LÁGRIMA

Del Uruguay a la orilla

en una noche de estío,

una rosada azucena

vi bordada de rocío.

 

Que ruborosa inclinaba

su cáliz hacia otra flor,

para dejarle una gota

de rocío temblador.

 

Ya la flor que había quemado

con su ardiente rayo el sol,

la halló alegre y sonriente

el vespertino arrebol.

 

Así en las almas que lloran,

tan tristes como esa flor,

suele descender un día

una lágrima de amor.

 

Y como despierta el ave

cuando ruge el aquilón,

despierta el alma dormida

temblando de inspiración.

 

A eso llaman triunfar: palmas y gritos,

algunos ramos de venal laurel,

y después... ¡el silencio y el olvido!

¿Y después? ¡Oh, qué horrible es el después!