Sauce ¿se refiere a un escenario real o inspirado?
M.R.: Sauce es como le llamamos a Sauce Montrull, una localidad a veintidós kilómetros de Paraná. Es una Junta de Gobierno con pocos habitantes. Hay muchas quintas de fines de semana, pero también pequeños pobladores con una vida semirural; todavía crían gallinas, tienen huertas y caballos. Así que se producen esas tensiones de las que hablaba antes. Muchas familias nos fuimos a vivir a Sauce cuando salieron los créditos Procrear. Compramos lotes y construimos nuestras casas con la búsqueda de un estilo de vida más amable para nuestros hijos. Pero en esos espacios se producen nuevas tensiones que van desde las fiestas electrónicas hasta los caballos sueltos en la ruta o perros de los vecinos que se escapan de las casas quintas y matan a otros perros.
Alrededor de las casas persisten e insisten esos montes que se resisten. Y cada tanto irrumpen en las casas. Entonces aparecen avispas que matan personas, yararás debajo de las camas o guazunchos que corren por las calles perseguidos por perros.
APU: ¿Qué significa que tu libro haya llegado a la FED? ¿Estás pensando en participar de alguna otra Feria en Buenos Aires?
M.R.: Le agradezco mucho a Lucas Mercado (Azogue) y a Gretel Schoeder (La Ventana) porque son ellos los que movilizan los libros, son los responsables de que escritores de provincias lleguen a la FED. Si hay algo de lo que carezco es de la capacidad para hacer circular o vender mis propios libros. Siempre los termino regalando, soy un desastre en eso.
APU: Coméntame sobre tus proyectos futuros o si estás escribiendo algo ahora.
M.R.: Tengo varias cosas empezadas y a medio camino, desde una novela que retoma un poco mi infancia formoseña a un libro de cuentos sobre un grupo de whatsapp de Sauce Montrull.