VIZCONDE DE LASCANO TEGUI

EL VIZCONDE INTERDICTO Y LA GLORIA CESANTEADA

por María Eugenia Faué


En el extrarradio de las convenciones Emilio Lascano Tegui (1877-1966), por seudónimo Vizconde, uno de los mejores escritores nacionales y un orgullo provincial, permanece interdicto en el corpus literario entrerriano. Con excepción de estudios publicados en diarios y revistas literarias y de ensayos editados por EDUNER, Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos, pende sobre su pintoresca persona y su obra precursora un espeso silencio administrativo. 
El propósito del presente trabajo es restaurar, al menos parcialmente, su bien ganada gloria, provisoriamente cesanteada, y aportar elementos que puedan explicar la avería de la desmemoria. En el plano nacional asistimos desde 1995 a la reedición de algunas de sus obras pero su lectura continúa limitada a élites de investigadores y coleccionistas. Aún pesa la faltante en el haber de caja: el reconocimiento académico ex aequo y popular que sustentan sus amigos Roberto Arlt y Oliverio Girondo. 
Se lo ha reeditado en Francia (1994), Alemania (1996) y Holanda. El crítico alemán Norbert Werh ha emitido conceptuosas valoraciones de su obra. Suele comentarse, como postulado literario, que el autor cuya obra sobrevive los cincuenta años asegura su permanencia en la posteridad. En cuatro años, en 2010 se cumplirá el centenario de la publicación de su primer libro La sombra de la Empusa, un verdadero catecismo de la insurgencia. 
Protagonista estrenuo de todas transgresiones literarias, este desestabilizador de certezas instaló tempranamente en el sistema literario argentino la mirada del extrañamiento, la renovación de la diégesis, la forma astillada de sus relatos y la multidireccíonalidad. Algunos de sus textos pueden leerse en diversos sentidos, sin manual instructivo, mientras la variación de las voces narradoras regula armoniosamente los disloques. Propuso la múltiple entrada de lectura varias décadas antes de Rayuela y en la técnica del lector salteado, se anticipó a Macedonio Fernández.
En este mundo en que la mayoría nace como original y muere como copia él asumió el desafío de un estilo personal y fundador de la vanguardia rioplatense. 
Y, si desconocer es simplemente no recordar, puesto en presencia de un lector, Lascano Tegui adquiere pronta estatura de admiración. El sistema literario provincial permanecerá incompleto mientras no se desagravie su difuminada memoria. 
Tan versátil talento desplegado en múltiples actividades y variados géneros literarios presenta el potencial peligro de abordajes en pequeñas dosis homeopáticas. Tales enfoques de su caleidoscópica personalidad, bien intencionados, por supuesto, también pueden conducir a visiones parciales, soberbios dislates y aportes a la confusión general...

...¿Cómo definir tanta ubicuidad eficiente, cómo sintetizar lo que Norah Lange llamó «falta de avería en todas las profesiones»? Escritor, diplomático, periodista, pintor, crítico de arte, conferencista. Pero, ¿Cuántas vidas tiene que vivir un hombre para no morir de olvido?

Se transcribe textualmente la biografía que obra en su legajo del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores:

«Emilio Lascano Tegui: Un entrerriano universal Biografía sucinta

MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES FOLIO N.° 75 DIVISIÓN DE ARCHIVOS.............

»Apellido y Nombre: LASCANO TEGUI, Emilio Seudónimo; Vizconde de Lascano Tegui.

«BIOGRAFÍA

Empleado del correo de Buenos Aires y del Consejo Nacional de Educación. 

Orador político del partido Radical, entre 1905 y 1907.

Viajó por Europa, Portugal, España, Francia, Inglaterra Bélgica, Holanda, Italia. Residencia en Francia. Visito el África del norte desde Marruecos a Egipto. 

Recorrió a pie la Túnez y la Italia del sur. Visitó Grecia y las costas de Siria.

«Publicó en 1910La sombra de la Empusa, libro de poesías, dando origen a lo que se llamó La nueva sensibilidad, más tarde. En 1911, publicó El árbol que canta, poesías. 

Se incorporó en esa época al periodismo en “La Mañana”, sin interrumpir su colaboración hasta su transformación en “La Fronda”, que sigue apareciendo donde igualmente colaboró como redactor o corresponsal en Europa. Corresponsal de La Gaceta de Buenos Aires, de La Razón, de Crítica en París durante varios años y sin interrupción desde 1913 hasta su terminación de Caras y Caretas y de Plus Ultra, revistas publicadas por la misma editorial. Entrevistas con personajes célebres, hombres de estado etc., en dichas publicaciones. Colaborador de la publicación francesa, cotidiana, L'Action Francaise. 

«Exposición de pintura, personal, en París, Boulogne-sur-Mer, Caracas, Buenos Aires etc. Vendedor de ropa vieja en el rastro de París. Decorador del salón de lectura del diario La Nación de París.

«Comisionista y exportador en París, entre 1919 y 1922. Reivindicó las llamadas banderas de Obligado expuestas en el Museo de los Inválidos. Publicó en francés, un folleto de su reivindicación. Estudios históricos sobre los hermanos de San Martín y Necochea, publicados en La Nación de Buenos Aires. Colaboración literaria en este diario.

«Estudio y práctica de prótesis dental, en París entre 1917 y 1919.

«Publicación el 1923 de «La Elegancia mientras se duerme», prosa. Es traducido al francés en 1927.

