POETA PARANAENSE PREMIADA EN ROSARIO

 

La paranaense  radicada en Rosario obtuvo el primer premio del concurso Felipe Aldana 2013.  “Mi territorio es la literatura”, dice.

En “Un foquito en medio del campo”, la poeta entrerriana radicada en Rosario, Daiana Henderson, consigue establecer una inteligencia íntima con sus versos para dialogar con una tradición que es local pero también cosmopolita, anulando el hiato – si existiera- entre una lírica regional y otra urbana.

El libro, publicado por la editorial Municipal de Rosario, obtuvo el primer premio compartido en el Concurso Municipal de Poesía Felipe Aldana 2013, cuyo jurado estuvo integrado por Mario Ortiz, Mirta Rosenberg y Laura Wittner.

Henderson nació en Paraná en 1988; cursa la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y publicó, entre otros libros, “Colectivo maquinario”, “Verao”, “El gran dorado” y “A través del liso”. Este es el diálogo que sostuvo con la agencia Télam:

–”Un foquito...” no es tu primer libro de poesía. ¿Cómo pensás que llegaste a este destilado? ¿Trabajaste los textos mucho tiempo?

–”Un foquito en medio del campo” tuvo un tiempo y un ritmo de trabajo diferentes a los anteriores libros. En primer lugar, fue escrito en un lapso de tiempo menor, en un período de entre cinco y seis meses. Fue raro, anteriormente yo estaba acostumbrada a escribir en grandes cantidades y a desechar mucho. Cuando armé este libro me sentía un poco seca, no tenía ese impulso diario, ni me pasaba seguido de escuchar esa musiquita que me empieza a sonar en la cabeza y de la que se va desprendiendo un texto. Antes me pasaba eso: los poemas me tomaban por asalto en cualquier lugar y yo debía masticarlos en mi cabeza una y otra vez para que no se me fueran. En la etapa del foquito escribí mucho menos, pero me sentí más ágil para identificar los poemas que pensaba que tenían algo para decir y que podían conformar ese libro. Creo que mi aprendizaje mayor durante el proceso consistió en intentar mejorar mi comunicación con los poemas que escribo, permitir que (los poemas) demuestren su propia inteligencia, confiar en esa inteligencia.

–¿Existe una relación rosarina con la lengua poética o eso es un tópico? Con todo, hay una suerte de marca en los poetas de Rosario, más cosmopolita que muchos de la Capital. ¿Qué pensás?

–No me siento capaz de definir una relación rosarina con la literatura. Puede ser que en los poetas de Rosario se manifieste cierto cosmopolitismo, creo que Rosario es una ciudad culturalmente rica y diversa, y que la vida urbana tiene algo del caos de magalópolis pero que a la vez conserva, sobre todo si nos alejamos del centro, una manera de relación cálida y familiar, más cercana a la de una ciudad chica. En mi caso, naturalmente formé mi relación afectiva con la ciudad a partir de la distancia con mi ciudad de origen, Paraná, y por tanto a partir de la diferencia, pero no desde la falta ni desde la nostalgia, sino en un sentido positivo. Cómo se construye la escritura en relación al territorio, creo que dependerá de cada caso. Yo soy entrerriana y vivo en Rosario, pero no me considero una poeta rosarina ni una poeta entrerriana. Cuando escribo mi territorio es la literatura.

–La materialidad del lenguaje, el tema que se despliega a partir de ese encadenamiento de palabras. Ese foquito que da idea de desamparo, por ejemplo, ¿es así?

–Me parece que el sintagma del título tiene diferentes connotaciones. Por un lado, sí, está el desamparo, el en el medio del campo, la lejanía. Por el otro, el foquito, como algo que late, y que puede ser tantas cosas: la entrada a un pueblo, la intimidad de una casa, una vida que transcurre en algún lado, desconocida y apenas perceptible, una posibilidad.

–Tres poetas que nunca dejarás de leer ni frecuentar.

–Ricardo Zelarayán, Arnaldo Calveyra, Juan L. Ortiz.