BLANCO

BAJO EL ÁRBOL… 

Este libro es para mi hermana Elena
quien con algo de Semiramís,
ya paloma, irá a posarse, luego
en un amado gajo de laurel.


PAISAJE


REMEMBER!

¿Te acuerdas del camino
a nuestro ideal
tan leve;
y que el destino quiso
fuera breve?
¿Del pavor de los tallos secos
yendo en las sombras de la noche aquella,
alegres como dos muñecos
que dirigieran de una misma estrella?
Del pueblo
que se erguía en la meseta
ataviado de blanco;
y del bosque,
como una inmensa carreta
detenida en el barranco?
¿Del fantástico mundo que rodeaba
la media noche umbrosa;
y de tu mano
que hacía esclava
la sempiterna rosa...?
De todo ello me acuerdo 
y  que, callados, 
supeditados de la misma idea, 
fuimos como dos extraviados 
por la única calle de la aldea. 
Recuerdo....
(todo se acongoja y llora) 
Recuerdo
si, recuerdo que en la igreja
quiso dar la última hora
la campana aquella que llamamos, vieja.
Y la hora no fue;
del campanario
de la tétrica iglesia que te evoco, 
en donde
platicaba un solitario
sabio ó loco;
un "Ángelus" corrió hacia las campañas
y hacia nuestras almas
que eran solo una
paloma perdida en las montañas de la luna
como nos puso triste esa campana....!
Recuerdas cuántas lágrimas vertimos,
hoy
que estamos en aquel "mañana"
en que soñábamos;
¿por dónde, entonces, fuimos?
Del paisaje tan negro y la distancia
de nuestros suspiros
que fueron tras la húmeda fragancia,
de los intangibles vampiro…?
De aquél mal "Ángelus" en la noche umbrosa 
en la noche umbrosa que nos separa todavía...? 
¿Todo debes recordar,
esposa de un imposible
que ha de hacerte mía!...

 

LOS ÚLTIMOS DITIRAMBOS

 

LA PEQUEÑA  EMBARAZADA


Pálida eres,
entre todas las mujeres;
y la luna:
pálida como una muerta,
como una tísica boquiabierta,
como ninguna….
Tú tienes
palidez de los cerezos
al dar flores;
y de esos saltimbancos
blancos
por lo trasnochadores.
Palideces del sayal
que dio la luna abadesa
á los planetas desiertos;
palideces de la cal,
esa
con que se cubre a los muertos.

Palideces de la espera, 
en las niñas asiladas; 
palideces de las hadas 
y las vírgenes de cera

Palidez de los azahares,
palidez de los maitines,
de la espuma de los mares
y los albos serafines
de los mármoles paganos
en ruina:
y por concluir en tu porte,
luz del Norte,
palideces de tus manos
de estearina

Palideces de las nieves!
Palidez con que se esmalta
el jazminero y se agobia,….
Palidez de lo que debes
de llevar
y te hace falta:
un níveo traje de novia ...
y vellones para hilar.

 

LA SALA DEL SOLTERO


a Rosa Isasi

 

Huele a tierra húmeda la sala, que tiempo largo
estuvo sellada por el luto de un familiar.
Un retrato antiguo de la Camargo
la que tan bien supo bailar
cuelga malamente de una tira
de trapo, como algo de eso que no se tira
porque el difunto lo solía guardar.

Varios documentos, en un rollo 
descansan, sobre la mesa, su recuerdo de ayer; 
y la tristeza de lo que no tiene apoyo, 
y forzosamente ha de caer 
"vierte sobre la alfombra 
el plato de sombra 
la ojera postrer.

Todo parece que ha quedado olvidado; 
en el cielorraso pinta su moaré la humedad; 
el marco del espejo se ha desdorado 
por culpa de la doméstica soledad; 
y así ha caído el decoro 
del taburete moro 
traído de Bagdad.

Los muebles son de ébano de antiguo uso; 
en las vitrinas: abanicos, chales y un peinetón, 
rememoran del tiempo, qué el tiempo expuso
en los museos al turista espión. 
El polvo sobre las teclas duerme tranquilo 
y tiene alga voluptuoso la Venus de Nilo 
en este trono caído de solterón.

Se anuncia la recién casada. Todo titila 
con el cairel de la araña que aún viva está; 
Se desborda la luz y lo viejo se horripila
dolorosamente de "lo que vendrá"... 
Hay como una catástrofe que obseda 
el fondo de la sala y la falda de seda 
de la novia, hecha una mortaja, extendiéndose ya.

