Alguien tiene que mantener la soledad ardiente
que nos quema por dentro, que nos arroja al vacío;
alguien tiene que aventurarse a la angustia y dicha
de ser el que soporta y celebra el destino exigente
de las galaxias en formación, de una célula creciendo.
Alguien debe afrontar pasado presente y futuro
con la fortaleza de un párpado abierto y devorante
que nunca interrumpe su candoroso y sabio desvelo.
Alguien debe ser el ojo que escudriña y va inventando
imágenes a medida de alegría o grito, risa o llanto
que los demás ignoran o menosprecian por gratuitos.
Alguien debe sonreír a la tristeza y darle la mano
para hacer la ronda igual a aquella del patio de escuela
cuando sonaba la campana y nadie se negaba al juego.
Alguien tiene que habitar la casa de provincia que demolieron
o el conventillo en que crecimos y el progreso hizo barriada;
alguien debe mantener en alto y gozosamente lo desaparecido.
Y brindemos por este destino de criatura que renace
en cada pequeña o gran muerte, en cada claudicación ajena
y sin embargo prójima y amada por ser la que renuncia.
Y seamos los destinados al olvido aunque sea la memoria
de todos la que nos da una misión distinta en esta tierra
que se balancea continuamente entre el infierno y el paraíso.
(Inédito, Publicado en el Diario La Prensa, 24.09.89)
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