«Propone el plan para realizar el Museo Sanmartiniano de Boulogne-sur-Mer y es designado Director ad honorem. Realiza su propósito e inaugura el museo en 1934. «Publica en 1936 El libro celeste, prosa y Álbum de familia, prosa. Nombrado canciller en 1923, es ascendido a cónsul en 1936.Nombrado cónsul en Caracas. Decora la casa del consulado con motivos argentinos y en frescos de una dimensión total de 270 metros cuadrados. Da un ciento de conferencia de arte y divulgación de los progresos argentinos, celebra dos exposiciones de pintura de obras de artistas argentinos.

«Publica dos libros sobre Venezuela: Venezuela adentro y La paradoja del campo venezolano.

Publica en 1942, Muchacho de San Telmo, recuerdos del viejo Buenos Aires.

«Colabora actualmente en la revista El Hogar, y el diario El Mundo. Y en muchísimos diarios y revistas de América Latina. Tiene un total de 30 años de colaboración periodística y 26 años de carrera administrativa.

«Tiene en preparación diversas obras de carácter literario y de economía social.

26 de octubre 1942»

Una biografía ubicua

1887: Nació en Concepción del Uruguay, E. Ríos. 
1902: Vivió su adolescencia en San Telmo y estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
1905-1907: Orador en versos octosilábicos en representación de la escasa oposición política en Plaza Lavalle.
1906-1910: Traductor de la Oficina internacional de Correos y viajero a pie por el norte de África y Cercano Oriente durante sus licencias. 
1910: Publicó La sombra de la Empusa (versos) con pie de imprenta falso de París. Participó de la vanguardia martinfierrista y del círculo allegado a Lugones. 
1911: Publicó bajo el seudónimo «Rubén Darío hijo», el libro Blanco, con pie de imprenta falso de París y prólogo por Fernán Félix de Amador. 
1914-1922: Bohemio en París, pintor de éxito junto a Picasso, corresponsal de 'La Nación', mecánico dental. 
1923-1945: Ingresó en el Servicio Diplomático Argentino como canciller de segunda clase, por decreto de Alvear con destino en Havre. Hasta su jubilación cumplió destinos en Boulogne-sur-Mer, Cherburgo, París, Caracas, Los Ángeles. 
Publicó: De la elegancia mientras se duerme, Les banniéres D'Obligado, El libro CelesteÁlbum de familia, novela, y el poemario autobiográficoMuchacho de San Telmo. Colaboró en la prestigiosa revista Nosotros. En un viaje de regreso se incendió su camarote donde se perdieron sus obras inéditas: Mujeres detrás de un vidrio; El cactus y la rosa (poesía); entre otras. Ya jubilado colaboró con la revista Patoruzú (1945-1950) y escribió columnas costumbristas en el popular diario El mundo, comparables a los aguafuertes de su amigo Arlt Trabajó como periodista en Crítica.
1966: Falleció en Buenos Aires. Hasta el presente no fueron hallados los manuscritos inéditos mencionados en su testamento: El 32 de diciembre; Vía Láctea de Polillas; Cuando La Plata era señorita; Mujeres detrás de un novio.
En este trabajo se transcriben tramos de Apuntes para mis memorias yDaguerrotipos románticos, los cuales se consideraban perdidos para algunos críticos.
1994: Reedición de De la elegancia mientras se duerme en Francia por Editorial Le Dilettante.
1995: Reedición en Argentina de De la elegancia mientras se duerme, por Editorial Simurg, con estudio de Celina Manzoni.
1996 Reedición de Mis queridas se murieron en Argentina con estudio de Guillermo García y Gastón S. Gallo, Ed. Simurg. Reedición de De la elegancia mientras se duerme en Alemania.

La nota favorable

Alguna vez las notas editoriales le dieron la razón:

«Nota. - Las predicciones de nuestro corresponsal en París se han cumplido. La fe que pusiera el nadador en la gran empresa juntamente con su magistral habilidad, trocaron en realidades las esperanzas que todos teníamos en su triunfo».

(Caras y Caretas, Op. cit. 15/09/23)

Sin editor

«Y las publico cuando tengo dinero porque hasta hoy no he ha­llado editor». (Vita efímera)

En la anteportada de Álbum de Familia (1936) se lee una lista en la que se solicita editor y que se transcribe con la misma grafía:

«OBRAS DEL AUTOR PUBLICADAS

La sombra de la Empusa, París, 1910.
Blanco... por Rubén Darío (h.). Buenos Aires ,1911.
El árbol que canta, Buenos Aires, 1911.
De la elegancia mientras se duerme, París, 1924. 
Elegance des temps endormis, (traducción al francés por Francis de  Miomandre), París, 1928.
Les banniéres d'Obligado, París, 1930.
El libro celeste, Buenos Aires, 1936.
Álbum de Familia, Buenos Aires, 1936. 

ESPERANDO EDITOR

El cactus y la rosa. Poesías completas
Mujeres detrás de un vidrio.
Daguerrotipos románticos.
Mis queridas se murieron.
Dos volúmenes de cuentos cortos.
La Europa y la América contra los Estados Unidos.
La esposa de don Juan. (Teatro)».
Lamentamos informar que nunca, hasta su muerte ocurrida en 1966 consiguió editor. Por eso, en paráfrasis del gran Juan José Saer hemos titulado como sigue: 

«El ninguneo y la literatura como pacto institucional. 
Nunca, nadie, nada»

