A Ana María Garasino
Cae vertical el sol sobre las tejas
que parecen caldearse al rojo vivo,
y se quema en su llama un fugitivo
vuelo de mariposas y de abejas.
Teje la enredadera sus complejas
mallas de verde en el tapial cautivo,
y el molino es un yanqui despectivo
que gira un dólar en sus manos viejas.
El aire amable en figarino arranque
riza el pluvial cabello del estanque
que un pentagrama de cristal remeda;
y como blancas interrogaciones
van los cisnes en largas procesiones
como barquitos de papel de seda.