BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DE ESTANISLAO ESTEBAN KARLIC

 

La virtud y el silencio del cardenal

La editorial La Hendija publicó la semana pasada el cuarto libro de la colección Periodistas Escritores. En este caso se trata de Karlic, las dos vidas del cardenal. La historia de un personaje central en la vida política, social y religiosa de la provincia en los últimos treinta años. En un trabajo riguroso y sumamente documentado, Ricardo Leguizamón narra el origen y el devenir de Karlic, entre su ascensión como pilar fundamental de la iglesia por méritos propios y, mal que le pese, epicentro de las miradas por silenciar el escandaloso caso Ilarraz.

Si uno ve en la tapa de un libro el nombre y la foto de una figura pública, de un personaje clave en la vida social y política de la provincia, en una tapa que, además, anuncia un tratamiento complejo de dicho personaje –de movida el título habla de “dos vidas” y de “dos vidas” de un religioso y no sólo de un religioso, sino de un hombre que llegó a ser arzobispo, presidente del Episcopado y cardenal– se puede suponer, digamos, que el libro tiene grandes chances de conquistar un público numeroso. 

De causar revuelo. 
Ahora bien, al mismo tiempo, las tramas religiosas y las vidas de los hombres de la iglesia no son necesariamente un tema que convoque a multitudes. ¿O sí? 
En rigor, el género biográfico no tiene tantos cultores en la provincia y mucho menos de personajes determinantes y vivos. Las dos cosas. Hay que tener, de entrada, la confianza absoluta de que los datos que se manejan son lo necesariamente precisos como para “no errarle el vizcachazo” y hay que bancarse la repercusión de la obra. Eso por un lado. Por otro lado, la escritura de un texto como Karlic, las dos vidas del cardenal, supone un apasionamiento de magnitud acerca del personaje y su influencia; también sobre la institución que lo comprende y el vínculo de ese universo con la construcción social y política del territorio. En este caso Entre Ríos. 
Es decir, para escribir un libro como Karlic, las dos vidas del cardenal, hay que estar muy documentado, a través de años de trabajo y hay que tener la valentía de poner eso por escrito y firmarlo debajo. No sucede todo el tiempo, la aldea, a veces, es más difícil que la patria para estos menesteres. Uno se cruza en la calle con los personajes, tiene trato frecuente, nadie está amparado por el anonimato de la multitud. 
Supongo que a Ricardo Leguizamón, periodista de oficio, especialista en temas eclesiásticos, de una impactante capacidad de trabajo y una narrativa esculpida por lecturas diversas que entrecruzan, indistintamente, la ficción y la no ficción, le importa poco, tanto que efectivamente su tapa sea un llamador, como si molesta o deja de molestar la elección de su historia. 
Leguizamón escribe de Karlic porque, se pone en evidencia, quiso conocer algo más del hombre que dirigió la iglesia local y la curia a nivel nacional. Está en su salsa. Busca respuestas a los silencios de Karlic y no los busca en una entrevista con el cardenal, que seguramente no hubiese aportado nuevas luces, lo busca a través de sus acciones, de los testigos de primera mano, de las miradas laterales y de las decenas de archivos que fue recabando en un trabajo de dimensiones notables. 
¿Qué quiere saber Leguizamón? Por qué un hombre de cualidades reconocidas, un intelectual, un teólogo, de modesta forma de vivir, pero distante, lejano, retratado en el gesto de extender el dorso de mano para ofrecer el anillo antes que el apretón igualador, se pudo callar lo que no debería haber callado nunca. Porqué el Karlic que limpió el seminario de Paraná de los factores más retrógrados y conservadores, fue el mismo que envió a Roma a Justo José Ilarraz, lejos de los rumores que después fueron certezas, abusos comprobados, que nunca fueron denunciados a la justicia. 
Leguizamón se hace esas preguntas. Y algunas otras también. 
Y dice, citando a San Agustín; “No todos los hombres malos pueden llegar a ser buenos; pero no hay ningún hombre bueno que no haya sido malo alguna vez”. Y concluye: “No sé si Karlic ha sido malo. Es un hombre que ha estado en puestos claves en situaciones difíciles y en esos momentos y en esas situaciones le ha tocado tomar decisiones. Y las decisiones que toma alguien con poder –Karlic lo tuvo: veinte años fue arzobispo de Paraná, durante seis, presidente del Episcopado– a veces gustan, y a veces disgustan”. Punto. Leguizamón no va a prejuzgar, no va a juzgar tampoco, ni siquiera a monseñor Adolfo Tortolo. Leguizamón va dar testimonios, datos, recorridos, va a dejar que el lector construya su película con los elementos que narra de un modo espiralado y fascinante. 

Recorrido. Para encontrar la imagen justa de Estanislao Esteban Karlic, qué mejor, comenzar del principio. Desde el pueblo croata originario, desde donde llegaron, primero, su padre Juan y luego, su madre, Milka. Luego por el recorrido que tuvieron en el país y más tarde por el crecimiento del Tano, el flaco longilineo, que jugaba bien al básquet, vivía en una pensión de señoritas en Córdoba para estudiar en el Monserrat y ya planeaba su futuro religioso aún contra las proyecciones de su padre. 
Y el texto va avanzar y va a volver al origen, va a ir cerrando cada una de los cabos sueltos que va dejando como al descuido para volver a buscarlos y darle el cierre justo. El lector no se va a perder nada, porque todo se dirá las veces que sea necesaria para que el mapa de la historia avance con suma claridad y se sepa, fielmente, como Karlic se fue convirtiendo en el hombre más importante de la iglesia argentina, con una consigna renovadora, pero sumamente moderada, sufriendo, especialmente en Paraná, la resistencia de los sectores más retrógrados. 
Y el libro también funcionará como una ventana indiscreta hacia la vida en el Seminario, hacia ese lugar donde lo que se dice sobre lo que no se quiere ni hablar es peor aún que el mismísimo silencio. Es notable lo que puede llegar a decir alguien que pretende negar la sexualidad y aberrante, directamente, el que quiere negar las diferencias. Negar al otro como legítimo otro. Hay testimonios del libro que estremecen. Y duelen. Como duelen en la vida de muchos, hoy adultos, su pasado en ese lugar, bajo la influencia y el mando de un cura abusador, que no fue juzgado por nadie a causa del silencio de la Iglesia. Y el silencio, también, claro, del protagonista central de este libro. 

Presentación. Karlic, las dos vidas del cardenal, fue presentado el jueves 14 a las 20,30 en el Centro Cultural La Hendija, en Gualeguaychú 171. El libro, por otra parte, ya se encuentra a la venta en la librería El Ateneo.

J.S.

 

Tomado de: http://www.eldiario.com.ar