La literatura funciona como un pacto institucional porque en cada época y en distintos ámbitos se pacta qué pertenece al canon literario y qué no. La crítica, la universidad, el consumo y los medios, las líneas editoriales, deciden las valoraciones y restricciones respecto del uso del lenguaje y cuáles obras se preservan y cuáles se consideran fuera del sistema. La preceptiva clásica o las modas literarias deciden las normas o tendencias que rigen los criterios del buen gusto en cada período.
A su vez cada práctica social (el periodismo, la ciencia, los deportes) impone sus procedimientos, estructuras y enunciados que caracterizan su género discursivo.
Curiosamente, textos que antaño fueron escritos con intención lite­raria hoy carecen de valor; en cambio, textos instrumentales o convencionalmente no literarios como cartas, epitafios, testamentos, crónicas hoy reciben estatus literario. En el caso de Lascano Tegui, al interpretarlo se ha faltado a la primera cláusula del pacto institucional: en la literatura no importa tanto qué se dice sino cómo se lo dice. La construcción esté­tica ha sido soslayada en aras de los temas transgresores. La parodia de géneros literarios convencionales: biografía, diario íntimo, informe para producir la metatextualidad, la literatura que se comenta a sí misma, no fue comprendida.
Con excepción de su amigo, Fernán Félix de Amador, con quien recorrió a pie Marruecos, Egipto, Siria, Turquía, Grecia e Italia entre 1908 y 1909, y que fue el único escritor que se aventuró a prologar un libro del Vizconde:

«La mano amiga

Tú eres mi hermano por parte de los caminos; 
Por parte del agua y el pan de los peregrinos, 

Y por parte de la luna y el ruiseñor 
En nuestro jardín florece la misma flor. 

Hemos combatido ambos contra las vilezas 
de la Hidra Moderna de las cien cabezas. 

Los tamboriles de Verlaine y de Rimbaud... 
Has escuchado lo mismo que escuché yo.

Y en la muy verdosa copa de la Bohemia 
Juntos bebimos el vino de la Anemia.... 

Por eso ruego a Ntra. Sra. la Luna
Que depare a tu libro próspera fortuna». 

…La vida del Vizconde en París hacia 1926, cuando ya era canciller argen­tino de segunda clase en Havre, nos llega de la pluma de Francisco Luis Bernárdez (1900-1978), quien lo frecuentó en su atelier, en cuyo reduci­do espacio desarrollaba otras actividades. De ese artículo queda la imagen de anfitrión exquisito, bohemio amigo de escritores y pintores e interme­diario de compraventas, aspectos que se desarrollarán más detalladamente en distintos enfoques de este ensayo:

«Cuando lo conocí (que fue en La Rotonda, hacia fines de 1926), ya estaba el Vizconde firmemente avecindado en la capital fran­cesa o, para decirlo con entera exactitud, en pleno Montparnasse, puesto que tenía su casa en la rué Boissonnade, callecita que, en las proximidades del café glorioso, une el boulevard Raspail con el que da nombre a todo el barrio. Constaba el cuchitril de un aposento y medio, espacio que resultaba todavía más chico a causa de la multitud de cachivaches que lo atestaban, material pacientemente recogido en el Mercado de las Pulgas. Codo a codo en aquella selva de baratijas, Marechal, el pintor Foujita, el Vizconde, su mujer, Simone Sofíe Zahrly (a quien llamábamos afectuosamente Lapin) y yo, dimos cuenta, cierta vez, de un arroz que no había sido hecho por los ángeles, no señor, sino por el propio dueño de casa, cuya reputación culinaria (reconocida por Picasso, Zadkine y otros ilustres cofrades del Vizconde) era tan firme como la que entre los argentinos entonces residentes en París (Oliverio Girondo, Ricardo Güiraldes,[1] Rafael Crespo, Chicho Piñero, etc.) se había ganado como conocedor de los si­tios donde lo que valía diez se podía comprar por cinco, y aun por menos si aquel taumaturgo intervenía personalmente en el trato».

[1]El Vizconde redactó en dos páginas para Caras y Caretas el artículo de homenaje por el deceso de Güiraldes: «In Memoriam de Ricardo Güiraldes» (Op. cit.).

BIOGRAFÍA Y LEYENDA: 

EL TÍTULO DE VIZCONDE


Emilio Lascano Tegui, sintió y vivió como un hombre de profundas con­vicciones republicanas; su seudónimo, nacido circunstancialmente de una broma, le sirvió como salvoconducto para abrir puertas prejuiciosas y desde su jolgorioso vizcondado parodió las falsas jerarquías estatuidas por una sociedad genuflexa.

«Emilio Lascano Tegui, por mejores señas particulares y visibles Vizconde, título nobiliario inferior al de conde, pero superior al de mar­qués e igual quizás a los de príncipe y rey, si quien ejerce el reinado y el principado es un ser dotado de la inteligencia, la sensibilidad y las auda­cias a prueba de todas las prudencias que caracterizaban al creador de El libro celeste», escribió Bernardo Ezequiel Koremblit (Proa, Op. cit).

Lysandro Z. D. Galtier explicó en un discurso de homenaje póstumo publicado en Clarín el 27 de abril de 1967.

«Encontrándose con Fernán Félix de Amador en un gran hotel de Egipto, en cuyo salón de estar, la mujer de un embajador extranjero era excesivamente agasajada por personas de alto ran­go y abundante títulos nobiliarios, se le ocurrió por broma a Amador estampar con holgada y clara letra en la portada del Baedeker que llevaba como guía de viaje, esta firma: Vizconde de Amador, y dejarlo en la mesa próxima al lugar donde se encon­traba aquella dama, quien no pudo con su curiosidad y al adver­tir en la guía olvidada la firma que dije, lo llamó: "vizconde de Amador, esto es suyo". Amador le besó reverenciosamente la mano; le agradeció. Lascano Tegui, que se encontraba al lado de Amador adhería a aquella reverencia cuando la dama de la anéc­dota le inquirió: "¿Es acaso usted también Vizconde?" A lo que el poeta afirmó rotundamente: "Sí, señora, soy el Vizconde de Lascano Tegui..."».

