LA MAÑANA

Sube, aprendiendo a nacer en la duda de los colores,

la secreta mañana, como una esperanza.

Esta cándida hoguera que parece ser mía y sólo mía,

allí donde mi soledad se ha hecho don de pies a cabeza,

allí, en el centro de su infinita transparencia,

va siendo de todos por este consagrado amor

en la mañana de primavera.

Las luces, que florecen de fiesta,

se van orquestando en grandes circuitos

de colores suaves, dolientes, provincianos.

 

El ángel ha venido a anunciarnos la soledad.

 

La soledad, la soledad; cada cuál tendrá la suya:

su llama y su llanto propios;

su llama y su llanto abanderados;

su llama y su llanto desprovistos.

Las ojos verán mañanas y mañanas

más allá y más acá de lo verde y lo dorado,

de la fábula y el dolor, de los nacimientos y las sombras.

Ahora la música es algo adivinado.

Aconteciendo muy cerca del corazón,

se desata espontánea y altiva,

y en medio de su libertad, anuncia

que no morirá en el corazón de los hombres.

Esta mañana logra así decirnos algo nuevo

y seguramente cercano a nuestros ojos:

el diálogo del terrón y la hoja; de la pobreza y lo olvidado.

 

(Eso es lo importante, lo igual, lo solidario).

 

¡Oh cabellera de hermandades en esta mañana de colores y dudas!