Se queja el piano de la mano nueva….
Se echan hacia atrás las sillas en un mal mirar;
el sofá por entero se subleva
tendiendo los dos brazos para hablar . . .
Y en el patio de otrora solitario,
despiadado el canario
recuerda su cantar

Ríe la esposa con la alegre nota
y la sala se entume en la derrota, 
de no poder llorar

 


HUERTO MATUTINO


a Laurita Escudero

¡Buena la mañana 
que quedó dormida; 
que se ahogó en la Fuente 
como una suicida ....

En la tierra, apenas,
se siente el ruido 
del andar de amantes 
que no tienen nido;

Sol en las estatuas, 
sol en los canteros, 
sol en las espaldas
de los jardineros.

A lo lejos sueña 
la pareja ilusa, 
y el guardián alarga
la mirada intrusa.

Los labios amantes, 
cual los peregrinos, 
piden solamente; 
¡sombra   en los caminos, 
sombra en los caminos . . . !

 

LOS DIÁLOGOS INÚTILES

a la niña Ofelia Alvarez Quintana


Una niña me hizo una pregunta…

II

Una niña me hizo una pregunta  Una: 
¿Por qué Pierrot es tan blanco?
¿Es Pierrot? Es un saltimbanco 
y tiene sangre de luna.

Otra niña me hizo otra pregunta. Dos: 
— ¿Porqué son tan pálidas las monjas? 
—Ah!.., las reclusas; tienen ansiedad de esponjas 
por la blanca sangre de Dios.

Las dos niñas, aunaron sus querellas;
— ¿y el poeta os pálido acaso?
—Lleva en sus venas, sangre de las estrellas,
que es como el rocío del ocaso.

Las finas intuiciones infantiles 
dijeron en su flauta de marfil 
el gozo de la hilacha pastoril 
en la rueca de las cosas sutiles:

— ¿Pero; Primavera, no es blanca, es rosa; 
es crema, es azul; 
y es primavera lo azul 
de la vida deseosa?

(Intercedió una embarazada que por esos lares 
iba de amor pálida)
— ¿En primavera, niñas, no rasgan su crisálida 
los cerezos y los azahares?...

El diálogo concluyó como una fortuna. 
La embarazada, echó pan á las aves, desde su banco. 
Varios dominicos pasaron. Y en la laguna
Comenzó á mal cantar, un cisne blanco.

 

FRISO

una hoja… otra hoja otra hoja
De Amado


Lastima, que siendo en ti tan griegas 
las formas y las líneas; 
no seas más que una de esas ciegas 
estatuas apolíneas.

Una viña y un rosal debieras 
tener por alma, en vez 
del mármol en que tus primaveras 
se han hecho tan solo palidez.

Si así fuera ¡oh dorada! 
de Sapho adorada 
y doncella:

Este sátiro cantaría, danzaría 
y diría: cúmplase la armonía, 
una estrella, otra estrella, otra estrella…

 


LUTECIA
                 

CAMINO DE LA  ARCADIA

Y Safo guiaba los pasos por los caminos lejanos. 
Y Safo en los corazones y Safo unía las manos. 
Había carne de damascos, de jazmines y diamelas; 
en los caminos  lejanos 
se habían dado las manos 
las chicuelas.

Tenían de las palomas amigas, los dulces nombres 
al igual de las palomas, se ocultaban de los hombres: 
de los faunos que descienden celosos de las montañas 
y que hacen del deseo, armonía de las cañas.

La niña del traje verde sufría un cinto de oro.
La niña del traje rosa no tenía otro decoro
que ser niña, en la hondanada
de la tarde, se esfumaba
como un tul
y la otra embelezada
la miraba,
la miraba, la miraba siempre azul...

La niña del traje rosa tenía verdes pupilas, 
como dos mares desiertas, inmensamente tranquilas, 
como un reposorio sacro para las castas doncellas; 
y aquella del traje verde iba comulgando en ellas.

Las flores de los aromas le doraban los coturnos.
y ellas llevaban su amor, y ellos llevaban sus males, 
sigilosamente intactas como las flores nupciales.

Los sauces como los bueyes se doblaban taciturnos.

 

LOS VERSOS DEL GUARDIÁN DE UN JARDÍN


REPOSA EL JARDIN

Reposa el jardín. La calma
se llena de sol y el césped,
es suave como mi alma
para tus pasos de huésped.
Mi labio sueña. Tú miras
siempre la hora distante
y no sé porque suspiras
cuando enmudezco. El fragante
jazminero al sol se entume…

Y entre esto, da su perfume
tu pecho; que ya te inclinas;
que ya, desdices o niegas;
que ya vas como las ciegas
sobre las rosas divinas.

 

De: Blanco, publicado con el seudónimo de Rubén Darío, hijo;  París, 1911.