En adelante el travieso Emilio usó el título nobiliario como seudóni­mo literario y periodístico con letra mayúscula, pero firmó sin título la documentación oficial y su reivindicación patriótica Les Banniéres d'Obligado – Une Revendication Argentine (1935).

Benjamín Carrión (Op. cit.) en 1930 ya había medido la solvencia moral de este travieso ético:

« ¿Vizconde? Pues claro que sí, como todos lo somos en los países de América, esos países democráticos, en donde el ansia de bla­sones es más pronunciada que en las monarquías. Vizconde, por cierto: la firma de los primeros libros comenzaba por una coro­na, dibujada minuciosamente. Sólo que a Lascano Tegui, a últi­ma hora, le está resultando una tragedia con el título en estos momentos en que su quijotismo aventurero y justiciero le ha descubierto que hay que ir por el camino de la izquierda. 

Pero los nobles, Vizconde de Lascano Tegui, tenemos ejemplos tonificadores de gentes que abandonaron sus títulos y su riqueza para ir hacia la justicia: el Buda, los Graco, el conde León Tolstoy...»

Esa corona elegantemente dibujada se encuentra en la firma de la dedicatoria de la edición consultada de La sombra de la Empusa; con frecuencia también se la puede observar en versión tipográfica artículos deCaras y Caretas.

EL GÉNERO SEGÚN LOS CRÍTICOS: UN DEGENERADO

«Hay degeneraciones superiores,
y la literatura es una de esos anormales».
(De la elegancia...) 

«El Vizconde de Lascano Tegui dice tranquilamente cosas horribles en su 
libro 'De la elegancia mientras se duerme'. Yo aseguro que el Vizconde de
Lascano Tegui no ha matado a nadie». 

(Benjamín Carrión, Mapa de América)

Inclasificable: el delirium tremens

El desconcierto que causó la novedosa técnica literaria del Vizconde en su tiempo desplazó el eje de discusión y las exploraciones psicológicas y tópicos temáticos inusuales: apología del asesinato, pederastia, ho­mosexualidad, promiscuidad, locura, zoofilia, fueron adjudicados al autor.
Los acápites arriba citados fueron firmados por autores de prestigio internacional y exorcizan cualquier confusión entre género y biografía. De ahí surge el título de este enfoque: un degenerado.
Algunos de sus contemporáneos lo admiraron pero, aún desde el afecto, expresaron su estupor al calificar sus sorprendentes libros, por ejemplo Norah Lange (Op. cit.) en su discurso del banquete de festejo por la aparición de dos libros del Vizconde:

«... Para pronunciar Vizconde de Lascano TeguiEl libro celeste, Álbum de familia, forzoso me sería ampararme en descansados puntos suspensivos y gesticular: "higiene mental", "el clima como institución pedagógica" "el auge del delirium tremens", "las mujeres de goma o la terapéutica del bostezo", "la periferia en estado comatoso" [...] Este Vizconde que siempre está apu­rado, que no fuma, que no bebe, pero que practica en todos sus libros una porción de ese delirium tremens que nosotros bus­camos, inútilmente, detrás de los roperos, debajo del lecho, en disconformes cornisas».

Queda entonces muy claro que el Vizconde llevaba una vida saludable y que no era ni un asesino ni un sádico. Tampoco es la conducta social lo que debe juzgarse en literatura, arte que solamente se rinde ante la belle­za o al procedimiento de elaboración de la obra. Lamentablemente el escritor-personaje, Oscar Wilde, Isadora Duncan, Jacobo Fijman, Lautréamont, por nombrar algunos, siempre atrajo sobre el juicio de su obra, el peso de su accidentada vida. SÍ bien algunos autores obtuvieron excesiva fama debido a lo pintoresco o trágico de sus atareados vivires, otros opacaron obras pioneras con los fulgores de su biografía. Y en esta categoría aparece Lascano Tegui. El segundo riesgo crítico consistió en encasillar su diversa y plena persona en uno de los tantos tópicos que ejerció con igual idoneidad: periodista, diplomático, filatelista, pintor, crítico de arte, escritor vanguardista, escritor costumbrista, epitafiador satírico, elegante anfitrión, ameno conferencista, gourmet, marchand o anticuario. No se le puede endosar aisladamente un rótulo a quien fue simultánea y armoniosamente diverso.

«Recuerdo que enumeré su rubor frente a conflictos radicales, su ausencia de averías en todas las profesiones, su serenidad ante cualquier emergencia impersonal odontológica; sus de­lincuencias gastronómicas y alguna otra; sus sistemas de vida tan complicados y notorios, tan austeros, tan humanitarios y sutiles: rifando camisetas con canesú de panal, en Londres». (Norah Lange).

Confesión de parte

Dejemos que el Vizconde defina su estilo y sus móviles literarios:

«4 Diciembre 18...

He sentido al nacer el deseo de corregir esta naturaleza humana que sentía frágil e imperfecta. Mi vida luego la he consagrado a esa sola intención. La lógica no ha secundado mis esfuerzos. La lógica debe resentirse de la misma imperfección: es también humana. La lógica aconseja echar agua sobre el fuego para extin­guirlo. Yo he ensayado apagar el fuego colocando un frasco den­tro de la cartera. 

No lo he conseguido.

De este fracaso me queda el consuelo de haber ensayado un pro­cedimiento personal y que no se lo debía por cierto a la lógica de los hombres, que se saben apagar el fuego, no saben en cambio ser felices. Yo he querido ser feliz. Tenía que seguir necesaria­mente otro camino.

No hubiera discutido con nadie el problema. Me parece pasado de moda. Pero para mí me he dicho: ¿Tengo un alma? Sí. Y, ¿qué es? ¿Una silueta imperceptible de mi persona viajera, externa, inconsútil, vaporosa, etc.?». (De la elegancia...).

Su temprana vocación de ser original lo acompañó como canon literario:

«10 Abril 18...

Yo canto mi infancia en estas páginas que nadie leerá, pues son para mí mismo. A mí no me dieron juguetes que empobrecieran mi hombría y me aconsejaran el ser dócil, y lo que es más triste, a ser común». (De la elegancia...).

¿Se puede «morir de belleza»? Los límites de la sensibilidad estética se

exploraron, por ejemplo en el siguiente pasaje, en el cual no podía faltar una de las palabras clave de su obra: voluptuosidad.

«24 Abril 18...

Un arco de triunfo que los romanos dejaron en Zaghouan era tan bello, que cada mujer que pasaba frente a él cobraba una belleza aterradora de perfecta. El arco de triunfo me enfermó. Lleváronme preso, como desertor y eso fue mi salvación. Me hubiera muerto como un Buda voluptuoso, al borde del camino contemplando la poesía que vuelca la proporción de las líneas arquitecturales sobre las mujeres de hoy, como daba, hace dos mil años, un en­canto semejante a las africanas que habían hecho del amor el templo en que se acostaban para orar.

El amor es el más profundo de los momentos estéticos en la vida de un hombre. El amor y la fe se van; parecen refugiarse conjun­tamente, como nacieron, en las campañas con los hombres que tienen miedo de algo y que son temerosos juguetes de Dios».

¿Cómo atrapar la esencia y la literatura de su persona inconsútil? La cuestión del género es el eje de la comprensión de Lascano Tegui. Se puede ofrecer un panorama de la literatura argentina de entonces, pero recorrer a los grandes historiadores literarios solamente remite a un jui­cio por oposición en dos situaciones reiteradas: no figura o aparece dilui­do en unas pocas líneas que lo subarchivan como escritor estrafalario sin mayores novedades.

Los historiadores literarios Diez Echarri y Roca Franquesa lo regis­traron así: «en un intermedio estridente aparece Lascano Tegui en 1910».

La página de la Universidad de Lomas de Zamora lo consigna como «inclasificable».

Llegado el arduo momento de la clasificación genérica, resulta perti­nente mencionar una conceptuosa reflexión de Ricardo Rojas Ayrala (Op. cit.): «Suele decir un peón de campo de Chivilcoy que en la literatu­ra argentina hay una sola cuestión insoslayable: ¿qué cómo hacer con Borges?» (en El Borges corregidoError de los Tigres).

Algo análogo le sucede al sistema literario entrerriano que, huérfano de su travieso Vizconde, parece acusar falta de articulación a partir de la segunda mitad del siglo XX, Con criterio se dice que la generación de la década del cuarenta emigró lejos de la Provincia y eso es cierto, pero si se coloca a Lascano Tegui dentro de nuestro panorama insular con su me­dio siglo de peculiar periodismo, con sus técnicas de vanguardia y tam­bién con su vertiente tradicionalista, se explica una raza de entrerrianos de una confluencia cosmopolita. Se podrá argumentar que algunos no conocieron su obra, motivo lógico por el cual no pueden acusar su in­fluencia. Recuérdese que desconocer es simplemente no recordar y que el Vizconde indirectamente pudo influir a través de autores entrerrianos con los cuales tuvo trato o correspondencia epistolar: Monteavaro, Panizza, Doello Jurado, Belgeri, Carulla. Además, las influencias litera­rias no solamente provienen de las lecturas sino de un atavismo local, de las ideas de época, de un paisaje que moldea un carácter. La facundia ingénita del escritor entrerriano que caracterizó a esta Provincia retobada y el linaje de escritores humorísticos fue motivo de una ponencia publi­cada en el tomo II de El escritor entrerriano (Op, cit,).

El escándalo crítico por los temas tratados por el Vizconde soslayó el eje de la cuestión literaria: ¿la técnica y el abordaje o los temas? En el II Congreso del Escritor Entrerriano, la profesora Laura Erpen centra el eje de la cuestión y cita oportunamente al más libre de los escritores argentinos César Aira, que se pregunta para qué queremos más obras cuando lo que importa es que se inventen nuevos procedimientos para hacerlas. La entrada múltiple de lectura que tanto se celebró en Rayuela de Julio Cortázar (1914-1984) pasó inadvertida en 1924 cuando se pu­blicó De la elegancia mientras se duerme y cuando el pequeño Julio contaba con sólo diez promisorios años. En otro pasaje aquí transcripto ('Vita efímera') consta por testimonios del Vizconde que comenzó a escribir esa novela precursora en 1910 y varios de sus contemporáneos habían escuchado su lectura en 1914. Sin restar méritos a Cortázar como uno de los pilares de nuestra literatura nacional y sin tener cons­tancia que haya conocido la obra del Lascano Tegui, se debe asumir que por una impericia crítica se han postergado los lauros al precursor.

El visionario Emilio sabía que no hay temas nuevos en literatura, sólo se puede aspirar a nuevas formas:

«Sólo publico las obras honestas por deshonestos que sean sus aspectos. Así paso muchos años estudiando su arquitectura pro­pia». (Vita efímera).

Pero su gama temática resultaba tan sorprendente en aquella época que la lectura priorizó los tópicos al tratamiento de los mismos. Temas no autorizados como el aborto, la zoofilia, un jorobado perverso que cambiaba las señales de los convoyes y provocaba choques en cuyo estan­que de sangre robaba joyas, el loco transferido a otra ciudad, abandonado por su esposa e hija, los rituales, los pederastas.

ARTE POÉTICA

Su declaración de principios literarios enuncia elegante desenfado. En «Diario del cónsul transeúnte» escribía:

«Caracas, 193...

Entre el cajón de los papeles viejos que cambian de postura en la siesta venezolana, he hallado un cuento o parábola de peso pesa­do que puede hallar sitio en su sección de los domingos de los diarios, y servir el lunes para hacer paquetes. No tengo amor propio por la forma. Mi originalidad no es de sastrería. Así que la tijera que pueda meterle no perjudicaría la tela, que es donde pongo mi vanidad entrelazada».

Pocos años después, trasladado de Venezuela a Los Ángeles, publicó a principios de 1941 un balance de su vida literaria:

«Confieso que continúo escribiendo por pura voluptuosidad. Escribo para mí y mis amigos. No tengo público grueso, ni fama, ni premio nacional. No me gusta el 'tongo' Como periodista que soy, sé ‘cómo se llega’. Conozco a fondo la estrategia literaria y la desprecio. Me da lástima la inocencia de mis contemporáneos y la respeto. Además tengo la pretensión de no repetirme nunca, ni pedir prestado glorias ajenas, de ser siempre virgen y este nar­cisismo se paga muy caro. Con la indiferencia de los demás. Pero yo, he dicho que escribo por pura voluptuosidad. Y como una cortesana, en este sentido, he tirado la zapatilla». (Vita efímera, Op. cit.).

La belleza por la belleza misma y su inutilidad práctica es uno de sus postulados artísticos sustentados en distintos formatos: ensayos, poesías, según analizaremos más adelante. Por ejemplo, en el siguiente poema (Caras y Caretas, Op. cit.) campean dos temas: el desafío de vivir y la inutilidad práctica de las cosas bellas:

Los inconvenientes

Por el Vizconde Emilio de Lascano Tegui

Hasta la muerte vamos tropezando con algo. 
Alguien nos pone piedras en todos los caminos, 
Y aunque triunfamos como el ingenioso hidalgo, 
Molidos y maltrechos nos dejan los molinos.

Siempre es un inconveniente... Se desgarrarán los tules 
En la danza de Anitra bajo el pie que las cela 
—Por un hombre que tiene tan sólo ojos azules, 
las niñas de mi pueblo llegan tarde a la escuela.

De las tres iglesias que en el sitio de Candia,
Alzábanse celosas a las estrellas, la de los 
Cordeleros era la más alta de ella, 
Y servía de observatorio 
A la tropa sitiada.

La de San Marcos, servía para tocar a rebato cuando los turcos atacaban.

Pero la más hermosa de las tres era, sin duda, la de San Francisco, Son sus grandes columnas de mármol rosa y su gran cúpula dorada. Sólo, que siendo la más hermosa, no podía servir para nada.

Pablo Besarón, en su ensayo «Lascano Tegui. Poesía, oscilación y replie­gue», (Proa, Op. cit.) estableció dos movimientos respecto de la realidad creativa:

«Tras una decantación del corpus poético total de la obra de Lascano Tegui, se advierte la disipación de la disyuntiva bajo el manto de una misma escritura, aunque encarnada en dos opcio­nes de retórica y materia poética diferentes: crear en tanto "per­sistencia de belleza" de cuño obstinadamente modernista, o en tanto "desolemnización" tendiente a constituir un espacio de lo tangible que tendrá sus variantes y mayores concreciones, el sencillismo de Fernández Moreno y las orillas de Borges, entre otros».

TESTIMONIOS

De regreso de Santiago de Chile, donde reside en la actualidad, la señora Guelli Walker nos relató que cuando era chica, vivía en la calle Belicogna 1282 (hoy Federico Bardi) en Vicente López y era vecina de Lascano Tegui. Dice que los chicos del barrio lo visitaban a menudo porque tenía una docena de gatos, vivía con su mujer, no recuerda niños propios en la casa. Si se acuerda de una plaquita esmaltada que, atornillada arriba del timbre:

«Aquí 
se
esconde 
el Vizconde»

Carlos Dellepiane: El Ministro Carlos Dellepiane Cálcena, del Ministe­rio de Relaciones Exteriores y Culto aportó su legajo y lo recordó así en una entrevista concedida en noviembre de 2004:

«Recuerdo a Lascano Tegui porque yo era un muchacho de 14 ó 15 años cuando lo traté en distintas oportunidades. Primero en la casa del brigadier mayor Medardo Gallardo Valdés, que se había desempeñado como agregado de aeronáutica en Washington y en Panamá cuando era comodoro. He visto en casa de ellos pelí­culas de tipo familiar en las cuales aparecía Molina Campos, el pintor, junto con Lascano Tegui que habían hecho de papel maché un caballo de tamaño natural y con ojos de huevos duros. A eso lo habían hecho entre Lascano Tegui y Molina Campos. »Lo vi varias veces en lo de los Gallardo Valdés en Belgrano y lo volví a ver una o dos veces más en la calle Suipacha, en lo de Norah Lange, la viuda de Oliverio Girondo. Lo trataba como a un señor mayor, con gran respeto. Era un hombre serio pero a la vez muy divertido. Alto, grande, de una caja torácica muy amplia, muy simpático. La señora era suiza».

La última carta

Tal vez su último escrito publicado fuera una carta de salutación a su amigo el oftalmólogo entrerriano Francisco Belgeri por la aparición de su libro Habla gaucha, que se terminó de imprimir el 12 de enero de 1966. El Vizconde falleció el 13 de abril de 1966. En esa edición se publi­caron varias cartas y en la página 186 y 187 aparece la suya:

«Querido Pancho:

Negando todas las leyes de la gravedad, o aquellas que mantie­nen rodaje a este gran reloj del Universo, gente que ha leído el Talmud, insiste en que un día la Tierra se detuvo y después de arreglar algunos desperfectos de su maquinaria —como un barco en plena mar, se mete a la capa y repara sus tuberías— se echó de nuevo a andar por la vieja órbita cromada y las desviaciones rituales impuestas por las influencias absorbentes del sol y de la luna».

Algo que solo puede ser entrerriano: El segundo párrafo de esta prosa poética en forma de carta vuelve a su esencia, a su raíz atávica que lo une a su coterráneo:

«Este momento memorable es como otros que has vivido tú y muy pocos hombres más. Te detuviste, te corregiste y te echaste de nuevo —más nuevo— hacia nuevos horizontes. Y fue en esta segunda época de tu vida que algo que solo puede ser entrerriano, »se sacudió las crines y se llevó por delante las nieblas de la madru­gadas. Y del universitario desaparecido salió una caña cantora al viento, a la noche y a la lluvia que habiendo olvidado los términos técnicos de la Oftalmología, recuperaba en la segunda aurora de su trasmigración, el lenguaje del niño y la imaginería del púber, esa manera florida de expresarse que tienen los hombres vernáculos del campo criollo para entenderse y que es su latín, con vestigios de aquel español castizo al que se ha ido agregando el arrorró musical de los indios y lo que tú llamasHabla gaucha es el libro de tus memorias y de tus cuadernos de la escuela y de tu primera corbata y de tu primer chambergo requintado; trastos que estaban desamparados durante medio siglo, en la ropavejería de los murciélagos y del búho, que si nada decían no por eso conti­nuaban "fijándose". Es decir, que después de medio siglo, volvió a tus labios el lenguaje de tus días mozos, mucho antes que en el colegio y la Universidad te colocaran un 10 en la escala del mérito cuando, éste parecía ser más letrado porque era más loro. Y si te vas de la vida con tu título de doctor y el bonete, no habrías tenido la ocasión única de quedarte como el cardo, para siempre, entre no­sotros, con tus páginas del Habla gaucha donde has recogido las palabras del paisano —sus pilchas— y los arabescos de su imagi­nación de gitano trashumante, digna del gaucho. Vocabulario y léxico autóctonos en una trenza, vuelven la cara al castellano an­cestral y lo explican, porque ha entrado de rondón mucha mosta­cilla y los pobrecitos quedarían hoy en ayunas sí no supieran que en el Habla gaucha —como en El Libro de los Sueños— está la explicación de lo que sería un nuevo misterio egipcíaco. Sin darte cuenta de su trascendencia, has sacado del horno una placa de tierra cocida, hoy con signos indelebles del pasado argentino, lo que solo podría serte agradecido de cien en cien años, la —a veces— Humanidad, sino —-fuera por la máquina— deshumanizada del todo. Pero, como en las estelas y cilindros, asirios y caldeos, tu Habla gaucha ha sido dedicada —como lo hiciera Esquilo con sus tragedias— a nuestro hermano mayor el Tiempo. Y como en el pobre pueblo se calientan las manos ateridas de frío con el hálito tibio de la boca, con estas palabras, que tú has recogido como el hálito tierno del pasado sobre las manos trémulas de los argenti­nos que nos seguirán; el habla gaucha es como una gragea de tornantes colores que siempre inspirará a los bien nacidos, lejos de las ciudades tan grandes como sin alma, en cuyos suburbios, aledaños al campo, ya cambia el habla y expresión de su miseria, de sus hongos oscuros, el "argot". Te explicas, Pancho que Emilio, y no el Vizconde, quede conmovido ante la dedicación de tu libro, acompañándote en el porvenir de ese incobrable Sweepstake... Tuyo».

Vizconde de Lascano Tegui, (Buenos Aires)

DESPEDIDA: CORAZÓN EN CONDOMINIO

Cierta vez se justificaba un autor: «Te envío una carta larga porque no tengo tiempo de escribirte una carta corta». En esta carilla se sintetiza una coherencia de vida y obra. Fechada en 1966, año de su muerte, sobre­vive los cuarenta años de su anticipada elevación de vuelo. La obra del Vizconde ha permanecido en un interregno, confinada en élites de co­leccionistas. Le cabe la gloria en desagravio, su obra le pertenece a su Provincia a la que le dedicó tantas páginas, la que llevó en los ojos desde sus cuatro años:

«Yo no llevo escapularios sobre el pecho. Pero tengo un cuadrito

en el alma, y en la mejor de las piezas, frente a la ventana en que se pueden asomarse los ojos curiosos de mis amigos. Es como una otra ventana pequeña que diera, a su vez, sobre el infinito. ¿Qué se ve en ella? La costa del río, los sauces sobre el agua [...]. El río Uruguay dormía manso. Yo debía tener cuatro o cinco años cuando el cuadrito se me adentró en el alma».

(El libro celeste)

Propongo esta carta, que podría ser la última, atravesada por los ejes temáticos del Vizconde con su concepción del mundo y de la literatura, con sus apelaciones al anteayer de la historia y su proyección al terruño natal y dedicada a un escritor entrerriano, como un testamento provin­cial ex cordis. En ella se yergue Emilio Lascano Tegui en su imponente estatura física y mental. Propongo su asunción como un legado en condominio y apelo el desafuero, solicito la condonación de la pena de olvido y convoco un vendaval de sauces, una constelación de aves, una ornitología de estrellas, que reedite su merecido lugar en el sistema lite­rario provincial.

Espero que este modesto follaje de hojas tome formato de libro como homenaje, porque las palabras biblos y líber, que en griego y latín signifi­caban respectivamente libro, se referían a la corteza del árbol y a la made­ra, que durante siglos, proveyeron la materia prima para el libro.

Durante años he reunido con paciente alegría hojas dispersas de «este gran señor raro». Con la desmesura de ese niño que, en el cuento Eterni­dad del verde,[2] sabiendo que su madre moriría en el otoño, «cuando este árbol pierda sus hojas», ató una a una las hojas del árbol para impedir la caída del follaje amarillo; así de ese modo, he unido hojas amarillas dis­persas que he atado en este libro, para que como un árbol perenne conju­re la muerte de la memoria del Vizconde.

Para que en este otoño se restaure el extravío del esplendor.

Para que este follaje de libro devuelva al Río Uruguay cantado por Gervasio Méndez y Olegario V. Andrade una reverberación de luz, un ramalazo de aguas festoneado de ceibos y juncos.

Despliego un complot afectivo de voluntades que ha ido acercando folios de este otoño disperso e invoco el espíritu generoso y la presencia de ese entrerriano amplia espalda un poco inclinada hacia la izquierda que fue Fray Mocho (1858-1903). Los biógrafos dicen que esa inclina­ción obedecía a una dolencia pulmonar, los que nacimos en Entre Ríos creemos que esa inclinación se debía al peso de un corazón muy grande. Y como la literatura tiene sus fueros esta razón se impone y convoca su bienquerencia. Para que aquel, su amparo derramado en vida en la pro­tección de tantos escritores y periodistas, alcance a su Vizconde coterrá­neo, ese otro espíritu rebelde, pertinaz y magnánimo.

Lascano Tegui aceptó su ostracismo literario en vida, ya hemos transcripto enVita efímera:

«Confieso que continúo escribiendo por pura voluptuosidad Escribo para mí y mis amigos. No tengo público grueso, ni fama, ni premio nacional. [...] Pero yo, he dicho que escribo por pura voluptuosidad. Y como una cortesana, en este sentido, he tirado la zapatilla».

(Vita efímera, Op. cit.)

En los cuarenta años de su muerte me permito apelar la condena y soli­citar el desafuero del agravio y suspender la clausura de memoria. 
 


(2) Este cuento basado en una antigua y bellísima leyenda, fue escrito por Orlando Van Bredam, nacido en Villa San Marcial, Concepción del Uruguay, ganador del premio «Fray Mocho» de Poesía en 1984.
 


MARÍA EUGENIA FAUÉ, nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, en 1962. Profesora en Castellano, Literatura y Latín, egresó del Instituto “M. Moreno” de Concepción del Uruguay.  Es correctora de textos académicos egresada  del Instituto “E.Mallea” de Buenos Aires. Ha publicado en Patria de LuzEl escritor entrerriano, tomos 1 y 2  (Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos-Eduner); Sobrevivir en palabra: el epitafio como testimonio, publicación digital del VII Encuentro Iberoamericano de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, Biblioteca Nacional; Temas de Patrimonio, tomos 12 y 16 )CPPHC, Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma de Bs.As.) Ponencias en Congresos: “El escritor entreriano”, 2004, 2005 y 2006, en Concepción del Uruguay (Eduner y Sade, Río Uruguay); en el Centro Cultural Recoleta, Manzana de las Luces y Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura de la ciudad de Bs.As. Fue Jurado del Concurso Recetas con Historia  (UNER), publicado por el Programa Identidad, del CFI. Es columnista de la radio de Extensión Universitaria de UNER, Gualeguaychú, desde 2001, hasta el presente.

El presente Rescate ha sido realizado con el aporte invalorable de la Profesora, María Eugenia Faué, quien autorizó a reproducir los extractos que publicamos aquí y en la Sección CRÍTICA (Ver links “La metáfora”, “Intertexto”, “Humor por el absurdo”, ”Diacronía sincopizante”, “Las damas del Vizconde”, “Delincuencias culinarias”, “Sobre los héroes y el arte”, “Sobre La sombra de la empusa” y “Sobre el muchacho de San Telmo ) de su libro: “Travieso Vizconde – La sonrisa alada” – Vida y obra de Emiliano Lascano Tegui, Premio Literario anual “Fray Mocho”, de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Entre Ríos, en la categoría ensayo 2005, publicado por la Editorial de Entre Ríos (Eduner), en el año 2007. 

                                  (Consejo Editorial)
TEXTOS

LA SOMBRA DE LA EMPUSA

LOS DOS CREPÚSCULOS

LOS MEDALLONES

LAS TRES ÚNICAS

LOS ENTRETENIMIENTOS

LA MALA PATA

DE LEJOS


BLANCO

BAJO EL ÁRBOL

PAISAJE

LOS ÚLTIMOS DITIRAMBOS

LUTECIA

LOS VERSOS DEL GUARDIÁN DE UN JARDÍN


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De la elegancia mientras se duerme Editorial Simurg (Bs.As., 1997)

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Mis queridas se murieron


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El libro celeste

Muchacho de San Telmo Editorial Guillermo Kraft Ltda.Buenos Aires Portada de Muchacho de San Telmo,  Ilustrada por Alejando Sirio